Toscana, situación explosiva en las cárceles: aumentan los ataques a enfermeras y trabajadores

“La situación en las cárceles, no sólo en Sollicciano en Florencia, sino también en la Dogaia en Prato, es ciertamente inaceptable para los presos y los funcionarios, pero no olvidemos que las enfermeras también trabajan en el interior, obligadas a trabajar en un ambiente insalubre y peligroso” . Como Mariaflora Succuenfermera titulada en Opi Florencia-Pistoia y presidente de la cooperativa Gratislíder de laATI que gestiona el servicio de enfermería y apoyo en las prisiones de Florencia, Prato y Pistoia.

El comentario se produce tras la posición adoptada por el parlamentario florentino. Federico Gianassilíder del grupo del Partido Demócrata en la Comisión de Justicia, y del diputado Debora Serracchianijefe nacional de Justicia del Partido Demócrata, que en los últimos días visitó la prisión florentina de ellos hacen cosquillas (foto), quejándose de “condiciones inaceptables tanto para los presos como para la policía penitenciaria”.

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“Lo descrito por Gianassi y Serracchiani representa la situación real, pero es inaceptable no haber mencionado al personal sanitario y sociosanitario tanto de la ATI como de la Autoridad Sanitaria Local – argumenta Succu -. La escasez endémica de personal policial penitenciario, ligada a la elevada rotación que ha caracterizado los últimos años, y las actuaciones llevadas a cabo a lo largo del tiempo para intentar mejorar las condiciones de los presos han generado una dificultad cada vez mayor en la gobernanza: cada vez hay menos presos manejables. Y en este contexto, las enfermeras a menudo se ven abandonadas a su suerte”.

“El mantra del personal sanitario que trabaja en las cárceles siempre ha sido trabajar en condiciones seguras, por lo tanto siempre en presencia de personal de la policía penitenciaria – continúa Succu –. Hoy, por el contrario, esto ocurre cada vez menos, también por el temor de que el cese de la actividad pueda dar lugar a disturbios. Como resultado, los ataques se han multiplicado: en los últimos cuatro años hemos recibido al menos 500 denuncias de agresiones verbales y físicas por parte de enfermeras, al principio casi exclusivamente de Sollicciano, pero en el último año también de Prato, la última hace apenas unos días. atrás”.

Y de nuevo: “Como empresarios hemos tratado de tomar medidas más estrictas para evitar que los compañeros se encuentren en situaciones peligrosas. La última arma que tenemos es la amenaza de un retiro disciplinario si una enfermera no sigue el protocolo que requiere la presencia de un agente durante la administración de las terapias. Sin embargo, está claro que, si no se toman medidas, tendremos que cambiar nuestro modus operandi, de acuerdo con la ASL, que siempre ha estado en primera línea siguiendo nuestros informes, por ejemplo. trayendo prisioneros en busca de atención médica“.

“Sin duda, Gianassi y Serracchiani tienen razón – añade David Nucci, presidente de Opi Firenze-Pistoia -, pero no olvidemos que en esas mismas prisiones donde se encuentran ‘condiciones inaceptables’, también hay cada día también enfermeras y trabajadores sanitarios obligados a trabajar en una situación peligrosa, pero también en un ambiente insalubre, con temperaturas extremas tanto en verano como en invierno. Esto, junto con una rotación muy elevada, hace que cada vez haya menos personas capaces de trabajar en los centros penitenciarios. Una situación que pronto dejará de ser sostenible”.

La alarma de la enfermera

La alarma sobre los ataques a enfermeras y trabajadores sanitarios en Sollicciano también fue lanzada por Centro Nursind Toscana. “En 2023 hubo 38 denuncias de ataques a enfermeras y trabajadores de la salud – informó el coordinador salvatore lentejuelas –. Cifras importantes, a las que hay que sumar decenas de insultos verbales y amenazas que los compañeros no quisieron plasmar por escrito. Y desde principios de año ya nos han informado de casos”.

El otro problema, según Lentequino, es el elevado número de acceso indebido a la enfermería penitenciaria por parte de reclusos no acompañados por funcionarios: “Estamos hablando de una cifra que oscila entre 50 y 70 por día. Esto implica, además de la interrupción de las actividades en curso, con el consiguiente riesgo de error, un aumento exagerado de las cargas de trabajo. Sin olvidar el riesgo de agresión, a menudo verbal y a veces incluso física.”

Sequino concluye: “Me gustaría recordar a Gianassi y Serracchiani que el personal sanitario también es víctima de la situación tan difícil que se vive en las instituciones penitenciarias. La situación está fuera de control: se necesitan intervenciones. Sería conveniente una reunión con la dirección de la prisión de Sollicciano para acordar una redistribución de los espacios internos dedicados a la asistencia sanitaria para que estos compañeros no queden a merced de los reclusos”.

Equipo editorial del Nurse Times

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