Pierre Adrian gana el Premio Libro de Europa de Salerno

Con un total de 44 votos sobre 100, Pierre Adrian, autor de “Los días del mar”, es el superganador de la 12ª edición del Premio Salerno Libro de Europa.

El premio, instituido desde la primera edición del Festival Letteratura de Salerno, está destinado a autores europeos menores de 40 años ya traducidos al italiano. Los comités directivos de Salerno Letteratura, Duna di Sale y #fuorifestival eligen a los candidatos. Este año la tríada volvió a caer “Los días del mar” de Pierre Adrian (Atlantis Blue), “Las brujas de Manningtree” por AK Blakemore (Fazi) e “La tierra líquida” por Raphaela Edelbauer (Rizzoli). El súper ganador es elegido por un jurado popular, formado por lectores que se proponen como jurados y se comprometen a leer los tres libros candidatos en un plazo aproximado de tres meses.

Este año, por primera vez, durante la lectura del jurado, se reunieron periódicamente en un grupo de lectura para comentar juntos el libro leído, en un clima de creciente anticipación pero sobre todo de compartir. El premio está patrocinado por BPER Banca, representado ayer por el director territorial de Retail, Marco Frosolini. Todos los libros finalistas serán recompensados ​​con un premio en efectivo y el icónico pequeño león, una estatuilla que representa a los famosos Leones colocada a la entrada de la Catedral de Salerno, que siempre ha sido el lugar de la última velada del evento.

Pierre Adrian, nacido en 1991, es un escritor y periodista francés. Parisino de nacimiento, vive en Roma. Debutó en 2015 con “La pista Pasolini”, libro premiado en Francia y traducido a Italia en 2017. “I giorni del mare” es su cuarta novela.

“Decidí volver a la casa grande. Nunca regresas a algún lugar sin una razón. Y por muy secretos que fueran para mí, después de tantos años tenía mis motivos para volver a verla en agosto. El tiempo pasaba y la certeza, ahora, de que nada era eterno. Un día ese paisaje que había conocido de niño ya no existiría. Habría pertenecido a otros. Sería demolido y reconstruido. Otras familias se reunían allí en verano y niños con diferentes nombres jugaban bajo los árboles. La abuela pronto moriría. El abuelo ya lo era. Los tíos y las tías, los primos, estaban envejeciendo”.

Con esta reflexión del protagonista, un joven de unos veinticinco años cuyo nombre desconocemos, que narra en primera persona, comienza “I giorni del mare”, un libro autobiográfico porque, como dice el escritor, habla perfecto italiano. “No sé escribir sobre cosas que no he experimentado. No quiero describir, quiero escribir la vida.”

El libro, desde las primeras páginas, está influenciado por los ecos franceses de “La recherche” de Proust y los italianos de “La luna ei falò” de Cesare Pavese. La sugerencia es confirmada por el exergo que contiene una cita de Pavese extraída de “La profesión de vivir”. Es el propio Adrián quien todavía lo cita diciendo: “Necesitamos un país”.

Durante la entrevista realizada por Daria Limatola, presidenta de la Asociación Duna di Sale que organiza el Festival de Literatura de Salerno y el premio, Adrian afirma que la idea nació de experiencias y al mismo tiempo de la sensación de que agosto es el mes que más recuerda la vida. Un mes en el que de niño, Adrián reconoce “fui muy feliz”. Y añade: “Quería hablar de las familias, darle agradecimiento a las familias. Hoy en día a menudo hablamos mal de ello, pero en cambio hay mucho amor en las familias”. Habla de sus veranos viajando fuera de casa, descubriendo el mundo y dándose cuenta, al regresar, de que había perdido muchas cosas, incluida su abuela, que había envejecido repentinamente.

La historia narra el regreso de este joven a la llamada “casa grande”, la villa familiar en Bretaña, el lugar por excelencia de un tiempo feliz, veranos en familia, vacaciones, días que pasan igual, incluso monótonos, Hasta que, pasada la mitad del mes, algo se pone patas arriba, todo cambia, nos preparamos para el final.

Atravesando flashbacks del pasado, el protagonista redescubre a su familia, una familia extensa formada por una abuela progenitora, pequeña y muy mayor pero sólida y, en definitiva, el pegamento de todos los descendientes, tíos, tías, primos, sobrinos. El protagonista se redescubre ya no como primo sino como tío, ya no necesitado de protección sino como protector, y acepta el compromiso que implica vivir en familia, la aceptación de los demás, de compartir espacios y ruidos. , de concesiones . La casa grande no es sólo compartir espacios, es una mujer cuya piel conoces al revés, es memoria, pasado, historia.

“Estamos formados por muchos lugares” es lo que dice el autor a quienes le preguntan qué papel tienen las estancias en las que vivimos y continúa “me gusta Italia porque tienes una relación muy sugerente con el pasado”. Cita un ensayo “Lugares y polvo” y dice “Creo mucho en el polvo, en las ruinas, en lo que queda después de nosotros”.

La larga historia de Pierre Adrian fascina e involucra porque habla de una historia atávica en la que todos se reconocen: los veranos despreocupados de la infancia, la nostalgia por el paso del tiempo, la pertenencia a las raíces, la tenacidad de los lazos familiares, la impotencia que yace en el vano intento de detener el momento, la conciencia de que a medida que crecemos perdemos algo. La prosa es poética y al mismo tiempo material, arrulla al lector envuelto en un tiempo que ya no existe y en lugares, que aunque nunca haya visto, acaban teniendo olor a hogar.

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