El cofre del tesoro de las maravillas escondidas – doremifasol.org

Quizás pocos de nosotros lo creímos. Pero estoy seguro de que muchos de nosotros teníamos la esperanza de que otro sueño más se hiciera realidad. Ayer el Gran Mago sólo necesitó un toque de su varita – mágica, obviamente – para iniciar el encantamiento.

Entre los muchos proyectos que diseña su mente incansable también habrá estado este, de aquí a 2026, y ayer se lo sacó de la chistera en exclusiva para nosotros. Después de todo, ¿qué mejor público podría acoger y apoyar, con voces, con manos, con aplausos y lágrimas de nostalgia, tal operación, si no el de sus muy cariñosos Clabbers?

El Divino Claudio no pierde el ritmo. Dijo que no estaba preparado para esta cita, una recuperación de cabeza y cuello, en un cartel muy concurrido en el Auditorium Parco della Musica, de una cita de diciembre perdida por indisposición.

¿Lo primero que dijo?

“Pido disculpas por la demora”

Después de todo, había estado enferma los días anteriores, ¡pero ese mismo día me sentí genial!

¡Pero habría sido demasiado tarde para llamarlos a todos aquí otra vez! Entonces aquí, “perdón por el retraso”.

Porque siempre pone al público en primer lugar.

Porque los méritos nunca son suyos.

“Ahora no estoy seguro de qué haremos. ¡Me oirás pronunciar mal la letra, porque no estoy preparado, porque ya ni siquiera me sé algunas canciones!”.

Intenta hacerte pequeño. Para tirarlo al perfil bajo. Para burlarse de sí mismo. Fue incluso el tema de fondo, ayer, de sus hilarantes anécdotas, entre canción y canción, sobre las mil aventuras vividas en el larguísimo recorrido de su carrera, desde los inicios hasta los años 80.

Las meteduras de pata, las caídas, la mala suerte, los personajes inverosímiles encontrados, lo absurdo del mundo al revés. Contado con considerable humor y ritmo cómico. Incluso imitador, si es necesario. Estamos acostumbrados a reírnos con él y no nos sorprende en absoluto que él también sea genial en esto. Precisamente. Un hombre de diferentes edades nunca podrá convencernos de que a veces es inadecuado y necesita ser redimensionado.

Tanto es así que ayer sorprendió a su fiel público creando completamente solo, sin nadie más en el escenario y durante casi cinco horas, una joya de valor incalculable tejida con perlas muy raras. Un cruce hacia el mar infinito de sus obras maestras un poco más escondidas, excluyendo por una vez todos los éxitos célebres y conocidos, también el argumento de la última gira triunfal “To All Heart”.

Fue una inmersión en aguas cristalinas del Caribe, en la que este sabio timonel cantó sobre el amor “A mi manera”, hizo vibrar las notas en “Doremifasol”, gritó “Aún te amo”, encendió “Il sole e la moon”, dijo. recordó “Y ahí estás”, viajó hasta allí, “Al sol en la sal del sur”, narró los “Días de nieve”, montó “La llanura de los caballos salvajes”, nos acunó con “Ninna Nanna Nanna”. Ninna”, tomó “Fotografías”, quedó con nosotros bajo la “Lámpara Osram”, despertó a la “Campesina”, hizo una reverencia a una “Reginella”, espió y retrató a la “Dama de las hachas de las horas”, hizo resonar el violín en “El viejo Samuel”, pintó tres amores diferentes de tres épocas distintas dentro del domingo de “Todo fútbol minuto a minuto”, nos recordó que “La paz” es la única solución posible a nuestra vida y venció al “tambores lejanos” al compás de la música, porque es la única manera de marcar el compás.

La lista de maravillas es todavía larga.

Está cada vez más cautivado por la narrativa. Cautivante, cautivadora, divertida, apasionada, por momentos conmovida.

El alma magníficamente infantil. Mientras tanto, su destreza técnica y vocal alcanza las cotas que exige la dificultad objetivamente altísima de interpretar tantas piezas.

Todo esto hubiera sido suficiente. Pero teníamos mucho, mucho más, que no puedo explicar. Incluido, hacia el final, un invitado especial de un Rad-UNO que durante unos minutos se divide en dos, o mejor dicho, en “Quei due”, en la espléndida actuación de un Claudio verdaderamente irreductible, acompañado de su extraordinario Giovanni, abrazado a la inevitable guitarra.

Ninguna aproximación, por tanto, por mucho que quiera menospreciarse, y muy poca improvisación, salvo en algunas divertidas digresiones entre una historia y otra. Porque Claudio Baglioni es así. Y quienes le conocen bien saben perfectamente hasta qué punto llega su obsesiva precisión y su impecable profesionalidad en todo lo que se expone personalmente.

Ayer bromeaba un poco con ello, contándonos cuando, incrédulo y en el fondo orgulloso, su “Cosa Piccolo Grande Amore” fue designada canción del siglo y por tanto habría sido el autor del siglo.

Bueno, no estamos nada lejos de la verdad.

Un genio musical y compositivo que, me temo, no tendrá igual en las generaciones presentes y futuras. Una de las mentes literarias más brillantes de la época contemporánea, combinada con un talento artístico estratosférico.

Lo difícil es separarte de él y de ese encanto cada vez, que te envuelve como una manta y te hace flotar en una isla feliz, lejos de las adversidades que te esperan afuera. Ayer, y era la ocasión adecuada, sacó los “Créditos finales”: “Antes de que el mundo ría o se emocione, aplauda o se vaya, en los créditos finales”, nos dijo. El nudo en mi garganta se eleva con fuerza.

Se necesita una “tarifa de Strada” improvisada y tranquilizadora, única excepción concedida a escondidas a este setlist tan particular, para que la despedida final de esta inolvidable reunión número veintitrés, cerca de la velada, la derrita.

¿Qué decir? Nunca habrá suficientes palabras para describir todo lo que es el universo Claudio. Y nunca tendremos suficiente para agradecerle por esta Vida que él da a nuestras vidas.

Hasta pronto, Claudio, al próximo sueño.

Katia Ferla

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