por Paolo Pagliaro
El último presidente del Consejo antifascista, Mario Draghi, visitó el Museo de la Liberación en Via Tasso el 25 de abril de hace tres años y allí pronunció una severa sentencia. “Al honrar la memoria de quienes lucharon por la libertad, debemos recordar también – afirmó Draghi – que no todos los italianos éramos buenas personas”.
Que es lo que también piensan quienes celebran la liberación pero desde Italia, como ocurre cada año el 5 de mayo en Etiopía.
Allí, de 1936 a 1941, las fuerzas de ocupación italianas cometieron crímenes horribles al exterminar a miles de civiles indefensos, con redadas y acciones de represalia infinitamente más feroces que las de los nazis en las Fosas Ardeatinas, como recuerdan los etíopes y como él mismo documentó en sus investigaciones. Ángel del Boca. En Addis Abeba siguen preguntándose por qué en Italia todavía hay monumentos y carteles que celebran al organizador de aquellas masacres, el general Rodolfo Graziani (en la foto).
Las reticencias y omisiones probablemente se explican porque las del pasado son disputas que conciernen al presente y su proyección hacia el futuro.
Por esta razón también es acertado contrastar hoy el mito consolador de la buena gente italiana con la figura de un italiano intransigente y valientemente partidista como Giacomo Matteotti, asesinado por los secuaces de Mussolini. El retrato irregular y convincente que Concetto Vecchio hace de él en el libro de Utet titulado “Te acuso”, es una lectura que otro buen periodista, Paolo Ghezzi, recomienda sobre todo a quienes piensan– en esta era de bondad posfascista, que los veinte años han sido una comedia italiana.
(© 9Colonne – citar la fuente)