Historia toscana del líder de Cesena

Mimmo Toscano no es un personaje sencillo, como el que viene de una tierra difícil, a veces hostil y llena de contradicciones como Calabria.

En Romaña, antes que él, hubo dos períodos calabreses poco felices, los de Massimo Drago, incapaz de traducir una plantilla llena de talentos (entre otros, Kessie, Sensi, Duric, Ciano) en una máquina de guerra y ascenso en la Serie A.

El otro fue Francesco Modesto durante seis vicisitudes, un amor que nunca floreció, con la victoria de agosto sobre el Milan y la derrota en casa por 4-0 ante el Fano, uno de los tropiezos más dolorosos que afrontó la ‘Yegua’.

En definitiva, no había dos sin tres. Pero esta vez salió bien. Mimmo trajo a Cavalluccio de regreso a su casa, en la Serie B.

Entrenador ganador de la Serie C, un hueco, ya cubierto, respecto a los otros dos califas de la categoría, Braglia y Tesser. El entrenamiento en Cesena sigue siendo imborrable y siempre lo recordará por la calidez de la gente ‘Manuzzi’, que llegó tarde pero luego fue tan genuina como sabe ser la gente de Romaña.

Cometió errores importantes durante su primera temporada al frente del Cesena. Nadie olvida la gestión de los porteros que no fue el único motivo por el que el Cesena no consiguió el ascenso, pero ayudó mucho.

Nunca quiso aclarar cómo fueron las cosas, tal vez ni siquiera lo haga cuando vaya a otra parte, cuando le surja espontáneamente el deseo de deshacerse de las piedras.

Se equivocó en la frenética defensa de jugadores indefendibles como Bianchi, Ferrante y Calderoni. También hubo algunas deficiencias en la gestión de partidos cruciales como el del Lecco en el ‘Manuzzi’.

Pero eso es historia porque, a pesar de un año de retraso, Toscano llevó al Cesena a la Serie B, superando las dudas de muchos, incluso en el club, nacido de esa perversa serie de errores.

Poco a poco, resultado tras resultado, conquistó la plaza, el cariño y el coro de la curva, cosas reservadas sólo a Fabrizio Castori y Pierpaolo Bisoli que hicieron historia por estos lares.

Meticuloso, quisquilloso, bastante taciturno, creció, moldeó el equipo esta vez sin errores y cuando por momentos flaqueó tuvo la suerte de tener a su lado una personalidad destacada como Fabio Artigianato que le ayudó a superar los momentos críticos.

Como el desliz inmediato en Olbia, al inicio del campeonato, cuando ya se oían los gritos de ‘Toscano, vete’.

A partir de entonces no falló una jugada, una sustitución, una táctica, una conferencia. Impecable.

Quizás tenga razón cuando intenta hacernos olvidar sus poco emocionantes experiencias en la Serie B diciendo que durante esta temporada ha cambiado mucho, que ha aprendido de sus experiencias en la gestión de jugadores y momentos.

Sobre el Ártico. Fue él quien, con una larga llamada telefónica en una tarde tórrida de julio, convenció a Toscano para quedarse en Cesena ofreciéndole las máximas garantías, cuando con Vicenza sólo faltaba la firma del contrato. Otra medalla para este director deportivo, acostumbrado a hacerlo todo en un club sin director general. Esta temporada ha sido un recorrido apasionante cuyas grandes satisfacciones serán recordadas por generaciones de aficionados durante mucho tiempo. Récords destrozados, mejor defensa, mejor ataque, gol cooperativo. Especialmente el lanzamiento para niños, la verdadera obra maestra de Toscano.

En Italia no es fácil esperar a que los jóvenes crezcan y luego incluirlos en la mezcla. Lo hizo con coraje y previsión, llenando los vacíos de personal evidentes después de la ventana de transferencias de verano. La Fiorentina devolvió gratis la explosividad de Tommy Berti, la lesión de Ciofi favoreció la explosión de Pieraccini, quizás el más inesperado de todos los ‘mocosos’ y por tanto el más sorprendente para actuaciones que nunca fueron banales.

Y luego Francesconi, elegido fiel escudero de De Rose a quien le dio corvejones y determinación en espléndida sinergia. Y David, Giovannini. Por encima de él, el delantero Cristian Shpendi, una concentración de astucia en el área, técnica, sacrificio y rabia, capaz de mejorar el espléndido marcador de Stiven la temporada pasada. El sueño de todos es volver a verlos a ambos con el blanquinegro al hombro en la cadetería antes de emprender muchas otras etapas. Finalmente la gente de Manuzzi, regresó en masa, entusiasmada, espectacular como en los mejores momentos de la historia de Cavalluccio. Los méritos de Toscano son evidentes, no cometió ni un solo error y merece un lugar de honor en la galería de los grandes entrenadores de la Juventus.

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