Ese viaje, para mí, fue una especie de bendición de los padres.
Todo siciliano está convencido de conocer Sicilia, tener toda la verdad de su lado, desde las recetas hasta la perspectiva, desde la historia hasta el dialecto, el idioma, los libros y la arquitectura. Pero en realidad los sicilianos viajan muy poco por Sicilia y cada uno hace su parte (sobre todo: este u oeste, y todos los matices intermedios).
Así, cuando hace unos diez años se me ocurrió viajar por la isla, me pareció que había emprendido el viaje más exótico y lejano que jamás había emprendido.
Decidí empezar con la literatura. (¿y de qué más?): Modica de Gesualdo Bufalino en Argo el ciego, su Comiso, el Racalmuto di Sciascia y su barrio, el Noce, teatro de las fotografías de Ferdinando Scianna y Giuseppe Leone con el trío mágico: Bufalino, Consolo, Sciascia. Fui allí de viaje con mis tíos, en coche, como en peregrinación: para saludar la estatua de Leonardo, su trompeta y el barrio. En Noce, un día de viento, nos recibió Patito, quien nos habló de su amistad con Sciascia.
Ese viaje, para mí, fue una especie de bendición de los padres. Estaba terminando mi primer libro y regresé a casa con la sensación de haber cometido un acto de deber, un ejercicio propiciatorio. Cuando regresé a Racalmuto el año pasado, la casa de Sciascia, la casa de mis tías, estaba abierta. Habían pasado seis años desde mi primer viaje y muchas cosas en mi vida habían cambiado.
Desde ese día Racalmuto para mi ya no es sólo un santuario, sino un lugar animado y lleno de amigos, donde no sólo se vive en la memoria de la cultura sino que, en el presente, se puede practicar activamente.
________________________
De la edición especial de A pesar de todo de julio 2020