Turín, la historia del Gringo Balonceri, de emigrante de casa a capitán del Toro

Hay historias de fútbol que van más allá del ámbito deportivo y entrelazan personas y lugares lejanos en el tiempo y el espacio, fascinándonos como pocos. Una de estas historias es sin duda la de Adolfo Baloncieri, el primer futbolista italiano de nivel internacional. Y no por casualidad.

Justo dentro y capitán delante delAlejandríadonde debutó con sólo 17 años, luego del Torino, campeón de Italia en 1928 (tras el título revocado y aún pendiente… en 1927), así como del Nacional en los años veinte del siglo pasado. Tres participaciones en los Juegos Olímpicos: Amberes 1920, París 1924 y Ámsterdam 1928, con la medalla de bronce, el primer reconocimiento internacional para nuestro fútbol. Finalmente, en 1930, la victoria enen la copa internacionaltorneo entre naciones de Europa Central: Austria, Checoslovaquia, Italia, Suiza y Hungría.

Pero aquí no nos ocuparemos de su brillante carrera, sino de su infancia y adolescencia. Sólo así podremos comprender las características técnicas de Baloncieri, que Gianni Brera Lo definió como alguien con «nervios de elegancia» subrayando: «Aprendió fútbol en Argentina, donde permaneció hasta los dieciséis años (en realidad, 14, ed.). Era interior, o sea delantero (les han explicado que era el delantero centro el que remataba y los interiores los que marcaban, cuando estaba vigente el fuera de juego triple)”.

La descripción de Brera, con referencias a Argentina y las implicaciones tácticas de la antigua regla del fuera de juego, es ejemplar como siempre. Al fin y al cabo, los dos se conocieron alrededor de 1935, cuando un joven Brera jugaba como central metodista y se entrenaba en el Arena de Milán en presencia de Baloncieri, entonces entrenador del Milan: «Me llamaba “Crapotti” y no me soportaba. “Riéndose cuando fingió que, imitando a Luis Monti, tiraba las bandas muy lejos manteniendo el balón raso”.

Pero volvamos a nosotros. Adolfo nació en Castelceriolo de Alessandria el 27 de julio de 1897 de una familia originaria de Caselle Torinese. Sin embargo, cuando tenía 7 años, es decir, en 1904, La familia de Adolfo emigró a Argentina, en Arequito, 90 km al oeste de Rosario, donde permaneció hasta 1911 cuando regresó a Alejandría. Rosario no fue ni es un lugar cualquiera para el fútbol, ​​hace años Diego Armando Maradona lo definió magistralmente «ciudad futbolera». En el otoño de 1903, por tanto unos meses antes de la llegada del pequeño Adolfo, habían ocurrido en Rosario dos hechos históricamente fundamentales para la historia del fútbol de la ciudad.

Illinois Club Atlético Ferrocarril Central Argentinofundada en 1889 por ferroviarios de origen británico empleados de la Compañía de Ferrocarriles Central Argentino, había cambiado su nombre a Club Atlético Rosario Centralabriendo las puertas a socios no ferroviarios y por tanto a criollos locales, convirtiéndose de facto en el referente de los jóvenes entusiastas de la clase popular rosarina.

Mientras tanto, el 3 de noviembre de 1903, un grupo de estudiantes y exalumnos de la Colegio Comercial Anglo Argentinoliderada por Claudio Lorenzo Newell fundó la Club Atlético Newell’s Old Boysel antiguo equipo masculino del Prof. Isaac Newell, padre de Claudio Lorenzo, quien en 1884 fundó la escuela y difundió la práctica del fútbol entre sus alumnos.

A partir de ese momento floreció una de las rivalidades más acaloradas del fútbol mundial, que comenzó con el nacimiento del Liga Rosarina de Fútbol en 1905, aún no afiliado a la Liga de Buenos Aires. Una separación que no era sólo organizativa, sino que expresaba filosofías de juego claramente distintas.

