La muerte de Paul Auster los mejores libros.

Llega con una notificación en el teléfono inteligente. New York Times la noticia de Muere Paul Auster a los 77 años en la misma ciudad que había fotografiado con palabras, y por un momento el mundo pareció contraerse de tristeza. El escritor de la famosa “trilogía de Nueva York” falleció en su casa de Brooklyn a causa de un cáncer de pulmón que deliberadamente había ocultado, debido a ese pudor innato a la hora de hablar directamente de sí mismo que lleva a los escritores a esconderse en sus libros. Superestrella de la literatura americana, natural como Bruce Springsteen de esa Nueva Jersey tan denostada por los neoyorquinos en las series de televisión (y quizás aún con más esencia de América), en su libros Pablo Auster tuvo la capacidad de mirar transversalmente la ciudad-microcosmos para la que todos han intentado encontrar palabras eficaces, enmarcándola desde perspectivas desconocidas. Cultivado durante su larga estancia en Francia cuando era joven, había dado un toque europeo a sus libros, según muchos críticos, fusionando a Derrida, Emily Brönte y el negro quirúrgico de su primer amor lector, Robert Louis Stevenson, a quien su abuela cuando era niño para hacerle entender que había otros mundos más allá del béisbol. Un estilo que también expresó en el cine, en los guiones Fumar y dirigiendo Azul en la cara, ambos interpretados por su expresivo fetiche Harvey Keitel. Cine por el que siempre había tenido una especial pasión, Pablo Austeraunque optó por no estudiarlo en su etapa en Francia debido a su timidez al hablar en público.

Trilogía SUPER ET Nueva York

Trilogía SUPER ET Nueva York

Era el menos americano en estilo, y al mismo tiempo el sutil destilador de detalles que cambiaron las historias. Siempre desde aquella casa de Brooklyn donde había elegido vivir mucho antes del revuelo intelectual del tercer milenio. Fue el máximo ejemplo del hombre de letras puro, disciplinado en su oficio hasta el punto de escribir al menos seis horas al día, siete días a la semana, estrictamente con pluma estilográfica y libreta. Escribió sólo los borradores, rechazando con gracia los excesos entusiastas de las innovaciones tecnológicas que no lo cautivaban. “Los teclados siempre me han intimidado. Un bolígrafo es un instrumento mucho más primitivo, sientes las palabras que salen de tu cuerpo y luego las grabas en la página. Escribir siempre ha tenido esa cualidad táctil; para mí, es una experiencia física. “, explicó a La revisión de París en una entrevista de 2003. “Auster hizo que ser escritor pareciera algo real, algo que una persona realmente podía hacer”, comentó la poeta y escritora Meghan O’Rourke al NYT. La última voz de una Nueva York lejana, y un adiós.

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