Esclavos y esclavas de Italia: hoy como hace 30 años

VITA nació hace poco más de un mes. El 8 de diciembre de 1994 apareció en los quioscos y mediante suscripción el recién nacido “Espresso del sociale”, entonces revista semanal, con un número titulado “Nosotros esclavos de Italia”. Este es el resumen: «De África, del Este, de Albania, llegan a nuestro país miles de menores. Secuestrada, torturada y obligada a prostituirse con tan solo 15 años. Nuestros corresponsales han recopilado pruebas del mercado de nuevos esclavos.”

Mirella Pennisi escribió desde San Benedetto del Tronto en la pieza inicial: «Sí, la esclavitud vive aquí. Y no estamos en las minas de Sudáfrica, en la selva amazónica y mucho menos en los campos de algodón de los estados del sur, después de haber realizado un fantástico pero improbable viaje en el tiempo. Pero aquí, en la opulenta y turística costa del Adriático. Aquí, donde se reúne el mayor porcentaje de drogadictos y la “Italia de los buenos” espera reunirse y arder bajo el sol de verano. Esclavos, o mejor dicho, esclavos. Aquí en San Benedetto del Tronto podemos decir “esclavos”. Niñas secuestradas o engañadas para venir a Italia y luego obligadas a prostituirse, con la violencia que sólo los seres “humanos” conocen cuando olvidan que son humanos. Los carabinieri derrotaron a toda una banda. Doce albaneses cuya detención fue validada bajo cargos de “esclavitud”.

Y en los pasillos del tribunal de Ascoli se dice que incluso el fiscal estaría de acuerdo. Si se confirmara este rumor, por primera vez en Italia un tribunal se encontraría juzgando basándose en el artículo 600 del código penal: “Quien reduzca a una persona a la esclavitud o a una condición análoga a la esclavitud, será castigado con cinco años de prisión”. ‘ prisión a los quince años.” Después de todo, la evidencia aquí es abrumadora. Los Carabinieri de la unidad operativa San Benedetto, comandados por el teniente Luca Luini, encontraron a Mirela, de 15 años, atada en el baño, después de tres días de estar segregada. El pubis quemado por los cigarrillos, el cuerpo hinchado. Ella realmente no quería prostituirse y ese era el castigo. Había abandonado un pequeño pueblo de Albania unos meses antes, convencida, como muchas otras chicas, de encontrar un trabajo como camarera…”.

Una atrocidad como la que sufrió otro esclavo de nuestra Italia: Satnam Singh, el trabajador abandonado a morir desangrado en el campo latino. Hoy, como hace 30 años, sectores enteros del mercado laboral italiano (legales e ilegales) se basan en la explotación de personas, en particular de aquellas con una historia de migración. Treinta años que nos dan la fotografía de una política inadecuada, pero elegida democráticamente (no lo olvidemos).

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