En 1906, a los nueve años, Adolfo Baloncieri descubrió el fútbol, ​​como él mismo relata: «Pateé una pelota por primera vez en Arequito, ciudad de la provincia de Santa Fé. Tuve el mismo maestro que el maestro de tercer grado. Ese buen hombre se había provisto de una pelota bastante parecida al fútbol, ​​además de un reglamento y todos los jueves nos daba un curso práctico y teórico de… fútbol argentino.”

El aspecto físico del pequeño Adolfo, tan diferente al de sus compañeros, en su mayoría de línea corta, de piel y cabello oscuro, no pasa desapercibido, tanto que se ganó el apodo. “Gringo”. Ésta es la descripción física, o más bien antropológica, de Baloncieri, al estilo típico de Gianni Brera: «parecía un nórdico franco. Era dolicocéfalo, rubio y de extremidades largas, aunque de estatura mediocre.”

La familia Baloncieri decidió regresar a su tierra natal en 1911justo a tiempo para presenciar la fundación de laClub de fútbol Alessandria en febrero de 1912, una sociedad «donde el fútbol es estilo además de combate», según la definición de Bruno Roghi. La referencia del famoso periodista es al fútbol del rival Pro Vercelli, un juego mucho más elemental y musculoso que se resume en el famoso lema del Capitán Milano I «al sa pull up the mangos, o fioeuj!». ¿Qué hacía Adolfo ese año? «Jugué en 1912 en un club creado entre jóvenes, en un pueblo cerca de Alessandria», dijo. ¡El nombre de este equipo era Juventus!

En 1913 Alessandria contrató al inglés como jugador-entrenador. George Arthur Smith, procedente de Génova de William Garbutt. La llegada de Smith es la puerta corredera en la carrera de Baloncieri. El entrenador inglés permaneció en Alejandría sólo un año y medio, desde el otoño de 1913 hasta la primavera de 1915, cuando fue llamado a morir en combate en las colinas de Argonne en mayo de 1917. Smith, por un lado, introdujo el entrenamiento personalizado, por otro. impuso al equipo un juego colectivo con una densa red de pases rasos. Finalmente, de acuerdo con la empresa, decidió centrarse fuertemente en la valorización del vivero, dando origen al famoso «Escuela alejandrina».

Baloncieri recuerda que el campo de Alessandria estaba «en la antigua Piazza d’Armi en Porta Marengo, la actual Plaza de Génova […] Allí se reunían chicos de todas las edades, grados y condiciones, enfrascados en una disputa diaria, atraídos por la fascinación que desprendía el deporte del fútbol.” Una cantera improvisada, caldo de cultivo para futuros campeones. «Un distinguido caballero, el inglés Smith, se mezclaba entre nosotros dándonos consejos y sugerencias, fue un educador ejemplar además de un excelente instructor. Cuando me presenté a él tímidamente… estaba delgada y flaca: Smith me miró de arriba abajo y me puso a prueba. Una vez que tuve luz verde comencé a armar un escándalo y a convertirme en un éxito entre los que estaban frente a mí. Satisfecho con la prueba quiso saber de dónde vengo. Dije que era de Argentina. A partir de entonces me apodaron el americano”.

He aquí el traslado a Alessandria: «En 1913, fui al campo de los grises, que ese mismo año habían entrado en la Primera División (hoy sería la División Nacional A), sin esperanzas ni pretensiones. Brezzi, entonces presidente, se fijó en mí y me llamó a las filas de los grises. Jugué en el filial, como centrocampista. Al año siguiente (1914) pasé al primer equipo, jugando como extremo y centrocampista izquierdo.” El 6 de diciembre de 1914, gracias a la lesión de Angelo Dellacasa, George Arthur Smith alineó a Baloncieri, de diecisiete años, en el primer equipo contra Andrea Doria. Fue el inicio de la gloriosa trayectoria de Balòn y poco importa si en aquel partido Baloncieri “quedó demasiado impresionado”, como relató el cronista local Melito Larco en las columnas de El observador. Un humilde maestro argentino y un distinguido caballero inglés habían forjado el primer campeón de nuestro fútbol.

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