Embarazos de riesgo: en África hay 130 veces más probabilidades de morir que en Occidente

Embarazos de riesgo: en África hay 130 veces más probabilidades de morir que en Occidente
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Una mujer africana con complicaciones durante el embarazo o el parto tiene 130 veces más probabilidades de morir que una mujer europea o norteamericana. Pero aunque viva en Estados Unidos, uno de los países más desarrollados del mundo, si es afrodescendiente las estadísticas no la favorecen: tiene hasta 3 veces más probabilidades de morir durante el parto que una mujer blanca. . Alrededor de 800 mujeres mueren cada día durante el parto, 500 de ellas en países afectados por conflictos, aunque la mayoría de estas muertes podrían evitarse con una atención sanitaria adecuada. Además, las mujeres y niñas con discapacidad tienen hasta diez veces más probabilidades de sufrir violencia de género y, al mismo tiempo, enfrentan mayores barreras para recibir atención e información sobre salud sexual y reproductiva. La discriminación y el estigma que enfrentan las personas LGBTQIA+ son a la vez un problema en sí mismos y la causa de las profundas desigualdades en salud que padecen.
Estos son los datos recogidos por el informe “Estado de la población mundial 2024”, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la agencia de las Naciones Unidas responsable de la salud sexual y reproductiva, difundido en los últimos días.

Hace treinta años, los gobiernos de todo el mundo llegaron a un consenso de que la salud y los derechos reproductivos son piedras angulares del desarrollo global. Este acuerdo innovador allanó el camino para tres décadas de progreso. Desde entonces, la tasa de embarazos no deseados ha disminuido casi un 20% a nivel mundial. El número de mujeres que utilizan anticonceptivos modernos se ha duplicado. Hoy en día, se han promulgado leyes contra la violencia doméstica en al menos 162 países, y las muertes maternas han disminuido en un 34 por ciento desde 2000.
Sin embargo, el progreso no se ha producido tan rápida y ampliamente como debería y no ha afectado a todas las mujeres por igual. La violencia de género sigue siendo endémica en casi todos los países y comunidades. La mortalidad materna no ha mejorado en absoluto desde 2016 y, de hecho, está aumentando en un número preocupante de países. Casi la mitad de las mujeres todavía no pueden tomar decisiones sobre sus cuerpos y se les niega la salud y los derechos sexuales y reproductivos.
La desigualdad es una de las principales razones.
Según los nuevos datos presentados en el informe, si bien las mujeres de todas las etnias y niveles socioeconómicos coinciden en que las barreras para acceder a la atención médica se han resuelto con el tiempo, las más marginadas son las que menos se han beneficiado de estas mejoras.
Esto significa que la comunidad internacional se ha centrado en llegar a los grupos más fácilmente accesibles y ha descuidado abordar las desigualdades y disparidades cada vez más presentes en las sociedades. Esta negligencia ha permitido que las brechas se agraven hasta convertirse en abismos, cada vez más difíciles de superar.
En todo el mundo, las personas que desean acceder a servicios básicos de salud sexual y reproductiva se ven obligadas a superar barreras superpuestas debido a su género, situación económica, origen étnico, orientación sexual o discapacidad.

La situación es aún más grave en los conflictos y en el contexto de los desastres climáticos, cada vez más frecuentes debido al calentamiento global, porque son situaciones que dejan a las mujeres sin atención sanitaria. Siempre que ocurren huracanes o inundaciones, las mujeres y los niños son los más desfavorecidos. La comunidad internacional siempre debe asumir la responsabilidad de garantizar, incluso en tiempos de crisis, que las mujeres puedan dar a luz de forma segura y no sufran violencia sexual. La vulnerabilidad de las mujeres en los conflictos es enorme: los ataques contra ellas están aumentando, al mismo tiempo que, al mismo tiempo, los trabajadores y centros de salud se han convertido en objetivos de guerra. Pero incluso donde no hay guerras, a menudo hay sistemas y gobiernos que intentan quitarles los derechos a las mujeres y otros sujetos o limitar su participación en el activismo. Derechos que no siempre se consideran prioritarios y organismos que muchas veces se politizan como arma para dividir a la sociedad.
Si queremos hacer realidad la promesa de salud y derechos sexuales y reproductivos universales hecha hace treinta años en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en El Cairo, está claro lo que hay que hacer: cortar de raíz las desigualdades en los sistemas y políticas de salud y dar prioridad a las mujeres y jóvenes que sufren una mayor marginación y exclusión.

El informe de la ONU, titulado “Vidas entrelazadas, hilos de esperanza: superando las desigualdades en salud y derechos sexuales y reproductivos” concluye con una cifra considerada adecuada para abordar el problema: según el UNFPA, una inversión de 79 mil millones de dólares de parte de las economías de alto nivel y países de ingresos medios, de aquí a 2030 evitaría 400 millones de embarazos no deseados, salvaría la vida de un millón de personas y generaría beneficios por valor de 660 mil millones de dólares.
Es necesaria una atención sanitaria completa, universal e inclusiva, además de basada en los derechos humanos, y ya existe un colectivo heterogéneo repartido por los territorios del norte y del sur del mundo -desde feministas hasta grupos indígenas, desde activistas por la climático a los movimientos de jóvenes antagonistas- que está liderando el camino hacia un futuro más igualitario para todas las personas, pero necesitamos la voluntad política para escucharlo y apoyarlo.

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