Rusia es la verdadera frontera que divide a Europa



La mayoría Úrsula está ahí. Los números están ahí y el bloque del Parlamento Europeo que coronó a Ursula von der Leyen como jefa de la Comisión resiste. Pero los desafíos del Viejo Continente, en esta convulsa fase histórica, no son los que pueden resolverse con un simple recuento de votos. Y con una guerra a sus puertas, una China cada vez más asertiva y Estados Unidos en una crisis de liderazgo, para muchos observadores la Unión Europea debería tener una mayoría con una connotación diferente. No sólo proeuropeo, sino también atlantista. Y es en esta frontera sutil (pero decisiva) donde se juega el verdadero juego para el futuro de Bruselas.

En los últimos días, el Kremlin, a través de su portavoz Dmitry Peskov, ha dejado claro que no aprecia ni la renovación de von der Leyen ni los nuevos nombramientos al frente de la UE. “Las perspectivas para las relaciones entre Moscú y Bruselas son malas”, declaró el hombre de Vladimir Putin. La presidenta de la Comisión, por Moscú, ha demostrado que “no está a favor de la normalización de las relaciones entre la UE y Rusia”. Mientras estuvo en Kaja Kallas como Alto Representante de Política Exterior, Peskov recordó su “rusofobia”. La señal de Rusia es clara. Pero las señales de las últimas votaciones para la renovación del Parlamento Europeo también fueron claras.

Los partidos que no han demostrado una línea atlantista clara parecen estar en aumento en muchos países del continente. Y es una línea transversal. Lo demuestran los votos del AfD en Alemania, cuyo colíder recién reelegido, Tino Chrupalla, afirmó ayer que no quiere ser “melonizado” y que el suyo es el “partido de la paz”. Y así lo confirmaron los votos de la izquierda al Bündnis Sahra Wagenknecht, el partido rojo-marrón, cuyos diputados, junto con los de Alternativa para Alemania, boicotearon el discurso de Volodymyr Zelensky en el Bundestag. El mismo “boom” en Austria, donde el Partido de la Libertad duplicó sus escaños. Viena no es parte de la OTAN, pero las posiciones del partido -ciertamente no críticas con Rusia- pueden tener un peso considerable dentro del Parlamento Europeo. Los vientos críticos sobre la Alianza Atlántica continúan soplando en gran parte de Europa del Este. Viktor Orban, de Budapest, duda sobre su agenda. El Renacimiento Búlgaro obtuvo tres escaños. Mientras que en Occidente, las dudas relacionadas con las posiciones de la Rassemblement National en Francia fueron mitigadas por el candidato Jordan Bardella, que aseguró que no permitirá que el imperialismo ruso absorba un Estado aliado como Ucrania”. Incluso si París, como sabemos, no tiene el atlantismo en su alma.

Y en la mayoría “Úrsula”, mientras las posiciones del Partido Popular Europeo y de Renew Europe parecen claras, en la izquierda siempre existe el interrogante del empuje de los partidos más radicales. Los socialistas parecían estar atravesando una crisis de consenso e identidad, mientras empezaban a resurgir fuertes sentimientos críticos hacia la OTAN y Occidente. El Grupo S&D siempre ha sido claro en su apoyo a Ucrania y las sanciones a Rusia. Pero la pérdida de votos, el ascenso de otras fuerzas populistas y un electorado cada vez más crítico con algunos puntos clave (como el apoyo a Israel) han dejado claro que el alma de la izquierda puede ser ambivalente. Y la caída del apoyo a los Verdes también lo certifica. Los números de una mayoría están ahí.

Pero el bloque Úrsula corre el riesgo de subestimar que hay otro factor: el de los grupos que pueden garantizar que cuando se tomen decisiones decisivas no retrocederán. También para contrarrestar una galaxia no alineada cada vez más explosiva.

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