Es hora de un soberanismo pragmático, pero la reducción de daños no es una estrategia


Como se predijo, 2024 será un año de grandes cambiosentre elecciones presidenciales estadounidenses, elecciones europeas y geopolítica entre Europa del Este, Oriente Medio, sin olvidar el Pacífico, en constante agitación.

Los distintos actores con sus posicionamientos están en plena actividad en los principales continentes: la reciente publicación pública de Mario Draghi No es más que el último de una serie de mensajes, elaboraciones estratégicas y acciones entre las diversas corrientes de pensamiento que recorren Occidente en general. trabajo existencial.

Si Draghi propone, por más cuestionables que sean, trayectorias claras y transparentes para, fundamentalmente, más Europapor otro lado aparecen los actores de las corrientes de pensamiento antagónicas en el umbral de un vadomuy indeciso sobre qué hacer.

Al otro lado del océano, el período de gritos de teorías de conspiración postelectorales, nada menos, ha terminado. QAnon y relata, con el pragmatismo de un empresario, el candidato Donald Trump ha definido un mensaje electoral claro, desarrollando también en los últimos años una sólida red administrativa entre gobernadores y representantes electos en los distintos estados liderados por republicanos y más allá. La red trumpiana hoy es transversal en el mundo de negociolos medios de comunicación y, en general, la sociedad estadounidense.

Mientras que en Europa, dividida entre las necesidades nacionales y la respuesta a la agresión rusa, las fuerzas llamadas conservadoras y soberanistas se encaminan hacia las próximas elecciones europeas con un análisis común de los problemas de la Unión, pero sin una estrategia de acción real y unívoca.

De hecho, si por un lado muchos movimientos políticos han dejado de lado la posibilidad de una reforma radical de la Unión, hoy parece que el objetivo es sólo tener la daño mínimo posible sobre los distintos expedientes, desde el clima y la industria hasta la salud y las libertades económicas. Parecen estancados en un análisis correcto de las distorsiones y límites de las políticas europeas, pero sin una estrategia real para lograr resultados concretos y revertir una tendencia de decadencia que azota a nuestro continente.

No hay un verdadero plan “ejecución”incluso el electorado parece cansado de una crítica simple, aunque justa, del actual sistema europeo, sobre todo porque las fuerzas llamadas soberanistas, salvo en casos excepcionales, no son la mayoría en casi ninguna nación continental.

Nuevamente mirar al otro lado del océano puede resultar muy útil, también hay que entender que elaborar planes post-soberano menos ideológico pero más pragmáticoy quizás verdaderamente incisivos, requieren una gran movilización no sólo del consenso sino también de las clases dominantes.

El desafío de una Europa en crisis de identidad puede superarse no sólo reivindicando principios sólidos sino también respondiendo al espíritu de los tiempos con gran fuerza de voluntad y también astucia, astucia e ingenio.

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