María Occhipinti, una mujer de Ragusa

El escenario es el del Instituto Gramsci Siciliano de Palermo, que ofrece al numeroso público la lectura de dos palabras escritas en rojo en la pared del fondo: memoria y compromiso.

Hoy conmemoramos aquí el compromiso de una siciliana que vivió el siglo pasado, María Occhipinti, y la revuelta “No te vayas” en Ragusa: un acicate a la deserción dirigido por madres, hermanas, hijas, comprometidas con los llamados a las armas en en vísperas del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Para la Anpi el saludo es de Letizia Colajanni, quien se disculpa por su voz ronca, que se perdió por haber hablado en un colegio sin amplificación esa misma mañana. Pero nada se perderá, su voz resonará entre los jóvenes que la invitaron a recordar la Resistencia.

Para el Udi Daniela Dioguardi nos recuerda a los demás sicilianos y su Resistencia, armados y desarmados, y lee las palabras de nuestro protagonista, nunca tan relevantes como ahora, sobre la necesidad de erradicar la máquina de guerra de raíz.

Luego la voz es la de las dos mujeres en escena, Francesca Martino, creadora de la pieza, y Elena Pistillo, quien también la dirigió. Palabra hablada y palabra cantada, con pasión, con ironía. Así nos cuentan la verdad de una mujer y su dificultad para ser ella misma en su época. Como todos, se la considera loca por su deseo de no conformarse, como todos, es arrojada a los brazos de un hombre cuando aún es una niña.

La pequeña crece y encuentra las palabras para expresar su disconformidad con las injusticias del mundo que arruinan las piezas, las últimas, las pobres mujeres que no saben ni firmar. Y ella, que ha llegado hasta tercer grado y sabe leer, ya no quiere ser pan comido.
Mil preguntas en la cabeza de María. ¿Donde está todo el mundo? Muerto.
Con su marido en el ejército, vende huevos y lee libros. Lee y relee las injusticias del mundo.

Y la historia de la guerra continúa hasta la breve ilusión de paz.
Ningún rescate para el pueblo oprimido por los nuevos amos, los contrabandistas enriquecidos por el hambre de quienes piden subsidios. Y el pueblo de mujeres alza la voz por ese poco de pan, pasta y harina apestosa. Así es María: quiere participar en las luchas del pueblo hasta que llegue la postal rosa para los hijos del pueblo. Es el 4 de enero de 1945 en Ragusa.

María se acuesta boca arriba frente a las ruedas del carro que se lleva a los hombres acorralados para enviarlos al frente. Tiene cinco meses de embarazo. La rebelión aumenta y, después de una semana de huida, María es capturada y llevada a prisión. ¿Por qué, señora? Porque estoy cansado de la guerra. Dará a luz en prisión y permanecerá allí hasta la amnistía de la República que ganó el referéndum.
María sale de prisión y respira su primera libertad.
Y con la canción “Nuestra patria es el mundo entero”, el público aplaude.

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