Cierra Ferrari, uno de los últimos zapateros que quedan en la ciudad

A sus 63 años y ya retirado desde hace algún tiempo, Franco Ferrari, el zapatero de Corso Vittorio Emanuele II, cerró definitivamente su tienda a finales de mayo. Nacido en Francia de padres italianos y en Italia desde 1978, es uno de los rostros históricos entre las tiendas del Corso, uno de los últimos zapateros que quedan en la ciudad, una profesión para la que es difícil encontrar un sustituto. El cartel de “se vende” lleva varios meses expuesto, sólo se han recibido cinco propuestas para hacerse cargo de la tienda y casi todas son inaceptables. “A estas alturas cerraré y me convertiré en abuelo”, nos dice, mientras lustra un par de zapatillas.

“Hoy somos pocos los que trabajamos con cuero”, explica mostrando unas botas de moto a las que está sustituyendo la suela. “Pero el problema también es que la gente realmente no quiere trabajar”. Sin embargo, la “facturación” parece interesante, porque si es cierto que hoy en día los zapatos rotos se tiran a la basura -no merece la pena repararlos-, también lo es que hay un gran número de clientes que compran calzado de calidad. “Aunque la gente tenga pocas ganas de gastar”, dice, refiriéndose al cremonese medio.

Su pequeña tienda sigue igual desde principios de los años noventa (ya tiene 34 años) justo al lado del antiguo local de Standa. Llegó a Cremona junto con un socio y trabajó en una esquina de los grandes almacenes, trasladándose de Cremona a otros centros de Lombardía. Entonces Standa cerró y avanzó unos metros con el cartel de Genial Service.

Desde hace 34 años viaja entre Cremona y Rivergaro, ciudad donde vive y donde pretende disfrutar de su descanso. En este tramo de Corso, donde el estanco de al lado ya ha cerrado, aparece otro escaparate oscuro. gb

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