Una vez encendido el fuego sagrado de la llama olímpica, que sea mensajero de paz entre los pueblos.

En Olimpia, Grecia, se encendió la antorcha olímpica el 16 de abril para los Juegos Olímpicos de 2024 en París, Francia.
El rito del encendido de la antorcha olímpica aún resiste y preserva el fuerte e irresistible tema de la paz entre los pueblos.

La antorcha olímpica cruzará el mar Mediterráneo desde Grecia para llegar al puerto de Marsella, la ciudad multiétnica abierta a las culturas y que acoge a los inmigrantes. El incendio olímpico tardará 100 días en llegar a París, donde comenzarán los juegos.

El incendio olímpico llega en un momento de gran crisis para Europa. Las guerras en las fronteras del viejo continente y en el mundo traen miedo y preocupación por posibles ataques y por lobos solitarios difíciles de controlar evitando ataques. El deporte es una cultura de paz, de celebración y de encuentro de los pueblos.

En el pasado lejano, la antorcha olímpica detuvo las guerras y la fe en los dioses triunfó entre los pueblos y los pueblos creían y obedecían las leyes, que tenían el poder de regular las relaciones y gobernar la democracia. La globalización del sistema económico, político, cultural y social se ha quedado sin tiempo y ha perdido el juicio.

El mapa geográfico mundial de los pueblos ya no es el del siglo XX, del breve siglo de las dos guerras mundiales. Comparada con los conflictos, la región está desnuda, comparada con los migrantes, impotente y desarmada sin humanidad. Necesitamos confianza, tenemos gran necesidad de fuego, de la luz de la antorcha olímpica para calentar el corazón e iluminar la razón.

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