El color de la granada | Mangialibri desde 2005, nunca una dieta

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Isla de Brač, Croacia. Ana está sentada con su abuela Nada en el porche de la casa de esta última. Ambos fuman. ¿De qué hablar con tu abuela? Nada ya casi no puede ver, hay cenizas por todas partes. Si Ana le pregunta al respecto, Nada lo niega. Es típico de tu abuela negar la evidencia. Está anocheciendo y el Bora azota y hace temblar a Ana. Nada dice que no tiene frío, que no quiere un cárdigan ni un vaso de agua, aunque debería beber mucho: ahora tiene 89 años. Ana quiere mucho a Nada y muchas veces insiste en que le cuente cómo era la vida cuando era pequeña. Nada se niega muchas veces a sí misma y entonces Ana empieza a recordar cuando el tiempo duró mucho y ella era una niña. Pasó todo el verano con Nada, el resto del año estuvo en Austria con su familia, hablando un idioma y asimilando una cultura que Nada aborrecía. Cuando estaban juntas, a Nada parecía gustarle todo: las rodillas desolladas, las espinas de frambuesa, las zarzas de enebro. Juntas improvisaron cuentos y chistes, poniéndose a cuatro patas e imitando al burdégano sobre el kilim (una especie de alfombra) con flecos…

El color de la granada, la primera novela de Anna Baar, es a la vez una novela con elementos autobiográficos y un ejercicio de interpretación del mito. Concretamente, el de Perséfone (o Proserpina para los amantes de las versiones latinas). Hija de Deméter y Zeus, Perséfone fue secuestrada por Hades mientras recogía un narciso y arrastrada al inframundo. Allí comió seis arilos de granada, sin saber que quien come los frutos del inframundo está obligado a permanecer allí por la eternidad. Después de la investigación de Deméter, la intervención de Zeus estableció que Perséfone permanecería en el reino de Hades tantos meses como las semillas de granada que había comido, mientras que pasaría el resto del tiempo con su madre (y así se crearon las estaciones). El periodo que Ana, la protagonista del libro, pasa con su abuela no equivale a seis meses, sino sólo a un verano, durante el cual su abuela intenta no hacerle perder el contacto con su lengua materna, a diferencia de la que ella tiene. Para Nada ella es una extranjera y una enemiga: la alemana. Nada es en realidad una yugoslava que vivió la invasión nazi, vio morir a su hermana Vesela a manos de los alemanes y, por tanto, ve con auténtico odio la ramificación paternal de Ana. Quien se ve así obligado a mediar e interpretar entre dos culturas tangenciales pero hostiles, con una sensación de distanciamiento generacional expresada más que admirablemente. Además, hay bastantes referencias autobiográficas: la doble identidad austrocroata; la isla de Brač; una abuela que vivió y sufrió la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, tenemos muy claro que El color de la granada es algo más que una simple novela: es una obra que consigue hacernos comprender lo que significa ser extranjero en tu tierra natal.

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