Olbia. Pesadilla de jeringa. Un niño coge uno y se lo lleva a su padre.

Olbia. Pesadilla de jeringa. Un niño coge uno y se lo lleva a su padre.
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OLBIA. Un niño de ocho años le entregó a su padre una jeringa usada. La encontró en la calle donde normalmente no va a jugar porque sus padres habían advertido a él y a todo el grupo de niños pequeños que no salieran del estacionamiento de la casa. Pero son niños y a veces, quizás para recuperar una pelota, puede suceder que no sigas las órdenes.

El punto donde el niño recogió la jeringa se encuentra en via Lulli, una calle muy estrecha que conecta via Cilea y via Piccinni, una calle lateral de via Barcellona antes de piazza Nassiriya. Ocurrió hace un par de días “y desde entonces vivimos aterrorizados”, dice un grupo de padres que vive a pocos metros de ese tugurio.

“Lamentablemente no es la primera vez que nos encontramos con unos similares pero nunca había ocurrido que uno de nuestros hijos, y me refiero a los más pequeños, trajera uno a casa”. La jeringa se guardó dentro de una caja y se encuentra estrictamente custodiada como prueba tangible de lo sucedido.

Federico, nombre ficticio, “fue donde su padre y inocentemente le preguntó ‘¿qué hago con esto?’ mostrándoselo en toda su crudeza y con evidentes rastros de sangre –dicen los padres-. Por suerte, la soltó instantáneamente tan pronto como vio la reacción de su padre y gracias a Dios no resultó herido”.

Todos por aquí conocen el problema. “Sabemos lo que pasa en ese rincón. Entre los muchos niños que se reúnen para charlar con sus compañeros hasta última hora de la tarde, el tipo de gente que ves a altas horas de la noche es completamente diferente. Son drogadictos que buscan un rincón oscuro lejos de miradas indiscretas.”

Sin embargo, el acceso a ese sótano abandonado y lleno de basura, que llena incluso los pocos escalones, está bien cerrado y sellado por redes aparentemente intransitables. “Evidentemente ese lugar, a pesar de estar cerrado, sigue siendo un rincón frecuentado por drogadictos. Así lo demuestran las numerosas jeringuillas que encontramos en la acera y en la calle. Una vez más les dejamos claro a los más pequeños que no debían acercarse a ese lugar y les explicamos, con toda la delicadeza posible, por qué esas cosas nunca deben tocarse pero eso no puede ser suficiente para tranquilizarnos. Creemos que es necesario hacer algo de inmediato”.

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