“Si te pillo rezando te mato”

Noches en el balcón sin siquiera una manta para mitigar el frío glacial del invierno, la búsqueda frenética de restos de comida en los contenedores de basura en medio del hambre. Y luego las palizas y aquellas amenazas que parecían no darle salida: “Te mato, te quiero muerta, te quiero en silla de ruedas”. Abuso y violencia estaban a la orden del día para una mujer de 55 años que padecía trastornos mentales y era obligada por su propio cuidador a realizar todo tipo de tareas domésticas desde el amanecer hasta altas horas de la noche. Cinco largos años de abuso descrito en los documentos de la investigación coordinada por el fiscal Antonella Barberáa partir de hoy bajo consideración de los jueces del Tribunal de lo Penal de Turín, presidido por Alessandra Salvadori.

Están siendo juzgadas tres personas: Michela G., de 45 años, su marido Maurilio G., de 43 años, y la suegra de este último, Benedetta G., de 68 años. La acusación es esclavitud para todos, pero al hombre de 45 años también se le acusa de Delitos de lesiones y malversación. por haberse embolsado el dinero -unos 300 euros al mes- que debería haberse destinado a la ayuda.

Corría el año 2016 cuando murió el padre del hombre de 55 años. Este último se queda solo y tiene necesita ayuda. Por esta razón el padre había decidido confiarla a michael g., quien había sido su cuidador hasta ese momento. Se suponía que Michela cuidaría de la mujer, pero en lugar de eso la convierte en esclava.

Las tareas domésticas, que realiza hasta las dos de la madrugada, son sólo la punta del iceberg del infierno en el que se ve obligada a vivir esta mujer de 55 años. Su cama es el frío suelo del pasillo, si no el balcón: “Si coges una manta, te mato”, le grita Michela. Las comidas, pocas de ellas, son restos viejos y mohosos: «No debes comer», la regaña cuando la pilla hurgando en la basura por las noches para intentar conseguir algo de comida. la ropa es poco más que trapos remendados. Humillaciones que enmarcan las palizas y los insultos: los certificados médicos atestiguan los hematomas dejados por las barras de hierro, las quemaduras provocadas por el hierro, la hinchazón en la cara por las bofetadas y los puñetazos recibidos. El castigo corporal es un ritual macabro vida cotidiana: una camisa mal planchada basta para que una mujer sea humillada y golpeada con ferocidad. Todo le está prohibido, incluso recuerdos: tras la muerte de su padre, la cuidadora tira a la basura CD, libros y fotografías que cuentan la historia de su infancia y su vida con sus padres. Un día Michele G. la sorprende en un momento de contemplación frente a la estatua de San Antonio: “Si te pillo rezando, te mato” le grita mientras se enfurece contra su cuerpo indefenso. El horror es sacado a la luz por el tutor del hombre de 55 años, quien, al no poder reunirse con su cliente, acude preocupado a la policía. Y así es como la mujer es salvada y trasladada a un centro protegido.

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