Un califa en el Piamonte sarraceno

Desde el espléndido Alcázar erigido en el cerro de Saliceto, rodeado de torres, exóticos jardines y fuentes árabes, el califa dominó los alrededores y vivió allí durante mucho tiempo junto a sus cuarenta esposas. Estamos en Alta Langa, a lo largo de Bormida, cerca de Liguria. El gran sueño de Abdul Ali era fundar un reino árabe en esa zona, que se extendía desde Monviso hasta las costas de Provenza, de donde habían llegado los sarracenos con sus invasores para saquear el Piamonte hace poco más de mil años.

No lo consiguió y cuando el califa murió su cuerpo fue encerrado en un enorme sarcófago dorado y enterrado en la tierra, luego los sarracenos cubrieron el suelo con un bosque de robles para hacer desaparecer todo rastro. Hay historias sobre la buena vida del califa en las Langhe, pero no es sólo una leyenda, ya que nuestro personaje también aparece mencionado en las antiguas crónicas provenzales. Sin embargo, es inútil ir a buscar los restos del Alcazàr de Saliceto porque fue destruido por los marqueses de Monferrato que expulsaron a los moros del Piamonte y hoy no queda nada de aquella residencia. Entre los siglos IX y X el Piamonte fue invadido por los sarracenos que subieron a nuestras montañas y valles desde el mar, destruyendo y matando. No se sabe mucho sobre estos muyahidines de hace mil años, pero las huellas de su viaje no han desaparecido por completo. El libro “Los sarracenos en el Piamonte, mito, realidad y tradición” de Gianbattista Aimino y Gian Vittorio Avondo, Priuli&Verlucca, reconstruye históricamente el paso de los sarracenos por los valles piamonteses “que dejaron huellas de las que todavía podemos encontrar memoria en lengua occitana, en las costumbres, en la arquitectura y en la cultura”. ¿Y qué decir del valle de Susa, uno de los más afectados por la violencia sarracena? En Novalesa, ciudad de la antigua abadía benedictina fundada en el 726, el paso devastador de los guerreros del Islam llegados de Provenza en el 906 se revoca cada año con la danza de las espadas.

Los monjes abandonaron el monasterio a tiempo, llevándose consigo los objetos más preciados, entre ellos 6.000 libros. Se refugiaron en Turín en la iglesia de Sant’Andrea (hoy Consolata) para regresar a Novalesa a finales de siglo. Para escapar de la violencia y el saqueo de los moros, dicen las leyendas locales, algunos aldeanos subieron a la montaña y entraron por un túnel que conducía al valle francés de Bessans. Los sarracenos los persiguieron hasta el interior del túnel pero los novalicianos, a la salida del túnel, provocaron un deslizamiento de tierra que lo cerró mientras los que permanecían en el pueblo bloqueaban la entrada con otras rocas. Así los sarracenos quedaron atrapados allí para siempre. Nadie sabe dónde está el túnel y según la leyenda los restos de los sarracenos con todos los tesoros robados están atrapados en el interior de la montaña. Garessio y Ormea estuvieron entre las primeras ciudades piamontesas que sufrieron los saqueos de los moros. Entre los dos lugares, en lo alto de una colina, se encuentra una torre de vigilancia llamada “Torre Sarracena” erigida por los habitantes locales cuando los moros llegaron desde Frassineto (Fraxinetum), el actual Saint-Tropez, en la Riviera francesa, para devastar el Val Tanaro. Para algunos historiadores la torre se remonta a la época bizantina, pero para otros estudiosos fue construida por los propios Garessini para controlar desde arriba los movimientos de los sarracenos que luego, tras la conquista, la utilizaron como base para sus incursiones.

Hoy en día, los sarracenos ya no nos aterrorizan, sino en las historias de los habitantes del valle y de los agricultores de Langhe. Monferrato y Acquese la figura del sarraceno ha permanecido imborrable gracias a acontecimientos y leyendas que se han transmitido a lo largo de los siglos y han llegado hasta nuestros días. “A l’é un sarasin”, es un sarraceno, decían los montañeses para indicar a los sinvergüenzas y delincuentes comunes. Los moros eran muy temidos hace mil años por las poblaciones locales y las madres, para ahuyentar a sus hijos demasiado rebeldes, les advertían diciéndoles “¡mira, te llevaré a Sarassin!”. En la época de los sarracenos, en la época. A principios del siglo IX, Piamonte formaba parte del imperio carolingio que se extendía por los territorios de Francia, Alemania y el norte de Italia. La presencia sarracena se recuerda en algunos acontecimientos folclóricos de los Alpes occidentales y muchos festivales se inspiran en el paso de estos pueblos procedentes de Oriente Medio, el norte de África o los Balcanes. Aún hoy algunos valles, como el de Cuneo y el de Val Susa, conservan su memoria. Basta pensar en los bailes Spadonari que se celebran entre enero y febrero en Giaglione, Venaus y Bagnasco en Val Tanaro y el Baio que se celebra cada cinco años en algunos pueblos de Val Varaita. La presencia sarracena todavía se siente hoy en los dichos, alimentos y productos de la tierra. En memoria de los sarracenos quedan en nuestro idioma muchas palabras, como trigo sarraceno, rastrillo, persiana, apellidos como Moro, Negro. Saraceno y Taricco, del general musulmán Tarik que conquistó España. Las mismas Cruzadas trajeron a miles de europeos a tierras de Oriente Próximo y es probable que el mismo maíz viniera de Oriente Medio y no de América como se cree, en los alrededores de Vinchio, en la zona de Asti, un tipo particular de “Espárragos sarracenos” y en Val Tanaro polenta sarracena… en definitiva, esta preciosa semilla se encuentra entre los muchos regalos que nos dejaron las invasiones árabes, además de las tradiciones, palabras y leyendas populares que enriquecen el patrimonio histórico y cultural del Piamonte. como bien se describe en su libro Avondo y Aimino.

Felipe Rey

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