“Yo era fontanero, luego llegué último a San Remo y desde allí tuve éxito”

“Yo era fontanero, luego llegué último a San Remo y desde allí tuve éxito”
“Yo era fontanero, luego llegué último a San Remo y desde allí tuve éxito”

“Al principio el éxito me molestaba. No estaba acostumbrado a presiones, periodistas, otras cosas que me molestaban un poco. Ya no tenía un lugar donde sentirme cómodo”: Drupi (nacido Giampiero Anelli) cuenta a Fanpage.it.

Antes de triunfar y tener un enorme éxito en el mundo de la música, fue fontanero. Pero, en cierto momento, su camino dio un giro brusco y canciones como “Rimani”, “Piccola e frágil”, “Sereno è”, “Sambariò”, “Gift me a smile”, le dieron un éxito increíble, a nivel nacional e internacional. . Drupi, su nombre artístico (nacido como Giampiero Anelli), proviene de un elfo que actuaba en las obras de la escuela infantil a la que asistía en Pavía, donde aún vive, con una pasión excepcional por la pesca. Desde 1973 está con Dorina Dato, su corista, primero y luego su compañera de vida y profesional, casada en 1992. A ella está dedicada “Pequeña y frágil”, coautora de muchos de los éxitos de su marido.

¿Cuál es el secreto de vuestra increíble historia, de vuestra relación artística y de vida?

No creo que sea un secreto, pero la palabra más bonita, después del amor, es respeto. No sé si es un secreto, pero es la condición imprescindible para seguir adelante. Para bien o para mal. El hecho, entonces, de que ella sea coautora de muchas de mis canciones me ha dado una complicidad que nunca he tenido de ningún otro autor. Dorina entra en mis pensamientos y yo en los de ella. Las canciones nacen de emociones y sensaciones comunes. Mejor que esto….

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Drupi, eras fontanero. ¿Cuál fue el detonante que cambió tu vida, dejándote una maravillosa carrera como cantante?

Nacieron los Beatles. En los sótanos todos intentábamos ser como ellos. Ventilamos lo que teníamos dentro, con música. Antes la música era divertida, una aventura. Entonces, realmente me afectó. Luego me embarqué en una carrera como cantante. Inmediatamente salió mal. Entre el 72 y el 73 volví a ser fontanero cuando, de repente, me llegó la llamada de San Remo. Quedó último, pero a pesar de ello, la canción traspasó fronteras y tuvo un éxito inesperado, inesperado. El título de la canción era “Vado vía”. El resto es historia.

Eras un veterano de San Remo, con ocho participaciones. ¿Qué representó el Festival para usted?

Muchisimo. El Festival os ha dado una visibilidad equivalente a veinte emisiones. Una semana calurosa en San Remo y estuve bien durante todo el año. Además, soy vago y reacio a conceder entrevistas… En San Remo, en una semana, me las arreglé. Sin embargo, en las últimas participaciones comencé a impacientarme: ya no me gustaba la carrera. La música se había convertido en ruido de fondo, ya no era el centro de atención. Poco a poco me fui alejando de ello.

Has entrenado mucho. ¿Los jóvenes de hoy todavía aceptan hacerlo o simplemente es necesario participar en programas de talentos de televisión para tener éxito?

No es que acepten o no acepten hacerlo. Ya no pueden. La cultura del grupo, de la banda, casi ya no existe. Hay lugares raros para tocar en vivo. Es prácticamente obligatorio asistir a los shows de talentos. Quizás surjan buenos jóvenes, pero luego no son seguidos, tienen poca experiencia, cometen errores y vuelven al anonimato. Ya no hay discográficas que buscaran nuevos talentos, los mimaran, los protegieran”.

¿Un ejemplo?

Zucchero, antes de tener éxito, grabó cinco o seis álbumes. Vasco Rossi, al principio, era visto como humo y espejos; su discográfica creyó en ello, le empujó y Vasco se convirtió en lo que es. Los cazatalentos de las discográficas supieron encontrar, cultivar y potenciar estos personajes. Ahora los jóvenes hacen talentos televisivos, les va bien, pero luego muchos desaparecen.

¿Qué es el éxito para ti? Muchos escriben que lo viviste mal…

No es cierto. Al principio me molestó, sí. No estaba acostumbrado a presiones, periodistas, otras cosas que me molestaban un poco. Ya no tenía un lugar donde sentirme cómoda. Ya no tenía momentos en los que pudiera estar sola, ir a pescar. No odiaba el éxito. Me costó un poco acostumbrarme, sí.

Sí… Pavía, pesca…

Pavía es la ciudad donde nací y donde vivo. Lo amo desapasionadamente, al igual que amo mucho pescar. Me tranquiliza, me tranquiliza, me hace abandonar los pensamientos negativos y me llena de positividad, mientras estoy a orillas del Ticino.

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