Inti Raymi, el homenaje al dios Sol de la comunidad peruana en Turín

Inti Raymi, el homenaje al dios Sol de la comunidad peruana en Turín
Inti Raymi, el homenaje al dios Sol de la comunidad peruana en Turín

Primero las ofrendas a la Pachamama, Madre Tierra a quien se le pide permiso para conectarse con las montañas sagradas, luego el homenaje al dios Sol. Hoy tuvo lugar en Borgo San Paolo el Inti Raymi, una celebración sagrada milenaria iniciada por los incas, a la que asistieron un centenar de personas, en su mayoría de la comunidad peruana (la cuarta más numerosa entre los extranjeros en Turín).

«Es importante mantener vivas las tradiciones y transmitir a los jóvenes los conocimientos andinos heredados de nuestros antepasados», explica Jacinta Centeno, presidenta de la asociación Kinto Suyo. Durante el Inti Raymi celebramos el solsticio de invierno en el hemisferio sur, periodo en el que el frío se apodera de los Andes. «En aquella ocasión los incas rezaban al sol, deidad de la que dependían sus cultivos y por tanto su sustento, para que regresara lo antes posible», dice Américo Sánchez, un «chamán» llegado desde Milán, mientras disponía unas hojas de coca. un ingrediente fundamental en el ceremonial.

Entre las personas que participan en la ceremonia se encuentra también Gianfranco Salazar, un joven de 21 años que llegó a Turín hace cuatro años. «Siempre asistí al Inti Raymi cuando viví en Perú, había miles de espectadores. Son tradiciones que les transmitiré a mis hijos”, exclama. Se alternan música y baile, luego los niños entran en escena vistiendo ropas tradicionales especialmente cosidas en Cusco, la ciudad sagrada de los Incas.

Como suele suceder, las raíces resurgen con fuerza con la distancia. En Perú Lely Coronado nunca ha participado en las celebraciones del Inti Raymi, este es su “debut” en el homenaje al sol junto a su hija Aitana de 8 años: «Estoy muy emocionada, es extraño vivir todo esto aquí en Turín», sonríe.

Tras la entrada del emperador inca, interpretado por Miguel Zorrilla, un hombre de 60 años dueño de una agencia de viajes, la ceremonia llega a su clímax. A un sacerdote se le asigna la tarea de interpretar el pasado y leer el futuro en las hojas de coca, luego la emoción se funde en un abrazo colectivo.

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