Protestas y controles el primer día del billete.

Venecia por una tarifa es medio convincente. El billete de 5 euros para acceder al centro histórico, probado ayer por primera vez, ha suscitado el apoyo de los turistas, sobre todo estadounidenses, pero también ha suscitado protestas. El precio de la entrada, destinado sobre todo a frenar a los turistas diarios, debería frenar el fenómeno del exceso de turismo que, en determinados días, hace que la Piazza San Marco y sus alrededores sean inhabitables. En el pasado hubo cruzadas contra los “mochileros”, que confundían Venecia con un camping y no respetaban su decoro. Ahora, en tiempos digitales, hemos pasado a las aplicaciones y a los códigos QR para gestionar la invasión de miles de personas en la laguna.

Ayer se estrenó la controvertida medida: el 25 de abril, primer día de la larga pausa vacacional que incluirá el 1 de mayo, resultó ser una excelente “prueba de choque”. Desde las primeras reacciones parece haber habido más luces que sombras, así que seguiremos adelante. La experimentación continuará a lo largo de 2024 en los 29 días marcados con la “marca negra” en el calendario.

El Ayuntamiento ha desplegado un ejército de inspectores y policías municipales, no sólo para comprobar sino también para explicar a los turistas, algunos de los cuales se muestran desfavorables a la iniciativa, el camino para entrar en la ciudad con el billete, necesario de 8.30 a 16.00 horas. Se calcularon 113.000 llegadas ese día pero sólo 15.700 turistas tuvieron que pagar los 5 euros para obtener el pase. Por lo tanto, poco más de uno de cada 10. Todos los demás podrían, en cambio, contar con algunas exenciones, por ejemplo en caso de pernoctaciones en hoteles (la tasa turística es suficiente). La multitud se formó especialmente en el mirador frente a la estación de Santa Lucía, el principal punto de aterrizaje para los turistas que se dan a la fuga.

“Así está bien”, comentaron sin embargo muchos invitados extranjeros. Los turistas que llegan del resto del Véneto no se lo tomaron tan bien, ya que, aunque no tienen que pagar nada, sí deben registrarse en la aplicación y recibir el QR con el pase. Sin embargo, las quejas provienen de otros turistas italianos, que en cambio tienen que pagar el impuesto. “No es justo pagar para entrar en Venecia” alguien bufó, mientras otros luchaban por aceptar perder el tiempo en colas y luego haciendo malabarismos con las máquinas electrónicas. Algunos extranjeros se quejaron de la falta de información: “Si hubiéramos sabido, habríamos reservado online”. Sin embargo, no todo salió bien: algunos auténticos venecianos llegaron incluso a invocar el artículo 16 de la Constitución sobre la libertad de circulación.

La protesta de los centros sociales tuvo lugar en el cercano centro de Piazzale Roma: alrededor de 300 personas se presentaron para oponerse al alcalde Brugnaro y enfrentarse a la policía. Los agentes mantuvieron su posición alzando sus escudos: hubo algunos empujones, pero en unos minutos todo se resolvió sin excesiva tensión. Los ciudadanos de los comités y asociaciones opuestos a la multa se manifestaron en los puestos de control con códigos QR, donde se enfrentaron al alcalde Luigi Brugnaro. “Hablemos de ello”, respondió el alcalde, quien luego explicó sus motivos. «Lo hacemos para dejar la ciudad a las generaciones futuras. Hay que hacer algo y lo estoy intentando. Nunca se ha hecho nada para regular el turismo – insiste el alcalde – los políticos no lo hacen porque no tienen interés en hacerlo. Lo hice. Pido disculpas por las molestias, pero tenemos que hacer algo, no podemos simplemente hablar”.

La petición de meter la mano en la cartera, subrayó el alcalde, fue vista por la mayoría como un sacrificio necesario por el bien de Venecia. “La mayor satisfacción – observó Brugnaro – fue ver quién se acercaba a las puertas agitando el código QR de acceso: estas personas entendieron nuestras intenciones”.

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