REINA – Puro ataque al corazón

REINA – Puro ataque al corazón
REINA – Puro ataque al corazón

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9.5

  • Bandas:
    REINA
  • Duración: 00:38:41
  • Disponible desde: 11/08/1974
  • Etiqueta:
  • EMI

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Parece casi increíble escribirlo para un grupo del nivel de Queen, pero la llamada prueba del tercer álbum, que debería confirmar o derretir como la nieve al sol el potencial de una banda, también fue válida para ellos, allá por el pasado. 1974.
Apenas seis meses antes, los cuatro ya habían lanzado su segundo álbum, simplemente “Queen II” (aquí está nuestra reseña), un álbum que les había valido críticas muy favorables, pero también críticas considerables: un tema que se repetirá con frecuencia para los Mercury. banda, incluso en la cima de su éxito, entre aquellos que apreciarán sus habilidades y actitud musical, especialmente en vivo, y aquellos que nunca se dejarán intimidar por el componente más “barroco” de su música. Esto, al menos, a nivel crítico, mientras el público ya empezaba a apreciarlos cada vez más en ese año; Gran mérito es para sus amigos Mott The Hoople, en ese momento una de las grandes estrellas del glam/hard rock inglés, quienes los quisieron a su lado durante su gira tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos, asegurando que Queen pudiera expresarse frente a ellos. de un público más amplio, experimentando cada vez más con los arreglos y esa presencia escénica que estará entre sus señas de identidad. En definitiva, Queen están listos para dar el gran salto, o al menos para probar con todo lo que puedan poner en juego, empezando por un productor que sepa guiarlos a ambos en sus pequeñas locuras y en la dirección correcta para crear verdaderas joyas de la radio. , que por el momento aún no habían llegado; el nombre elegido vuelve a ser el de Roy Thomas Baker, ya presente en los créditos de los dos primeros álbumes, que aquí consigue hacer lo que Queen necesitaba: el director del circo, porque es una auténtica fiesta sin fronteras, hortera y muy curioso, el que entrega la banda desde las primeras notas.
“Brighton Rock” abre con sonidos de feria de pueblo, y la referencia es clara al pueblo costero que reunía hordas de jóvenes cada fin de semana, con ríos de alcohol, atracciones y hasta varias peleas entre tribus urbanas, como perfectamente evoca el Película “Cuadrofenia”. El homenaje a los Who también está en la suntuosa guitarra de esta canción, que tras los versos en los que Freddie disfruta naturalmente interpretando ambos papeles de pareja en viaje, explota con un solo efecto y estratificado, que a partir de ese momento se convierte casi siempre en el base para los solos en vivo de Brian May. Los tonos se relajan con uno de los ataques más famosos de su discografía, concretamente el chasquido de dedos y el piano de “Killer Queen”. El que se convertiría en uno de sus singles de mayor éxito, y que pronto les abriría el camino para realizar una gira por Japón y convertirse en un culto total, retoma y perfecciona la faceta más lúdica de la banda, sin que le falte un toque notable y, una vez más, de gran solo para mayo. Después de una canción para cada uno de los dos líderes naturales de la banda, le toca el turno a Roger Taylor, que como es habitual en todos los primeros discos de la banda, escribe y canta en “Tenement Funster”; Después de un delicado arpegio y la entrada de la asombrosa y ronca voz de Roger, la canción se convierte en un hard rock a medio tiempo de gran encanto, quizás menos en la letra, en la que como siempre el rubio baterista juega con los clichés de la vida del rock n’roll. La canción continúa sin interrupción en el oscuro y lleno de adrenalina “Flick Of The Doll”: aquí el piano explica la composición de Mercury, quien luego completa el popurrí como autor con “Lily Of The Valley”. Una canción dulce pero críptica, que cita abiertamente “Seven Seas Of Rhye”, pero en la que Freddie quizás comienza a expresar sus tormentos sexuales, en particular hacia su amada, pero “imposible”, Mary Austin. El