25 de abril, 700 personas en Perugia en la marcha antifascista de la Alianza para la Victoria

25 de abril, 700 personas en Perugia en la marcha antifascista de la Alianza para la Victoria
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PERUGIA – «El 25 de abril es fiesta de todos, porque casi 80 años después nos beneficiamos de los frutos del sacrificio de quienes dieron su vida en nombre de los ideales de libertad y de los derechos sociales y civiles. La democracia y la lucha contra la tiranía fascista y nazi son valores constitucionales que deben defenderse y compartirse. Hoy celebramos el 25 de abril, una fiesta del pueblo, una fiesta de Perugia y con Perugia y para Perugia”.

Al final de las celebraciones oficiales, durante las cuales los representantes institucionales pronunciaron importantes palabras de intercambio, resonó con fuerza el potente y evocador texto escrito por Antonio Scurati y leído, en la ocasión, por Matteo Svolacchia. El intento de censura de la televisión estatal se ha convertido en su opuesto, es decir, en un extraordinario multiplicador de civismo y de verdad sobre el fascismo a partir de los hechos del asesinato de Matteotti. Al final de la conmemoración, un mar colorido, festivo y burbujeante de gente, más de 700 personas, compartió toda la marcha antifascista con Vittoria Ferdinandi y la Alianza para la Victoria, hasta el comité electoral de Pian di Massiano. Perugia se ha propuesto redescubrir sus parques desde Sant’Anna hasta Pescaia, pasando por Fontivegge hasta Chico Mendes. Y luego la fiesta en el comité de Pian di Massiano, los discursos de Mirella Aloisio, Sara Belia, Roberto Ciccone, Francesca Tizi, Sarah Bistocchi, Lorenzo Falistocco, Andrea Stafisso y Lucia Maddoli y el de Vittoria Ferdinandi que relatamos íntegramente a continuación.

DISCURSO DE FERDINANDI: «HABLAR DE POLÍTICA EL 25 DE ABRIL ES COMO RESPIRAR CON LOS PULMONES MÁS GRANDES»

