Basílicata: la “sociedad deshonrada” y las camarillas del poder

Basílicata: la “sociedad deshonrada” y las camarillas del poder
Basílicata: la “sociedad deshonrada” y las camarillas del poder

“Tengo miedo” es una afirmación que escuchamos varias veces en la redacción pronunciada por ciudadanos que tenían y necesitan desahogarse, sin que ese exabrupto se convierta en una denuncia pública o una denuncia ante las autoridades judiciales. Tenemos en mente algunos episodios emblemáticos que demuestran la incapacidad de reaccionar ante los abusos, las injusticias e incluso los daños sufridos. Una señal de que existen grandes focos de poder, entrelazados, capaces de una fuerte cobertura incluso por parte de aquellos que deberían oponerse y rebelarse. Estos episodios son ciertos, pero los contamos como si sucedieran en lugares ficticios y en otros contextos alejados del escenario en el que realmente ocurrieron.

Se incendia un laboratorio, alguien resulta herido, pero los patrones callan todo y amenazan a los trabajadores: limpien todo, y si alguien habla será despedido. Sucede en una institución pública. Nadie habla, algunos secretos para amigos de confianza, nada más. “Tenemos miedo.”

Antes de contratarte por un período determinado según lo acordado con el político correspondiente, el empleador te dice claramente: no puedo contratarte con el nivel de clasificación previsto en el contrato para tus funciones, así que si no te gusta, díselo. Inmediatamente, por supuesto, olvídate de tu carnet sindical. El desempleado acepta, entre otras cosas, un regalo del político por el que votó. “Tengo miedo de negarme”.

El empleador te contrata pero con una condición: a final de mes tienes que devolverle el 25% de tu salario en efectivo. El trabajador acepta el 75% de mil doscientos euros en lugar de cero euros. Esto es lo que hace mucha gente en esta empresa, todos lo saben y nadie habla. Todo el mundo lo sabe y nadie se rebela. “Hasta el sindicalista Tizio lo sabe, pero me temo que si hablo perderé mi trabajo”.

El concurso para 10 puestos en una institución pública lo ganan el socio del jefe, los amigos del subjefe y los familiares del servidor de confianza del jefe. Todo el mundo lo sabe, pero nadie habla: “Tengo miedo de hacerme enemigos del jefe y del subjefe, puede que algún día ellos también sean amables conmigo”.

Hay contrato para la reconstrucción de la vía municipal de Pinco Pallo, 120 millones. Es el cuarto remake en 6 años, pero ¿qué quieres, el dinero está llegando y qué vas a hacer, no gastarlo? Lo gastas. La empresa exitosa es la que está de turno en el calendario establecido por el pequeño cartel local. Primero la empresa Caio, con una reducción del 2,5% y todas las demás con una reducción de hasta el 1,5%. Luego la empresa Sempronio con un 2-3% y así sucesivamente. A la espera del contrato para la rehabilitación hidrogeológica. Aquí el plato es más suculento, lo decidirá la política, no el cartel. “Ya sabes, aceptan sobornos del municipio”. Pues ve con mil euros a ese responsable técnico y registra el crimen. “Tengo miedo”. Y así la tendencia puede continuar.

Hemos informado con nuestras investigaciones y editoriales de los hechos más sensacionales que involucran al sistema de poder transversal. Nos detenemos en estos episodios que parecen residuales, esporádicos, pequeños pero extensos y situados en el marco emocional del miedo. Emblemático de una “estrategia del miedo” más amplia y poderosa implementada por camarillas de poder, afiliadas a un sistema más amplio de conveniencias, complacencias e intereses que no siempre son legítimos.

Tener miedo, porque alguien o una circunstancia creada ingeniosamente te asusta, es una dinámica típicamente “mafiosa”. Cuando en 1947 la mafia siciliana decidió recurrir a la DC tras el declive del movimiento separatista de Andrea Finocchiaro, muchos dirigentes intentaron reaccionar ante la arriesgada infiltración criminal en el partido. Pero ganó el frente que, para impedir el avance comunista y debilitar las Cámaras del Trabajo, adoptó tácticamente la posibilidad de negociar con la mafia en los países donde la izquierda obtuvo más consenso en las elecciones administrativas del 46. Era necesario “causar miedo”, afirmaron algunos exponentes democristianos.

Aquí, para que un sistema de poder se expanda y fortalezca continuamente, debe dar “miedo”. Puedes hacerlo de muchas maneras: amenazando con despidos o bloqueos de carrera, creando obstáculos para tu empresa, cerrando las puertas que importan, amenazando con barro y chantajeándote de alguna manera. Esta dinámica se registra también en el momento de las elecciones, especialmente las administrativas, cuando los instigadores de personajes cuestionables recurren a formas de presión para favorecer una lista o un candidato apreciado por los exponentes de cualquier grupo de poder.

Encontramos condiciones de miedo en muchas esferas de la sociedad, la economía, la política y las instituciones lucanianas. Contextos de miedo o, si queremos, camarillas de poder, formadas por jefes y patrones, que utilizan la estrategia del miedo, los encontramos en la universidad, en el poder judicial, en las empresas, en los organismos subregionales, en las organizaciones profesionales. , en el sector editorial, en los bancos. En muchos casos, la frontera entre la persuasión y la presión indebida es muy difusa. Las formas de advertencia son diversas y no siempre perceptibles fuera del contexto en el que ocurren. El grupo poderoso es más respetado e inspira más miedo si cuenta con relaciones de alto nivel en los lugares que importan. Si puede intervenir en decisiones políticas o incluso judiciales, en deliberaciones y medidas tanto a nivel local como más allá de los límites del ámbito local. Si con una simple llamada telefónica puedes comunicarte con el obispo, el general, el presidente, el alcalde, el diputado, el ministro, el juez, etc.

Los grupos de poder y las camarillas afiliadas a menudo reclutan nuevos seguidores entre aquellos que han sido víctimas de su arrogancia y advertencias. Estas antiguas víctimas pasan así a formar parte del círculo de amigos de amigos, una especie de “sociedad deshonrada” muy grande. A partir de ese momento el nuevo “afiliado” sólo recibirá beneficios, que evidentemente no siempre son legítimos.

En resumen, el miedo a oponerse a las injusticias, los abusos y la arrogancia de las camarillas en el poder no crea desarrollo; al contrario, frena el crecimiento económico y cultural de un territorio, manteniéndolo estancado. Una sociedad civil que en muchas circunstancias calla en lugar de hablar, cierra los ojos en lugar de denunciar, mira hacia otro lado en lugar de afrontar las situaciones, representa una rica pradera al servicio de un sistema de poder “no mafioso” que se está volviendo cada vez más demandante. No queda otro camino que revertir la dinámica: reaccionar, con justicia y sin miedo, ante las injusticias y abusos de poder.

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