Porque para AI el Papa Francisco utiliza los adjetivos fascinante y tremendo

Porque para AI el Papa Francisco utiliza los adjetivos fascinante y tremendo
Porque para AI el Papa Francisco utiliza los adjetivos fascinante y tremendo

Inteligencia artificial y paz: estos dos temas estuvieron en el centro de la presencia del Papa en el G7. Si la opción por la paz es la base de su pontificado, podría sorprender que Francisco intervenga sobre la IA. No es un experto en aprendizaje automático, pero Es la conciencia de este desafío lo que explica por qué en Fasano, por primera vez en la historia, un Pontífice participó en el G7: Los algoritmos que nos robaron el secreto del conocimiento estuvieron en el centro de la cumbre mundial y el Papa quiso volver a proponer a la persona como eje de cualquier intento de responder a las preguntas que plantean los avances tecnológicos y los sistemas de inteligencia artificial.

Fascinante y terrible: estos son los dos adjetivos con los que el Papa acompaña al “instrumento” (el uso de este sustantivo no es casual). No existe una posición apocalíptica ni una condena a priori para lo que en su perspectiva es “una potencial creativo que Dios nos ha dado”, una “revolución cognitivo-industrial” que ya está cambiando “de la medicina al mundo del trabajo, de la cultura a la comunicación y la educación”. Pero, como escribió en mayo en Mensaje para 58^ Día Mundo de las Comunicaciones Sociales, “la respuesta no está escrita, depende de nosotros”, del uso que decidamos darle. Cuestiones particulares (y potenciales) provienen de agentes generativos inteligentes (ChatGPT, Gemini…) capaces de inculcarnos la duda de hablar con personas en lugar de máquinas, superando el “Test de Turing”, llamado así en honor al matemático que en 1950 indicó esto. (in)reconocible como discriminante para responder a la pregunta: “¿Son las máquinas capaces de pensar?”.

En 2024, AI estuvo en el centro de dos importantes documentos del Papa: además del de mayo para las Comunicaciones Sociales, fue el tema de la Mensaje por la paz del 1 de enero. A este respecto, pidió al G7 “repensar el desarrollo y el uso de dispositivos como las llamadas ‘armas letales autónomas’ para prohibir su uso, empezando ya por un compromiso activo y concreto para introducir un control humano cada vez mayor y significativo”. La IA ya está presente en algunos contextos de guerra, pero para Bergoglio -en este caso el vínculo con la paz- ninguna máquina debería tener jamás la autonomía para elegir si quitar la vida a un ser humano.

Sobre los diferentes campos de aplicación de los algoritmos, la posición de Francesco es clara: si la persona está en el centro, surgen problemas cuando la IA puede adaptarse “de forma autónoma a la tarea que se le asigna y, si así se diseña, tomar decisiones independientes del ser humano para alcanzar el objetivo fijado”. Los algoritmos – insistió el Papa – no son neutrales, tienen finalidades, excluyen a unos y habilitan a otros. Estas “elecciones algorítmicas” son las que Nello Cristianini, profesor de Inteligencia Artificial en la Universidad de Bath, denomina los tres atajos sobre los que se construye la IA: 1) la opción por la descripción estadística y el lenguaje de la probabilidad en lugar de la explicación científica y el razonamiento formal; 2) la elección de recopilar datos en línea, en lugar de producirlos, para responder a la necesidad de una gran cantidad de datos para entrenar la máquina; 3) la opción de obtener datos observando al usuario –y no pidiéndole información–, registrando todas sus decisiones para volverse hábil en predecir lo que quiere.

La Iglesia, algo que no siempre ha sucedido ante las innovaciones tecnológicas y las cuestiones antropológicas emergentes, pudo intervenir a tiempo en la reflexión pública sobre la IA. Pensemos en el papel del franciscano Paolo Benanti, que dirige la Comisión de IA para obtener información, además de ser el único italiano en el Comité de IA de las Naciones Unidas, o el Llamado de Roma a favor de la ética de la IA, citado por el Papa en el G7 y promovido en 2020 por la Academia Pontificia para la Vida dirigida por Vincenzo Paglia y que, después de haber sido firmado por líderes religiosos (cristianos, judíos y musulmanes), líderes políticos y directivos de empresas digitales, será firmado el próximo mes de julio en Hiroshima por exponentes de las religiones orientales. Transparencia, inclusión, responsabilidad, imparcialidad, trazabilidad, seguridad y privacidad: estos son los siete principios que sustentan el documento.

El pontificado de Francisco está atento a las cuestiones fronterizas, a leer los signos de los tiempos: dedicó su primer viaje a Lampedusa y a las migraciones, con la encíclica Alabado si ha unido los cambios climáticos y ambientales con la justicia social, ahora la inteligencia artificial se percibe como un desafío más que la humanidad debe afrontar. Lo hace proponiendo –es el corazón de Llamada a Roma y lo reiteró en Puglia – con algorethics, el neologismo que indica el enfoque ético de los algoritmos. Como ya había escrito en Hermanos todos, el paradigma tecnológico encarnado por la inteligencia artificial no debe dejar espacio al paradigma tecnocrático. Por esta razón – y Francisco hizo un llamamiento a la responsabilidad de los líderes del mundo – “¡es necesaria la política!” (el signo de exclamación está en el discurso original). El camino por recorrer es largo, los campos de acción son muchos, pero podemos leer la posición europea sobre el derecho web en esta dirección, que llevó a la aprobación de la Ley de Inteligencia Artificial por parte del Parlamento de la UE en marzo de 2024. De hecho, el mensaje que el Papa llevó al G7 no sólo reflexiona sobre la IA y el aprendizaje automático, sino sobre quiénes somos, quiénes queremos ser, cómo queremos vivir juntos y en base a qué principios, qué relación tenemos. con conocimiento y transformación.

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