tríptico confirma muy bien la ambición de la banda en la investigación compositiva, y la delicadeza de la última parte es un perfecto preludio de un nuevo y fundamental capítulo del rock: estamos hablando de “Now I’m Here”, otra canción icónica e imprescindible para decir the less, en el que Brian rinde homenaje a Mott The Hoople, citando los largos meses de gira juntos (“Abajo en la ciudad, solo Hoople y yo”) y consolidando inconscientemente el traspaso entre las dos bandas en el Olimpo del rock inglés. En un álbum deliberadamente “esquizoide”, pretencioso, pero precisamente por eso estimulante, los ritmos no pueden evitar volver a ralentizarse con “In The Lap Of The Gods”, donde regresan al principio las estratificaciones vocales ya experimentadas en “Queen II”. , mientras Mercury, entre un estribillo y otro, juega con distorsiones casi dignas de Frank Zappa. ¿Qué podemos decir a continuación sobre “Stone Cold Crazy”? Overdrive, un riff de speed metal 10 años antes, pero con un toque circense típico de Queen… simplemente, un placer. La canción, que Metallica retomó unos años más tarde con excelentes resultados, data en realidad de 1969, hasta el punto de que nadie recordaba quién la había compuesto, ni quién se había limitado a arreglar su propio instrumento: de ahí la tendencia a la autoría colectiva. de las canciones que caracterizarían la discografía de Queen en los años 1980. “Dear Friends” es poco más que un interludio para piano y voz, casi una canción de cuna al estilo típico de May –aunque cantada por Mercury–, mientras que en “Misfire” John Deacon asume la carga/honor de componer una canción, con una bonita mezcla. entre las vocalizaciones y el tono surfero de los Beach Boys, y un ritmo que sin duda es más hijo de Albion, en particular en el frente del soul norteño. “Bring Back That Leroy Brown” nos traslada a los años veinte, entre woo-woo, ukelele y juegos vocales casi locos: una de las piezas aparentemente más tontas, pero como siempre adorable y con un arreglo perfecto, sobre todo por el gran trabajo de el contrabajo de John: al final, entre los grandes del rock, sólo Queen tuvo el coraje de incluir piezas tan improbables en sus discos durante años, y de tocarlas más de 200 veces, incluso en vivo. En “She Makes Me (Stormtrooper In Stilettoes)” la mano de Brian May vuelve a ser reconocible desde lejos, aunque la guitarra acústica colocada de fondo y el trabajo elegíaco en la voz de Freddie la convierten en una pieza casi digna de la escena de Canterbury, una Prog con una estructura básica, pero muy intenso. “In The Lap Of The Gods (Revisited)” retoma sólo el título de la canción que abrió la cara B, amplificando su sentido épico, que estalla en un estribillo que la convierte en la “madrina” natural de “We Are The Champions” y de aquellos canción de la arena en el sentido más estricto del término que a Freddie le encantaba cantar para copular metafóricamente con su público.
Dijimos desde las primeras líneas que Queen, especialmente entre los metaleros, siempre ha dividido al público entre admiradores entusiastas y críticos furiosos, y ciertamente un disco tan polifacético y poco dedicado a los riffs es particularmente criticable. No será casualidad que, a pesar del constante subtexto de burla que caracteriza sus (ya lejanas) entrevistas, el histriónico Mike Patton se limite a citar este álbum como el álbum de rock inglés que admitió amar. Sin embargo, si apenas un año después, Queen sale con eso monstruos de “A Night At The Opera” – pero también, a continuación, con su gemelo en espejo “A Day At The Races” -, es también y sobre todo porque los trece temas de “Sheer Heart Attack” lo confirmaron como capaz de jugar con cada sonido y sonoridad, sólo por diversión, pero también les hizo más conscientes de lo que podía entretener al público en sus cada vez más frecuentes e incendiarios conciertos. Y en este frente, sólo para subrayar el valor del álbum con algunas estadísticas, bueno: es el álbum del que más canciones han tocado, más veces, en su historia. Debe significar algo, ¿verdad?

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