VENGANZA Y MUERTE, DE SERGIO VELITTI, EN ESCENA

Roma. Desde las afueras de Roma surge un renovado interés por el teatro civil, que aún no se puede decir que esté completamente agotado o pasado de moda.

Nacido y a menudo confundido con la temporada del experimentalismo y los “sótanos” o más aún con el teatro político, dadas las implicaciones y los valores que promovía, el teatro civil en Italia abarcó al menos veinte años, de los años 1960 a los años 1980, dando también nosotros, críticos de teatro en formación, la oportunidad de probar suerte en acontecimientos que la mayoría de las veces iban más allá de la historia del teatro y surgían de las noticias diarias, donde el crítico, con su riqueza de cultura de textos clásicos, se movía con dificultad, la sana dificultad de quien se encuentra registrando, comprendiendo y ayudando a comprender nuevos mensajes y fórmulas alternativas.

Esta trilogía de Sergio Velitti, rebautizada como TRILOGÍA DE VENGANZA Y MUERTE por la producción y el director, está compuesta por tres monólogos (Marialaò; Sobre una dama; grisalla azul) Tiene su génesis precisamente en aquellos años de máxima expresión del teatro civil. Y reivindica todos los presupuestos teóricos y aplicaciones escénicas empezando por el más importante, la implicación emocional del espectador.

La implicación es fundamental para que se cierre el circuito entre espectador y autor y se respete la fórmula de la empatía. Pero la implicación no sería posible si las historias escenificadas en un escenario sin escenografía (si no mínima: un marco vacío, una silla y un dibujo animado de un vagabundo) y en este caso acompañadas por la música de Marcello Cirillo no estuvieran unidas por un pegamento narrativo que el La profesionalidad de Nello Pepe, director de Rai desde hace mucho tiempo, supo legitimarla haciéndola parecer más un unicum recogido en una dialéctica de episodios, en una reciprocidad dialógica, que una historia fragmentada en momentos separados unos de otros, como monólogos individuales, aparecen en la idea de su autor. Se trata, pues, de una estrecha dialéctica en la que las conexiones se encuentran en lo que antes se definían como motivaciones profundas.

Aquí el pegamento es la violencia, una violencia integral, expresada sin recursos patéticos ni aclaraciones sociológicas, ejercida por una sociedad chauvinista hacia las mujeres, y lo que marca la distinción en esta trilogía entre teatro político y teatro civil es precisamente la negativa de la autora a llegar a cuál es la solución definitiva, la absolución, la venganza y/o la redención del ofendido por parte de aquella parte de la sociedad que ofende. De hecho, en la portada sólo podemos leer el dolor, la frustración, la resignada resignación ante la inevitabilidad de la vida cotidiana de las tres protagonistas femeninas.

La primera, María Lao, en cuyas entrañas atormentadas por una vida al margen (la de la acera), la talentosa María Cristina Fioretti supo infundir connotaciones interpretativas romanas que recordaban la indiscutible habilidad de Gabriella Ferri con su actitud orgullosa. y su determinación y la aceptación consciente del destino que muchas veces hemos encontrado en Magnani. Tocando todos los registros interpretativos en cuestión, desde la comedia dolorosa hasta la ironía dramática, pasando por la desgarradora normalidad de una vida cotidiana aceptada pero nunca deseada.

El alto nivel interpretativo no se suaviza ni siquiera en el segundo episodio, interpretado en tándem entre Fioretti y Maria Pia Iannuzzi, que supieron combinar sin mostrar lagunas ni discontinuidades la figura de la noble dama envenenada por su marido que luego se venga de él en un asunto que alterna drama y farsa, ironía y patético con un perfecto equilibrio interpretativo.

Finalmente, la historia figura tristemente entre los clásicos de la literatura teatral que se remonta a la mitología, es decir, a quien como madre se convierte en verdugo de sus hijos, la Medea que desde Eurípides hasta Anna Hurkmans (quien la revivió, obviamente en clave moderna). , apenas el año pasado la historia) donde la protagonista es esta Antonietta Gavone, viuda de Cairano, una bella y próspera mujer de 35 años que fomenta ideas de posesión en los hombres, disfrutando de ello.

Madre de numerosos hijos a los que no puede garantizar una vida, aunque no digna, al menos suficiente para la supervivencia material, basando sus motivaciones en esa pobreza que desde hace años azota a nuestra nación que sale de una guerra y de una crisis aún más grave. posguerra hambrienta de la propia guerra debido al desencadenamiento de las dificultades de supervivencia de quienes ya eran pobres antes y que habrían visto aumentar su pobreza y reproducirse paradójicamente precisamente con el bienestar, que, como hemos visto, había logrado para recompensar a los inteligentes, a los arrogantes, a los violentos, a los opresores. La desesperación, la ira, el sufrimiento, la frustración, la decepción, el dolor maternal vinculado a la decisión de matar a la propia descendencia dominaron la escena en la interpretación variada, intensa y completa de Matia Pia Iannuzzi, no nueva en esta parte ya probada, pero introyectada como para hacer se convierte en una herencia expresiva de sus ya maduras y completas habilidades actorales. Y ciertamente convincente, a juzgar también por la respuesta de los espectadores que saludaron el espectáculo con largos y entusiastas aplausos.

RAFFAELE AUFIERO

DEL 23 AL 28 DE ABRIL DE 2024
EN EL TEATRO TOR BELLA MÓNACA
Via Bruno Cirino, en la esquina de viale Duilio Cambellotti con via di Tor Bella Monaca
tel. 06. 2010579

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