El distrito de Parma Bio Valley y la visión bucólica de la agricultura

El distrito de Parma Bio Valley y la visión bucólica de la agricultura
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En los últimos días, el Distrito Parma Bio Valley fue reconocido por la Región Emilia-Romaña, una zona que reúne a empresas agrícolas y organismos públicos que practican la agricultura biológica y que pretenden favorecer la difusión de este método de cultivo y cría.

El objetivo, huelga decirlo, es luchar contra el cambio climático. Sí, porque en el delirio, enteramente emocional y acrítico, de la religión verde imperante, lo orgánico es sinónimo de saludable, sustentable, natural, ecológico, no contaminante, amigo de la biodiversidad. Pero, ¿es realmente así o estas creencias, lejos de estar respaldadas por la ciencia, no son más que dogmas falsos y de moda transmitidos por un lobby real que encuentra terreno fértil (para continuar con el tema) en el ambientalismo?

En Emilia Romagna, el 19% de la superficie agrícola utilizable (SAU) se cultiva actualmente de forma ecológica: somos la quinta región italiana en términos de superficie ecológica. Mientras que la Unión Europea ha fijado recientemente el objetivo de que el 25% de la SAU se cultive de forma orgánica para 2030, la región de Emilia Romagna ha hecho más, estableciendo en su Programa Regional para el desarrollo de la agricultura orgánica un umbral del 40-45%.

En pocas palabras: la región de Emilia Romagna ha destinado contribuciones a este tipo de agricultura por valor de más de 190 millones de euros entre 2014 y 2022. Una cifra que, combinada con los fondos de la PAC, anima a muchos empresarios agrícolas a emprender este tipo de práctica que, a pesar de costar aproximadamente un 30% más que la tradicional, permite una rentabilidad mucho mayor (aparte de la sensibilidad medioambiental).

La agricultura biológica, cuya productividad por hectárea es muy baja, debe ser vista con gran escepticismo también desde el punto de vista de la sostenibilidad. Según un estudio publicado en la revista Nature, los guisantes cultivados de forma ecológica tienen una huella de CO2 un 50% mayor que los cultivados de forma convencional. El trigo Kamut ecológico tiene rendimientos por hectárea iguales a un tercio de los del trigo duro italiano y a una sexta parte de los del trigo blando; comer espaguetis y pan implica trabajar entre tres y seis veces más tierra.

Lo mismo ocurre con las granjas: los cerdos ecológicos, al no poder tomar antibióticos, están más expuestos a infecciones y lombrices (tanto por el bienestar animal). Gracias al progreso tecnológico y a las innovaciones en la agricultura, con el uso de fertilizantes y pesticidas químicos, ha sido posible alimentar a una población de 8 mil millones de personas con un uso cada vez menor de la tierra y empleando sólo al 3% de la población mundial.

Sin embargo, si convirtiéramos toda la agricultura del planeta a orgánica, tendríamos que cultivar millones de kilómetros cuadrados más de tierra, sacándola de la naturaleza y los bosques, utilizar más máquinas y diésel (consecuencia también de la falta de deshierbe) y Estaríamos satisfechos con la mitad de las cosechas actuales, ya que la otra mitad sería devorada por hongos, insectos y malas hierbas: en definitiva, destruiríamos el planeta y mucho menos la sostenibilidad. Además, en la narrativa dominante, los productos orgánicos se consideran “naturales”: es una pena que impliquen el uso de azufre y cobre, que tienen peores perfiles toxicológicos y ambientales que casi todos los agroquímicos sintéticos utilizados en la agricultura convencional.

En conclusión, el supuesto virtuosismo de la agricultura orgánica (que también incluye a muchos estafadores cuyos productos son “orgánicos” sólo en el papel) y el afán por fomentarla contrastan con la investigación científica y el sentido común.

Más bien, sería deseable que los políticos que tienen una visión irrealmente bucólica de la agricultura la percibieran como una actividad que debe, sobre todo, producir alimentos a precios asequibles y no como una herramienta para satisfacer vagas languideces pseudoecológicas.

Príamo Bocchi

Fdi concejal municipal de Parma

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