MAGNIFICAT AMOUR de Isabella Santacroce (Il Assayer)

MAGNIFICAT AMOUR de Isabella Santacroce (Il Assayer)
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“Magnificat Amour” de Isabella Santacroce (Il Assayer)

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por Grazia Pulvirenti

La llama de una vela. Ubicación no especificada. Un interior. Las visiones toman forma entre el humo del incienso. Entre las palabras. Una destilación de palabras, una destilación de visiones. Los que vinieron de puñetazo de ETA Hoffmann, en comparación, parecen débiles, pálidos, evanescentes. Los que Isabella Santacroce evoca, en un flujo magnético, son poderosos, surgen de uno descenso al infierno y del ascetismo de una palabra que anhela lo absoluto. Y lo dibuja. Ùsque ad sidera: “Uno se hunde en el dolor para ascender” (p. 378).
magnifico amor, la última novela de Santacroce, recién publicada por Il Saggiatore, es un vórtice en el que pasiones, tormentos, momentos de éxtasis, subidas de precipicios toman forma y se consumen. En un coral de voces, cada una diferente de la otra, cada manifestación de un abismo individual, de una angustia que no puede dejar de perturbar el corazón y el alma de los vivos, cualquiera que sea su origen social, su edad, su nostalgia.
El dolor es el estigma que une a personajes tan diferentes entre sí, que mueve sus pasos sobre afiladas astillas, entre residuos podridos de la vida, cegados por el brillo de destellos efímeros. Sin embargo, la escritura, entre analepsis y anacronías, elipses y parálisis, nunca se convierte en una narración al estilo autoficción de los propios tropiezos, del propio sufrimiento: “No hay que contar el dolor, una espada clavada en un grito. El dolor no hay que contarlo, la fuerza que sostiene el amor es incansable” (p. 369).
En este viaje sin nostos, un viaje a la nostalgia, a las ganas de vivir, al desconcierto, hay una estrella cometa, la búsqueda del amor: “Sólo el amor es capaz de caminar al borde del abismo y por las cimas de las montañas. Amor, amor una vez más” (p. 384).
Informar sobre los contenidos sería menospreciar una novela que bebe del signo y del sueño de la literatura entendida en un sentido sagrado, como una transmutación alquímica de un estado de materia pesada a la preciosidad de una piedra incandescente. Es la palabra que incandescente, que crea un flujo magmático que aturde, que cava abismos desde los que se intuye, entre no raras epifanías, una sensación de asombro. Para la belleza. Tal vez sea precisamente éste uno de los secretos de esta escritura indefinible: la intuición de una belleza inquietante, punzante, que la palabra puede lamer, acariciar, consumir, sin jamás quedar satisfecha, sin dejar jamás de desearla, incluso cuando parecería haberlo conseguido, poder resguardar. Y en esto está la condenación y la salvación, en esto se manifiesta esa literatura que hoy tanto falta en las novelas con las que la edición italiana infesta el mercado: una literatura que es arte, una metamorfosis de las opacidades de la existencia en una palabra capaz de gritarla y trascenderlo: “Lo indefinible que se mueve y se eleva está en otra parte”. (pág. 391)
El objetivo de la escritura de Santacroce está en otro lugar, un otro lugar que es al mismo tiempo una intuición de esferas sublimes de existencia pero también de inmanencia, un cruce de sufrimiento, de oscuridad, de silencio: “Tiene que haber algo más que sea simplemente ligereza, como tú, luz que incide sobre esta sombra que me resume. Pero no me hablas. Sólo tienes palabras para las flores” (p. 383).
Porque, paradójicamente, es en este magma donde todo arde con palabras, la cifra del silencio, el espacio incontaminado del que, como para Hofmannsthal, fluye la luz: “Después de aquella noche comprendí el silencio, alegre diosa blanca”. (pág. 387)
Y de estas cimas surge la dimensión ética de una palabra que nunca se contenta con expresar el mal que nos atraviesa, porque pretende rasgar el velo que cubre el castigo, la oscuridad que nos ciega. Y allí se manifiesta, inesperada e hipnóticamente, el bien, el amor, la trascendencia extraída de la inmanencia: “El bien no tiene tiempo, es una chispa nunca apagada que emerge de lo eterno, ardiendo en una reverberación para llevarnos de regreso a lo comienzo de su nacimiento”. El principio de su nacimiento es la palabra de la mente “la maraña de amaneceres”.

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Detalles del libro: “Magnificat Amour” de Isabella Santacroce (Il Saggiatore)

Lucrezia y Antonia son primas, pero no podrían ser más diferentes entre sí. La primera es bella, dedicada a un morboso cuidado del cuerpo y “dueña de lo inmundo, heroína de una vida de necedad”. El segundo es feo, pasado por alto por todos, “un garabato de tez aceitunada” que a sus veintisiete años aún no ha besado a nadie. Irrumpiendo en sus existencias opuestas, aunque unidas por la misma necesidad de redención, estará Manfredi, un pianista de treinta y dos años que se mueve en la realidad como un fantasma, tal vez porque fue un prodigio de niño, pero hoy «en su mirada hay siglos de luz sobre precipicios de deseos que nunca se han hecho realidad.”

Luego está la hermana Annetta, a quien Lucrezia conoce en una iglesia al final de una noche de excesos, una mujer de pureza perturbada que está escribiendo un libro titulado Hacia Dios y parece haber comprendido que la mayor petición de amor coincide con el pecado.

Entre tías ex Miss Cine, parientes metafonistas, poetas alcohólicos y millonarios aceitosos, todos balanceados entre la autoexaltación y el martirio, los protagonistas de esta historia parecen encarnaciones de voces paranormales que se manifiestan en diferentes tiempos y lugares, pero producidas por el El mismo ventrílocuo misterioso.

Después de años de silencio, Isabella Santacroce regresa con una novela-monstruo de gran esoterismo, una comedia humana moderna que procede entrelazándose con muchos de los acontecimientos autobiográficos de la autora. Una partitura polifónica escrita con un lenguaje inimitable, en la cima de su maduración artística.

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Isabella Santacroce ella es una escritora italiana. Entre sus libros recordamos luminal (1998), Lulú Delacroix (2010) mi amar (2012).

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Entre los pliegues de las historias“:
Entre los pliegues de las historias, entre los barrancos de lo que generalmente desaparece, pero que está lleno de significado.
Columna editada por Grazia Pulvirenti.

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