Los recuerdos perdidos de la infancia: entrevista a Cristina Alberini, la neurocientífica que estudia lo que hemos olvidado

Los recuerdos perdidos de la infancia: entrevista a Cristina Alberini, la neurocientífica que estudia lo que hemos olvidado
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“La riqueza de la vida reside en los recuerdos que hemos perdido”. Cristina Alberinineurocientífico italiano de la Universidad de Nueva York, eligió la frase de Cesare Pavese para describir la actividad de su laboratorio: estudiar la memoria a partir de lo que hemos olvidado, en particular los recuerdos de la primera infancia, aquellos que parecen tragados por el vacío.

¿Cómo se estudian los recuerdos de los niños si se pierden?

“Pero no están perdidos. Dejan una huella de sí mismos, aunque no seamos conscientes de ello. Mi laboratorio descubrió esto en un experimento con ratones. Anteriormente se creía que los recuerdos de los tres primeros años de vida se desvanecían para siempre y que el hipocampo, órgano cerebral fundamental para la formación de los recuerdos, aún era demasiado inmaduro para llevar a cabo su función.

¿Significa esto que lograste sacar a la luz los recuerdos de la infancia de un ratoncito?

“En un sentido. Ideamos un experimento bastante complejo que demuestra que un pequeño estímulo doloroso en los primeros días de vida (una ligera sacudida de una pata) pronto se olvida como resultado de la amnesia infantil. Sin embargo, la huella de ese recuerdo, cuando el ratón es adulto, lo empuja inconscientemente a evitar situaciones similares a las dolorosas que vivió cuando era niño. Es una prueba de que se ha conservado una memoria a largo plazo. Posteriormente se repitieron pruebas similares en niños. Evidentemente no se basaban en estímulos dolorosos, sino por ejemplo en el reconocimiento de juguetes. Luego descubrimos que el hipocampo, desde las primeras etapas de la vida, ya es capaz de formar recuerdos a largo plazo”.

¿Elon Musk ya tiene listo un chip para traer recuerdos de la infancia?

“No veo qué puedo hacer al respecto. Es un mecanismo muy importante a estudiar, incluso antes de explotarlo. No exagero cuando digo que comprender esto puede hacer que la humanidad sea mejor.”

Sin embargo, si no somos conscientes de los recuerdos de la infancia, debe haber una razón. ¿No corremos el riesgo de tocar un sancta sanctorum que debe permanecer protegido?

“La teoría de Freud sobre la supresión de los impulsos sexuales infantiles era muy importante, pero no fue confirmada. Al contrario, creo que estudiando la amnesia infantil podemos aprender mucho sobre los trastornos del desarrollo nervioso, desde el autismo hasta los retrasos en el aprendizaje. Y podemos moldear mejor la pedagogía de los primeros años de vida. Sería importante hacer que nuestro futuro sea mejor, menos agobiado por los trastornos psicológicos”.

¿Consejos para los padres?

“Una buena guardería es una de las mejores inversiones que podemos hacer por nuestros hijos. Encuentro que María Montessori entendió bien la importancia de satisfacer las necesidades individuales, brindando estímulos adaptados al nivel de crecimiento de cada persona. Los niños son muy diferentes entre sí. Necesitamos observarlos, captar sus puntos débiles y ayudarlos allí mismo, para evitar un futuro de ansiedad, depresión, déficit de atención o trastorno bipolar. Algunos sistemas educativos que son muy competitivos desde la infancia, como el estadounidense, corren el riesgo de crear un estrés que nunca se recuperará”.

Pero ¿de qué sirve someter a los niños pequeños a tantos estímulos si no recuerdan nada?

“Repito, no es cierto que sus recuerdos se vayan a desvanecer. Los estímulos y las experiencias en los primeros años también son importantes por otra razón: uno de nuestros hallazgos es que el hipocampo se desarrolla durante un período de ventana. Si esta parte del cerebro no se estimula en los primeros tres años de vida, ya no madurará, un poco como ocurre con la visión. Los niños que crecieron en los terribles orfanatos rumanos durante la dictadura son un ejemplo clásico: sólo los más pequeños lograron recuperarse una vez adoptados. Los mayores, con el período ventana ya cerrado, nunca han superado su empobrecimiento neurológico. Someter a los niños muy pequeños a experiencias, estímulos sociales, emociones favorece la maduración del hipocampo, que está especializado en el tipo de recuerdos que podemos transformar en historias y secuencias con un “quién”, un “qué”, un “dónde” y un “cuándo”. Hacer que los niños los experimenten y luego presionarlos para que los cuenten promueve esta forma de memoria”.

Pero ¿hemos entendido por qué existe la amnesia infantil, y no sólo en nuestra especie?

“El sistema de formación de la memoria necesita tiempo para madurar. Los recuerdos de los primeros años de vida son diferentes a los de los adultos: más esquemáticos y flexibles, más pobres en detalles. Todavía son arquitecturas desnudas, arquetipos de situaciones que luego haremos cada vez más complejas y detalladas a medida que crezcamos”.

¿Entender la biología de la memoria nos dará una manera de manejarla?

“Con mi grupo hemos identificado una proteína -llamada Igf-2 o factor de crecimiento similar a la insulina- que mejora el proceso de formación de recuerdos a largo plazo. Lo inyectamos en ratones con muy buenos resultados, publicado el pasado mes de julio en Naturaleza. Fundamos una start-up para continuar nuestros estudios: esperamos llevarlos también a los humanos”.

¿Musk aún no ha llegado allí?

“No queremos crear superhombres, sino remediar los daños del Alzheimer, por ejemplo”.

¿Las pantallas y los videojuegos dañan la memoria de los niños?

“No todas las experiencias que vivimos se convierten en recuerdos a largo plazo. De hecho, la mayoría está descartada, como bien explicó Pavese. El proceso biológico en el cerebro que comienza a partir de una experiencia y termina con la formación de una memoria a largo plazo lleva mucho tiempo. Si la sucesión de estímulos es demasiado rápida, como ocurre con muchos dispositivos digitales, la memoria no tendrá la oportunidad de consolidarse adecuadamente. Nos quedará una ensalada de recuerdos confusos y superpuestos. Esto es lo que corren los jóvenes hoy.”

¿Pero cuál es tu primer recuerdo de la infancia?

“Es difícil responder. Quizás una calle central del pueblo cerca de Cremona donde crecí. Alguien me toma de la mano y subo y bajo la acera. Luego recuerdo haber llorado en el jardín de infancia, pero evidentemente tenía más de tres años. Realmente no quería quedarme allí, y cuanto más lloraba, más me dolían los mechones que mi madre me había atado al pelo”.

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