Riccardo Muti y Cherubini, embajadores italianos en Viena – Última hora

Riccardo Muti y Cherubini, embajadores italianos en Viena – Última hora
Riccardo Muti y Cherubini, embajadores italianos en Viena – Última hora

Es bien sabido que la capital austriaca tiene debilidad por Riccardo Muti y que la Filarmónica de Viena le tiene el más profundo afecto y estima: desde hace más de cincuenta años le reservan el podio en las ocasiones más importantes. Una estima que el gran maestro italiano reverbera también hacia su “criatura”, la Joven Orquesta Luigi Cherubini, que hace unos días, el 12 de junio, celebró en Viena los primeros veinte años de su fundación con un concierto en la prestigiosa Sala del Musikverein actuando en un programa elegido para realzar no sólo el talento de los jóvenes músicos italianos, sino también un estilo y un repertorio italiano que con demasiada frecuencia se pasa por alto.

El Cherubini, que en estos veinte años ha acogido en sus filas a casi mil músicos, en la intención (plenamente realizada) de Muti es una preciosa oportunidad de formación más allá del camino académico, capaz de dar a los jóvenes conciencia y orgullo por una importante “profesión”. Al fin y al cabo, muchos de esos miles partieron para unirse a importantes orquestas de Italia y Europa, entre ellos Paolo Taballione, primer flautista en la Bayerische Staatsoper y ahora también profesor en el Mozarteum de Salzburgo.

Los resultados sorprendieron también al exigente público vienés así como a los críticos más agudos de la prensa austriaca que, además de confirmar que “Riccardo Muti es sin duda uno de los directores más importantes de nuestro tiempo”, puso el acento precisamente en su orquesta, que “pudo demostrar de manera impresionante sus altos estándares.” El hilo italiano seguido por Riccardo Muti en la elección de las piezas estaba inmerso, como la propia Cherubini, en el panorama europeo más amplio y fructífero: aquí está la apertura confiada a la Obertura en do mayor “al estilo italiano” D 591 por un Schubert fascinado por páginas sinfónicas de Rossini, muy populares en aquella época en Viena. Pero fueron las páginas italianas menos frecuentadas las que conquistaron al público vienés: Contemplazione, la “joya” de Alfredo Catalani, para el “bel canto orquestal”, donde los instrumentos de viento de Cherubini dieron lo mejor de sí; luego el esmalte tímbrico y el vigor expresivo alcanzados en las canciones de la suite “Turandot” de Ferruccio Busoni. Y también se elogió extraordinariamente la interpretación del Concierto para clarinete K 622 de Mozart, cuya parte solista estuvo a cargo nada menos que del primer clarinete vienés, Daniel Ottensamer. Un éxito extraordinario, por tanto, que se repitió anoche en la Basílica de los Patriarcas de Aquilea, con una pequeña variación del programa que, tras la apertura reservada a Schubert, se cerró como si volviera circularmente al mismo autor con su sinfonía “Incompiuta”. . Pero, como no se cansa de repetir Riccardo Muti, Schubert, como Mozart y toda la Europa musical, le deben mucho a nuestro país. Además, no olvidemos que Beethoven admiraba profundamente a Luigi Cherubini: no es casualidad que Muti quisiera poner su nombre a la joven orquesta. Que ya en los próximos días volverá a actuar bajo la dirección de su fundador: para celebrar el centenario de Giacomo Puccini en Lucca, el 28 de junio, y en julio en el tradicional concierto del festival Viaggio dell’Amicizia di Ravenna que tendrá lugar hasta la isla de Lampedusa.

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