Feliz 25 de abril.
Ayer mi hermano no escapó a una redada, no me desperté con las sirenas antiaéreas, al subir aquí no había panzers en Corso Vannucci y ninguno de ustedes está disparando en Monte Malbe con la Brigada Francesco Innamorati contra los Alemanes.
En cierto modo, esta es una buena noticia.
Si estuviera en Gaza probablemente no podría pensar de la misma manera.
En el instituto me topé con una frase que se me ha quedado grabada: “Quién sabe si los que vivieron en tiempos del fascismo sabían que estaban viviendo en tiempos del fascismo”.
La banalidad del mal dijo alguien.
¿Sabemos en qué tiempos vivimos? ¿Qué tiempos son estos? Hablar de política el 25 de abril es como respirar con unos pulmones más grandes. Si nos miro, y me gusta mirarnos, los rostros son hermosos. Queremos estar en la calle, estar aquí. Sientes que no estás solo, que en política es posible no estar solo. Recoge un testigo. Sin embargo, instintivamente, en el primer contacto con el 25 de abril, das un paso atrás.
¿Tenemos nosotros, ahora en Pian di Massiamo a las 13.30 horas del 25 de abril de 2024, algo que ver con quien detuvo la Segunda Guerra Mundial… 50 millones de muertos… la Shoá, 30 millones de refugiados en una Europa devastada?
El valle del Tíber, entre las provincias de Perugia y Macerata, fue uno de los primeros en construir una zona libre, cuando los nazis implementaron el plan Alarico y tomaron posesión de Italia. ¿Y nosotros?
No sé si habría tenido el coraje del párroco de Magione, Don Antonio Fedeli, que se ofreció como rehén a los nazis para que le devolvieran los cuerpos de los agricultores torturados, si hubiera tenido la fuerza para rechazar el alistamiento para ir a llenar los trenes que iban hacia Auschwitz, como los muchachos de Ponte della Pietra que terminaron fusilados por la Wermacht.
Si no sientes el peso de ese pasado, si ese pasado no llega a ti como un compromiso, como un presente, si no se encarna en el aquí y ahora, no conoces esa responsabilidad. Si ese pasado no te concierne, de nada sirvió el coraje de esas vidas.
Me sorprende que esta riqueza -mujeres y hombres dispuestos a dar su vida, no mujeres, no hombres, niñas, niños- llegue a nosotros en forma de miedo, ambigüedad, división, dicen los temerosos.
Sé, con seguridad, que soy antifascista. Y el antifascismo es una virtud, no es algo que se adquiere de una vez por todas sino que es un habitus, un ejercicio. No se nace antifascistas, se llega a ser, por el habitus, por el ejercicio diario en defensa de los valores de la libertad, la igualdad y la justicia social.
Por eso estamos aquí y estamos aquí hoy. Si pienso en las cosas buenas de este país: la tradición democrática, la tradición liberal, socialista, comunista, feminista, cristiana, el 25 de abril… estaban todas del mismo lado. Todos. Y en las calles, no en las casas. Del lado de los que liberaron, de los que querían respirar con pulmones más grandes. De esos mundos fuimos criados y nutridos. De ahí viene la gente que está conmigo en esta Alianza. Estaban todos del mismo lado y, al parecer, seguimos ahí.
Bienvenido de nuevo, bienvenido de nuevo.
Gracias a cada uno de nosotros, porque pudimos volver a unirnos, porque elegimos todos dar un paso atrás para dar mil pasos adelante juntos.
Es primavera, aunque hoy no parezca gran cosa. Y si lo miro me parece que la compañía es maravillosa. Es primavera y se nota en las caras de los niños enamorados de la calle. Los chicos.
Al menos los que levantan la vista de su teléfono. Pero los entiendo, los siento. Porque es el miedo lo que te hace mantener la vista baja, y no importa si es ante una pantalla o por la ansiedad, lo siento. Los casos de autolesiones entre adolescentes han aumentado un 60% en los últimos diez años. ¿Sabías? ¿Os lo cuentan cuando nos hablan de la Perugia del molino blanco? En Umbría, como en Italia, el suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes. ¿Qué aire le dejamos respirar para que quiera morir? ¿Cuánto odio se tragan? Se sienten solos, sin ciudades ni política, y por eso cierran los ojos a la primavera. El espacio civil y político se ha reducido en torno a nuestras molestias individuales, que parecen ser la única manera de dar sentido a las cosas. Entiendo el mundo a través del miedo que me produce. Y cortejamos esa miseria, la sentimos como un hogar. Y los chicos cierran los ojos.
Por eso el 25 de abril nos inquieta más que nos da alegría. Porque marca la paradoja en la que vivimos: un mundo que se ha quedado muy pequeño en significado y valor -lo que cuenta es lo que hago, lo que siento, lo que pienso-. Muy lejos del sentido de aquel nosotros que fuimos carne el 25 de abril de hace 80 años. ¿Qué pasa con los demás, ya sea el anciano de Olmo que no llega a fin de mes, la familia de Ponte San Giovanni que no encuentra un nido, el habitante de Kiev o de Gaza bajo los bombardeos, el migrante que muere en el mar, el vecino con el que discuto en la cola de Silvestrini porque tardan 6 meses en una visita de especialista y de alguna manera es su culpa, bueno, ese dolor, hoy parece que ya no nos preocupa.
No sé si llamar fascismo a este resentimiento, a esta tristeza, a este miedo y a esta incapacidad de resonar con el dolor de los demás. Pero sé una cosa, sé que no sé vivir solo. No quiero. Y no encuentro ninguna belleza en pensar que los demás están solos. Y no encuentro ninguna belleza en pensar que dejamos a nuestros hijos solos.
Quien recorre los nombres de nuestras listas, desde profesores hasta investigadores, pasando por quienes provienen de la empresa y el trabajo, de las asociaciones, encuentra otro mundo. Un mundo que no encuentra atractivo en la tristeza, el miedo y el aislamiento.
Quiero lo que todos quieren. Una Perugia que es nuestra. Una Perugia que es nuestra, porque huele a nosotros y a primavera. Una Perugia que, como aquel 25 de abril de hace 80 años, mira hacia arriba, donde las luchas sociales y el voluntariado católico se conocen, se conocen precisamente en el sentido de que se saborean cuando trabajan, que redescubren la radicalidad de los valores. que los mantienen unidos. Antes lo llamaban democracia, hoy lo llamamos Alianza para la Victoria. Es lo mismo, es la misma primavera.
El fascismo, cuya derrota hoy recordamos –recordémosla: la derrota– es este miedo. Por eso tiene un programa con un aspecto bajo y muy pequeño. Miedo y tristeza institucionalizados, uniformes negros, convertidos en un sistema, una práctica de odio, que se convierte en aparato. Mira lo que hacen con nosotros, cada día intentan transformar una campaña electoral hecha de flores, de sonrisas, de caminar juntas por las calles de la mano, de amabilidad, de señoras con sinales y sonrisas que preparan la tarta del texto, intentan transformarlo en un coco en el que cada día se suman enemigos imaginarios: los que insultan, los que atacan, los que derriban carteles, la izquierda extremista. Y no comprenden lo peligrosa e imprudente que es esta continua incitación al odio.
Es paradójico verlos condenar el miedo y el odio sin poder sembrar otra cosa, porque no están hechos del mismo material del que están hechos los sueños sino del que está hecho del miedo a perder los asientos. Y nosotros no, estamos hechos de primavera y sueños.
Dicen que el 25 de abril es un día festivo que genera división. ¿Cómo puedes sentirte dividido por personas que celebran una liberación? En serio, ¿cómo se hace? Divididos por quienes expulsaron a los nazis, construyeron la democracia y ganaron el voto de las mujeres.

Sin el 25 de abril no estaría aquí. Literalmente. No tendría títulos ni trabajo. Las leyes fascistas quitaron a las mujeres las cátedras de filosofía y literatura, obligaron a despedir a las niñas que esperaban un hijo, a bajar los salarios y a contratar no más del 10% de la empresa, probablemente ahora estaría produciendo mesas para mi país. Así que gracias, gracias Mirella por defender mi libertad y la de nuestras hermanas. Frente a ti siempre seguiré sintiéndome diminuto, y con razón. Porque el esfuerzo que seguiré haciendo para parecerme aunque sea una fracción de tu valentía me hará mejor de lo que podría haber sido sin haber conocido tu historia. Tu historia que hoy todos celebramos y defendemos juntos y que no permitiremos que nadie reescriba.
Sin la verdad del cuerpo y del corazón de Mirella que luchó por nosotros, no estaremos aquí soñando con traer la primavera a nuestra ciudad. Y por eso no permitiremos más a quienes representan nuestras instituciones la cobarde ambigüedad de no declararse antifascistas.

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