Salón del Automóvil de Turín 2024, “Contra el smartphone”: en un libro el manifiesto alternativo por un teléfono móvil más justo, más transparente y menos necesario

De Martin no sólo muestra una abrumadora superioridad intelectual en términos de análisis técnico en microprocesadores, sino que aporta su análisis proactivo tanto al cerebro como al corazón.

Otro teléfono inteligente es posible. Los tonos antiglobalistas resuenan en este eslogan necesario e igualitario que Juan Carlos De Martín propone en su ensayo “Contra el teléfono inteligente” (Agregar Editore) presentado en las últimas horas en la Feria del Libro de Turín. “Nos han entrenado para no hacernos muchas preguntas sobre tecnología. La tecnología llega y simplemente la adoptamos, en cuyo caso estamos a favor del ‘progreso’o lo criticamos, en cuyo caso somos conservadores o incluso luditas, pero no tiene por qué ser así”, explica el autor, profesor titular de Ingeniería Informática en el Politécnico de Turín. ¿Por qué esta disertación tranquila, cortés y aguda, sobre el dominio cultural y práctico del teléfono inteligente, su intrusión física y mental?a esta exclusividad capitalista intocable en términos comerciales, lo tiene todo excepto furia destructiva ciega y materialista.

La cuestión es: ¿por qué no se puede transformar ese “paralelepípedo” en algo más democrático y menos necesario? En definitiva, De Martin no sólo muestra una abrumadora superioridad intelectual en términos de análisis técnico en microprocesadores, licencias, aplicaciones y el sistema legal del sector, sino que le da a su análisis proactivo (“una operación intelectual y civil”) cerebro y corazón. Retomando las palabras del entonces garante de privacidad, Stefano Rodotà: “El futuro democrático se juega cada vez más en torno a la capacidad social y política de transformar las tecnologías de la información y la comunicación en tecnologías de libertad y no de control”. Los datos fácticos de la ya imparable afirmación del smartphone son irrefutables. Desde que entró en el mercado en 2007, se han vendido más de 15 mil millones de teléfonos inteligentes, mientras que las computadoras personales vendidas son poco más de 5 mil millones y ahora los autos viejos apenas superan los mil millones.

También se estima que en 2022, en promedio, las personas en el mundo pasaron una media de 5 horas al día frente a sus teléfonos inteligentes y que, como recuerda De Martin, esto se ha convertido ahora en un objeto “necesario”, precisamente para mantenerse al día con la mayoría. de acciones cotidianas que poco a poco se van digitalizando más allá de las apps para desplazarse compulsivamente. Además, la Corte Suprema de Estados Unidos, en un fallo reciente, clasificó el teléfono inteligente como una “característica de la anatomía humana”. Pensemos en que mientras los llamados teléfonos móviles no conectados a la red, cuanto más pequeños y ligeros eran, más apreciados y comprados eran, hoy hemos llegado a la paradoja contraria: cuanto más grande y pesado es el smartphone. modelos (hay uno que pesa tres onzas) cuanto más exitosos son. Es evidente que De Martin no quiere fomentar ninguna revuelta antitecnológica, al contrario.

Su “manifiesto” por otro posible smartphone es algo sutil, igualitario y contundentemente alternativo. Partiendo de que entre las muchas “consecuencias” que analiza el autor hay consecuencias perjudiciales para la información (las aplicaciones determinan lo que vemos, por lo que tendemos a sufrir imágenes y noticias y no las buscamos de forma independiente), así como para la mente. (el fenómeno de la “capacidad de concentración reducida” es ya una patología en toda regla y transversal), los veinte puntos propuestos por De Martin son peticiones simples y naturales que harían que el smartphone sea “más respetuoso y justo”.

Mencionamos algunos de ellos. Un par, los puntos 5 y 6, intentan volver a la antigua fiabilidad de los electrodomésticos que duraban casi toda la vida pidiendo que se trabaje en un smartphone, tanto en el hardware como en el software, “diseñado para maximizar la vida media del objeto”, además de la batería, ésta debe “ser fácilmente extraíble” (y reemplazable, añadimos). Puntos 13 y 17: reducir al mínimo la vigilancia de los usuarios y el uso de datos para otras funciones (y aquí aciertan los Estados porque quienes mandan son el monopolio de Apple y Google). Punto 19: las aplicaciones y los sistemas operativos deben advertir al usuario sobre comportamientos potencialmente peligrosos al utilizar el teléfono inteligente. Y en cualquier caso, para De Martin, la cuestión de las preguntas es segura y filosóficamente boomer, pero si eres unos años mayor significa que tienes una visión un poco más larga: “Estamos muy contentos con el hecho de que el teléfono inteligente, de cualquier tipo, incluso el más justo, sostenible y transparente se convierte en un objeto necesario”?

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