Caserta, descanso salvaje y degradación en Casertavecchia

Elnodo de casertavecchiaparece verdaderamente inextricable. Porque los problemas críticos del pueblo medieval son siempre los mismos y aún no están resueltos. Partiendo de los aparcamientos cerrados, cuya solución es objetivamente compleja. Ya ha pasado casi un año (era agosto de 2023) desde que se prohibieron las zonas de descanso por ser irregulares y no cumplir. Desde entonces han pasado muchas cosas (reuniones entre administradores y operadores locales, gerentes y propietarios de las zonas implicadas) pero nada ha cambiado, ni hay señales de que vaya a haber un resultado positivo en el corto plazo. «Si los propietarios de las zonas no inician una actividad de planificación y no cambian el uso previsto de esos espacios, desde agrícolas, como son ahora, a áreas de uso diferente, me temo que la situación no se resolverá», explica el comandante de la policía local de Caserta, Antonio Piricellique ha realizado inspecciones detalladas en el Borgo en los últimos días.

«Además, en esta ocasión nos vimos obligados a informar de las plazas de aparcamiento encontradas abiertas, medida inevitable desde el punto de vista reglamentario». Así, el verano llegará y se irá sin que el problema se haya resuelto, en detrimento de muchos restauradores que han denunciado en repetidas ocasiones una contracción de la presencia turística provocada precisamente por la dificultad de aparcamiento. Por no hablar de que en breve, tal vez en mayo, se iniciarán dos obras con una financiación de más de un millón de euros para la renovación del entorno de la pequeña iglesia de San Rocco. Se trata de la primera intervención encaminada a reordenar todo el pavimento del pueblo, donde se sustituirá el asfalto existente por pavimento.

Mientras tanto, con la desaparición de los aparcamientos en la base del centro histórico, el número de coches en las calles y en la Piazza Duomo ha aumentado aún más. Una mirada, lamentablemente habitual, que mortifica la belleza del lugar y la majestuosidad de la Catedral. No tiene sentido denunciar, fotografiar o protestar, los coches siempre están ahí para alterar el ambiente y degradar el contexto histórico-arquitectónico. En la gran mayoría de los casos se trata de coches de residentes que, al no tener plazas asignadas, se detienen donde encuentran una plaza. Ellos mismos lo han explicado decenas de veces. “Si se crearan puestos destinados a los residentes, evitaríamos detener los coches delante, debajo, alrededor de la iglesia y a lo largo de las calles”, dice un residente, pero la petición fue rápidamente ignorada. Y no son sólo los coches los que restan valor al aire antiguo de casertavecchiadeclarado monumento nacional. También está esa imagen de abandono y abandono que la caracteriza desde hace años. A lo largo de los callejones, la maleza crece espesamente, trepando por los edificios centenarios y amenazando con dañar las antiguas murallas.

«Las rasgamos y cortamos nosotros mismos. Llamamos a las oficinas correspondientes una, dos, diez veces. Nos responden amablemente, pero luego nadie interviene”, informa un residente que prefiere permanecer en el anonimato. Sin embargo, ayer Casertavecchia estaba repleta de gente. A pesar de todo. Para acoger a los cientos de personas, al pie de la cuesta que conduce al Castillo, se ha reabierto la casbah con vendedores ilegales llenando los muros de las laderas del pinar con todo tipo de mercancías. En lo alto de la subida, justo debajo del Castillo, donde se abre el mirador, la primera imagen que ve el turista no es la llanura que se extiende hasta el mar y, en los días sin bruma, hasta las islas del Golfo de Nápoles, sino es el espacio abierto con contenedores de basura. Están allí, al aire libre, sin barreras, abandonados en desorden, vacíos (al menos por la mañana, cuando acaban de pasar los recolectores), junto a, en el suelo, bolsas, basura, envoltorios, botellas. Una mirada al horizonte con basura: la representación plástica del estado actual del Borgo.

“Nos sentimos olvidados, ciudadanos de segunda”, se quejan los ciudadanos. «Sólo se nos recuerda en septiembre en el Borgo. Luego volvemos al cono de sombra.” Parece un cuento de hadas: el pueblo es golpeado por un hechizo que lo hace caer en el olvido y bloquea sus ambiciones y planes durante 11 meses al año. Luego, como por arte de magia, precisamente, en vísperas del Festival, con toda prisa y aproximación, las calles, tal o cual rincón se reordenan y limpian para presentarlo a los artistas y espectadores que llegarán. Antes de volver a caer en el olvido hasta el mes de septiembre siguiente.

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