Rusia, potencia africana: base estadounidense ocupada en Níger

Prácticamente enemigos, pero también convivientes forzados. Es el singular destino de los mil soldados estadounidenses que, después de haber rechazado la petición de la junta golpista de Niamey de retirarse de Níger, ahora deben compartir su base con los contratistas rusos que desembarcaron en marzo. Una situación estratégicamente embarazosa para una administración Biden efectivamente expulsada de un continente africano donde Rusia y China son ahora hegemónicas. La situación también es compleja para Italia, el único país europeo que todavía tiene una fuerza militar en Níger de donde proceden los flujos migratorios. En Níger, donde, a pesar de las difíciles relaciones con Moscú, el gobierno Meloni considera imprescindible y urgente iniciar las prácticas de cooperación previstas en el plan Mattei.

Pero comencemos por el acontecimiento simbólico de la penetración rusa y la debacle estadounidense contemporánea. Según un funcionario estadounidense que habla de una “situación no excepcional, pero sí manejable”, los contratistas rusos han instalado su cuartel general en la zona militarizada junto al aeropuerto de la capital. Una zona conocida como base 101 y ocupada, hasta ahora, por tropas estadounidenses. La intrusión, autorizada por el ejército de Niamey, señala un mayor deterioro progresivo de las relaciones entre Washington y la junta golpista en el poder desde julio pasado. Inmediatamente después del golpe, el “Consejo Nacional para la Protección de la Patria”, dirigido por el general Omar Tchiani, había dejado claro que no veía con buenos ojos a los soldados franceses y estadounidenses desplegados a petición del presidente depuesto Mohamed Bazoum, preocupado por el avance de grupos yihadistas. A diferencia de los franceses que se retiraron hace un mes, Washington se limitó a trasladar parte del contingente de Niamey a la base 201 de Agadez, donde operan los drones estadounidenses utilizados en la lucha contra las bandas yihadistas. Pero las relaciones se tensaron aún más en marzo, cuando los responsables de la misión estadounidense acusaron a la junta de querer utilizar el uranio de sus minas (Níger es el séptimo productor del mundo) para comprar un lote de drones iraníes. Los drones pretendían sustituir a los utilizados por el contingente estadounidense para atacar al Estado Islámico y al afiliado de Al Qaeda Jama’at Nusrat al-Islam wal Muslimeen (JNIM).

La llegada, a mediados de marzo, de contratistas de Afrika Corp, la “empresa militar privada” -controlada por el Ministerio de Defensa de Moscú- que sustituyó a Wagner, contribuyó a empeorar la situación. Los paramilitares rusos tienen oficialmente la tarea de entrenar a los soldados nigerinos en el uso de los nuevos sistemas antiaéreos suministrados por Moscú. Sistemas que, según Washington, podrían utilizarse no contra grupos yihadistas sin fuerza aérea, sino en caso de choque con Nigeria y las demás naciones de la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) apoyadas por Europa y Estados Unidos. Pero lo que más arde en Washington es otra “ficha de dominó” de una Rusia ahora presente con sus propios contratistas en Libia, África Central, Sudán, Malí, Burkina Faso y Chad.

Un revés “africano” que corre el riesgo de dejar definitivamente fuera de juego a Estados Unidos y Europa.

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