Corigliano-Rossano. Una hermosa noche entre los fuegos artificiales de San Marco.

El resplandor de las llamas que iluminan y abrazan sugerentes vistas, mientras la noche cobra vida con música y recuerdos.
Al caer la tarde, entre el 24 y el 25 de abril, el centro histórico de Rossano vuelve a revivir la mágica noche de los Fuegos de San Marco, una tradición que se transmite desde 1836, cuando la tierra tembló con tanta fuerza que empujó a los habitantes a Bajan a la calle, encienden grandes hogueras para calentarse del frío de la noche, comparten comida y vino con vecinos y transeúntes.
Y desde entonces la tradición se ha renovado. Un recuerdo que se convierte en celebración. Un evento que atrae a ciudadanos y turistas a las encantadoras vistas de Rossano, un río de gente que fluye por las calles que resuenan de alegría, bailando alrededor del fuego al son de una música cautivadora, degustando los productos de la tradición enogastronómica local.
Una historia centenaria que cada vez se cuenta de forma diferente y que ofrece un espectáculo de música, colores y diversión en nombre de la cultura de la hospitalidad.

Y volvió a ser una velada preciosa, llena de diversión y tradición. El 24 de abril marcó – y sigue marcando – un hito para los ciudadanos de Corigliano-Rossano, en particular para los rossanesi que, desde hace 188 años, celebran la figura de San Marcos, quien los protegió del terrible terremoto. en la noche de caballo entre el 24 y 25 de abril de 1836.

Y es así como el fuego, desde el refresco, se convierte en símbolo de tradición. Entre las calles del pueblo las focarinas amenizaron la larga noche de San Marcos, acompañadas de buena música, comida callejera local y mucho buen vino en el típico “sciannacheddo”.

Reina el compartir: muchas familias de los distintos barrios, de hecho, se reúnen en grandes mesas al aire libre y quienes pasan no pueden evitar detenerse y aceptar la buena invitación a sentarse y disfrutar de algo en compañía. Como aquella noche lejana, donde la gente se amontonaba para animarse unos a otros, así ahora los rosonesi -y los no- se reúnen para confirmar ese vínculo “familiar e íntimo” que sólo los verdaderos aldeanos saben tener.

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