Roccella y la censura que estalló en los Estados Generales sobre la natalidad. La furia de Meloni: “Todos fuera”

Roccella y la censura que estalló en los Estados Generales sobre la natalidad. La furia de Meloni: “Todos fuera”
Roccella y la censura que estalló en los Estados Generales sobre la natalidad. La furia de Meloni: “Todos fuera”

Este es un jueves italiano normal, una maravilla. Auditorio della Conciliazione, Roma. “Estados generales de la natalidad”, 9.53 horas. Treinta estudiantes enardecidos y jóvenes protestan contra la Ministra de la Familia, Eugenia Roccella, impidiéndole hablar. Gigi De Palo, presidenta de la Fundación Natalidad, que organiza el evento, invita a los drogados a leer un comunicado. Roccella abandona el escenario, se marcha. Giorgia Meloni toma el teléfono y le escribe a De Palo: “No supiste defenderla. Fue innoble”. Pide a los demás ministros invitados que expresen solidaridad y deserción. Hoy, en el Auditorio, el Papa habla sobre el concepto de libertad, incluido el de manifestación. El único G20 que merecemos presidir es el de los países con resaca.

¿Puede un país equilibrado levantarse por la mañana y descubrir que un ministro, siempre el mismo, Roccella, no ha podido abrir la boca, que un presidente de la República, Mattarella, debe intervenir con una nota oficial para explicar que quien quiera “poner silencio a quienes piensan diferente es contrario a los fundamentos de la civilización y de nuestra Constitución”? Cada año Gigi De Palo, ex concejala del ayuntamiento de Alemanno, organiza los Estados Generales de Nacimiento. Este año estamos bajo el “caso Scurati”, Rai ha enviado una carta de advertencia a Serena Bortone. También está la Feria del Libro de Turín. Esperamos llegar al domingo. Hace unos días Il Fatto Quotidiano lo advertía con un artículo. Un grupo, un colectivo, Aracne, informó Il Fatto, está dispuesto a protestar. De Palo lee. Le dice a Il Foglio: “Llamaré al periodista, estoy buscando a los niños que tienen las ideas confusas”. El colectivo confunde el evento con una conferencia organizada por el Ministro de Educación Valditara, que no tiene nada que ver. De Palo no puede encontrarlos. Se suponía que Schlein y Salvini participarían en el evento, pero ambos cancelaron. En su lugar, Schlein envía a Marco Furfaro, su Pajetta, quien nada más llegar declara: “Eran niños. Cometieron un error, pero Roccella inmediatamente se escapó”. Escapado. El Auditorio, a las 10.50 horas, es atacado por periodistas y realizadores de vídeos. Mara, de dieciocho años, del Liceo Augusto, lo cuenta treinta veces de manera diferente a lo Queneau: “Un grupo de niños sostenía carteles que decían: ‘Yo decido sobre mi cuerpo’. La llamaron antiabortista. De Palo subió a uno de ellos al escenario. Los demás estudiantes comenzaron a gritarle: ‘Cállate, deja hablar al ministro’. También impidieron la operación de una mujer embarazada de ocho meses, Jessica Barcella.” En ese momento, revela el personal del evento, “la policía nos pregunta: ‘¿Qué estamos haciendo? Si quieres te los quitamos a la fuerza. Los identificaron como el encargado de la galería de La Scala”. Federica Olivo, del Huffington Post, la primera, extraordinaria, busca a los manifestantes y consigue el texto que merece la pena reseñar para hacerle entender a Meloni que en Italia hay dos vergüenzas. La primera, impedir que alguien hable. La segunda, que escribe en italiano un estudiante de 18 años: “En Italia, el único modelo de familia considerado aceptable es el de la familia tradicional heteronormativa y cispatriarcal”. El pueblo drogado se dispersa pero De Palo pierde diez años de salud. El primer ministro, al enterarse de la noticia, publicó un mensaje en Instagram para denunciar “a un grupo de manifestantes que se llenan la boca con las palabras libertad y respeto, autodeterminación de las mujeres pero luego aman la censura”. Es hora de decir basta.” Giancarlo Giorgetti, previsto para hoy, informa a la organización que “por solidaridad con el ministro” no estará presente. En la sala de prensa, tonnara, buscamos una entrevista con Roccella. En la sala, De Palo, sudoroso como siempre, habla, y parece un teatro del absurdo, con Giampaolo Rossi, el director general de la Rai, con una corbata naranja (normalmente la que lleva su querido amigo, el director general de la Rai, Sergio). . Sentados junto a Rossi y De Palo están Maria Latella, a quien dejamos atrás hace diez horas en la conferencia sobre el cargo de primer ministro (no falta a ningún evento), Massimo Giletti y Gaia Tortora, directora adjunta del informativo La7, el único uno que pregunta: “Chicos, ¿pero saben a qué partido pertenecía el ministro al que le impidieron hablar?”. Levante la mano solo uno. Tortora: “Jugó en el Partido Radical”. Los niños, arrastrados por sus profesores, son destrozados y obligados a escuchar a Giletti, que quiere superar incluso a Roccella en la censura: “Me eliminaron de Rai y La7. Se lo que significa.” Giletti también logra hacernos llegar al primer ministro (estaba en la conferencia bailando como Latella), Prodi, el euro, inmediatamente antes que Rossi (advierte a los empleados: “Sólo hablo con los informativos de la Rai”; luego ni siquiera con ellos), quien cita al filósofo alemán Gottfried Benn (“Lo que no se expresa no existe”) además del nuevo contrato de servicio de Rai. Andrea y Sara, de dieciséis años, vestidas con el uniforme del instituto Massimo, no ven la hora de escapar de este hospital psiquiátrico. Los únicos con derecho a protestar serían ellos. Escuchar a Giletti, el nuevo director de Avvenire, a los drogados… además en la oscuridad, en un auditorio, mientras afuera, en Roma, hace 27 grados, hace sol, cuando todo adolescente sano debería pasear con amigos en el césped . A Roccella se le impidió hablar, un joven fue secuestrado por otra minoría: el último lugar donde quisieron tener hijos, ayer, fue este Auditorio donde se celebró el nacimiento.

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