¿Estación de Vicenza? apesta

¿Estación de Vicenza? apesta
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Corría el año 1845 cuando el primer tren, procedente de Padua, entró en la recién construida estación de Vicenza; Sin embargo, el tráfico regular no comenzó oficialmente hasta el año siguiente y, a partir de 1849, la ruta se amplió hasta Verona, permitiendo llegar también a Lombardía.

En 1875 se establecieron cinco viajes diarios a Milán y nuevamente en 1876 la ruta Vicenza Schio.

A muchos no les gustó el edificio diseñado por el veneciano Giovanni Battista Meduna, con su aire austriaco, e inmediatamente a más de un observador le pareció decididamente equivocado el emplazamiento de la estación y – los estragos en nombre del progreso son innumerables y constantes, en todas partes – y El periodista de Vicenza Adriano Navarotto en su monumental obra “Ottocento Vicenza” escribió:

«El error inicial e irreparable fue precisamente trazar el ferrocarril hacia el sur de la ciudad y no hacia el norte: y peor aún, darle una salida justo en el límite extremo de Campo Marzo, a unas decenas de metros del borde de la Retrono. Los técnicos no sabían en qué lecho de Procusto estaban colocando la estación, obligados a entrar en esa franja de tierra, cortados por el recodo del río, oprimidos, asfixiados por la constricción de la montaña”.

Navarotto tenía mucha razón: la estación de Vicenza nació con una estrella desafortunada, sin posibilidad de desarrollo posterior a pesar de haberse convertido en crucial en la ruta Este-Oeste y esencial para pasajeros y mercancías.

Y lo que es más

Pero sigamos adelante: después de los feroces bombardeos a los que fue sometido, junto con el teatro Verdi y el Eretenio, redujeron el edificio a un montón de escombros y le correspondió al arquitecto Roberto Narducci -todavía evidentemente vinculado a la escuela racionalista- diseñar la nueva estación que fue inaugurada en 1948.

A principios de la década de 2000, el centro ferroviario de Vicenza sufrió -sí, sufrió- una “reurbanización” que lo transformó definitivamente en la basura actual.

La idea, bastante poco realista, era transformarlo –al igual que sus hermanos de Padua y Verona, dejando fuera Milán– no sólo en un cómodo punto de llegadas y salidas, sino también en un pequeño centro comercial con tiendas y servicios diversos.

Fracaso total.

Si en Padua y Verona puedes hacer compras en la estación hasta tarde gracias a los pequeños supermercados presentes, o comprar un libro o incluso un periódico o una revista, en Vicenza puedes como máximo comprar un poco de humo, de los que no son vendidos en estancos u otras sustancias “recreativas”.

Ninguno de los establecimientos comerciales previstos ha visto nunca la luz y los históricos -quiosco y librería- también han desaparecido; sólo resiste el bar-buffet, al que ofrecen férrea resistencia los espantosos dispensadores de bocadillos de plástico y café instantáneo colocados a lo largo de los andenes de las vías.

Hablando de los andenes de las vías: no se puede encontrar nada mejor para tirar diversos papeles usados ​​que los cuatro miserables “portabolsas” que se encuentran a la vista, aunque “diferenciados”. No esperamos elementos de diseño futurista, pero sí que al menos se conserve el decoro.

Con el último “restyling” han llegado a la plaza cuatro pequeños árboles que contrastan con los igualmente raquíticos de Campo Marzo, ofreciendo al viajero una imagen poco cautivadora de la ciudad.

Guardemos silencio sobre la rotonda “Alpini”, su Encuentro está cerca y es bueno celebrarlo con serenidad, que parece el soplón de Harry Potter y no es precisamente una obra maestra digna de ser mencionada en los libros de historia del arte; entre otras cosas, la parada de autobús se encuentra, tras la peatonalización de la plaza, exactamente cerca de la propia rotonda, lo que provoca un callejón sin salida mortal.

Los “espacios comerciales” se encuentran en un estado de total abandono -habría que saber por cuánto pretendía el RFI alquilarlos- y, por tanto, ahora sin ningún atractivo para los potenciales comerciantes.

Ninguna administración pública, sea cual sea su color, ha conseguido su objetivo de reurbanizar la zona – Campo Marzo es una letrina – que parece deslizarse cada día más abajo: ¿será la valla cuya instalación está prevista al final de la Asamblea? ¿de alguna utilidad? La esperanza es lo último en morir.

Volviendo a la estación, como siempre, nos centramos en los “grandes proyectos” (el tren de alta velocidad que destripará la zona occidental, por ejemplo) en detrimento de pequeñas pero importantes intervenciones reales de reurbanización.

Se podría decir que quizás Antonio Fogazzaro tenía razón al no querer la estación de Vicenza: realmente parece que no la merecemos.

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