Hace un año el rey Carlos fue coronado en la Abadía de Westminster, en Londres, y el pueblo inglés, dispuesto a aclamarlo, esperaba la posibilidad de una fusión de intenciones. Por un lado, estaba el deseo de mantener y respetar la tradición, por otro, el de dar un giro moderno a la monarquía. Hoy, sin embargo, ese sueño ya parece hecho añicos. Con la llegada del tumor y la dificultad de no poder contar con todas las fuerzas de su hijo William, comprometido en apoyar a la princesa Kate (también afectada por el cáncer), el soberano tuvo que dar pasos atrás y anteponer la salud. “Es como un león enjaulado”, dijo un amigo al Sunday Times.
Por suerte, la reina Camilla está ahí para recordarle que no muerda más de lo que puede masticar. Como informa un artículo del Corriere della Sera, durante una de las últimas recepciones, dijo: “Carlo está feliz ahora que puede salir”, pero necesita que alguien le repita que no está curado: “Yo’ Estoy tratando de mantenerlo bajo control”. El heredero al trono, William, tuvo que limitar sus compromisos a ofrecer amor y apoyo concreto a su esposa Kate y a los principitos. Mientras tanto, el equipo del Palacio de Buckingham intentó frenar y mantener en equilibrio a la Corona británica. Parece que el temor del rey es no poder escribir su página en la historia. Prueba de ello es la agenda ya repleta.
El consenso de los ingleses sigue siendo claro. Según las encuestas, de hecho, la población sigue estando a favor de la monarquía, “especialmente los mayores de 65 años”. ¿La razón? La elección de la transparencia del monarca, que con un comunicado oficial dio a conocer el diagnóstico del tumor y cortó de raíz inferencias e hipótesis imaginativas. Gran cariño también hacia Kate Middleton, la princesa a la que muchos ya ven en el trono como reina.
