Ride or Die Review, una película de palomitas a la enésima potencia

Ride or Die Review, una película de palomitas a la enésima potencia
Ride or Die Review, una película de palomitas a la enésima potencia

Los Bad Boys están de vuelta en la carretera, conscientes de su pasado reciente, cambiado y sin embargo todavía y siempre reconocibles en sus palabras, en su carácter y sobre todo en ese vínculo que aún hoy alimenta una química con los espectadores más apasionados, prácticamente inextinguida. Disponible en los cines italianos a partir del 13 de junio de 2024. Chicos malos: cabalgar o morir nos transporta al Miami de Mike y Marcus, a esta ciudad con sabor y sentimiento latino, donde el bien y el mal bailan entre balas, explosiones y bromas sin demasiados filtros. Si en la tercera película de esta ahora saga vimos nuestras relaciones con el paso del tiempo y con una modernidad que ahora se apodera de todos los ámbitos profesionales posibles, en este caso la historia se inspira en el camino recorrido anteriormente. Trabajando los personajes más de cerca… en todos los sentidos..

¿Cuáles son las consecuencias de vivir y trabajar como Marcus y Mike? Ellos también son humanos después de todo, ed. Es precisamente en esta “humanidad” donde Bad Boys: Ride or Die intenta encontrar su camino., delineando los límites de una fragilidad subcutánea que puede emerger de la manera más personal posible, destacando nuevos lados de nuestros dos policías favoritos. Todo ello en un viaje con una buena y abundante dosis de locas persecuciones, tiroteos interminables, batallas en primer plano y otros tantos excesos del cine de acción perfectamente anclados a los cánones contemporáneos en este sentido. Bad Boys: Ride or Die, sin embargo, tiene un carácter difícil de encontrar en otros lugares, una identidad específica. y detalle que aún sabe fascinar y ciertamente entretener.

Fantasmas por dentro y por fuera, invasivos y aparentemente inmortales

Cuál es la historia en el corazón de Bad Boys: Ride or Die? Al conectarse con los últimos y dramáticos acontecimientos que involucraron al Capitán Howard (Joe Pantoliano) en la historia anterior, la película aplica una especie de filtro espiritual (que no es nuevo en la saga, pero aquí más fuerte que nunca) a la historia, empujando a Marcus y Mike a en una misión que les concierne personalmente.

Cuando las autoridades americanas intentan destruir la imagen del capitán recientemente fallecido, implicándolo en una serie de tráficos destinados a ensuciar su memoria, Será tarea de los queridos Bad Boys encontrar la verdad, indagando en un sistema formado por movimientos oscuros en las sombras.. Un auténtico baile de máscaras en el que los protagonistas se enfrentarán, esta vez, no a la calle ni a los narcotraficantes, sino a un auténtico engaño orquestado para destruir su imagen y todas sus certezas. Paralelamente al suspenso de tal experiencia, Bad Boys: Ride or Die aplica un filtro de acción reconocible al instantehijo de la evolución que todas las películas anteriores han experimentado en este sentido.

Pura acción y adrenalina van de la mano con las experiencias de los protagonistas involucrados en esta especie de “juego de máscaras”, aprovechando las experiencias generales acumuladas a lo largo del tiempo para humanizar un poco lo que estamos viendoreconectando a una coherencia narrativa funcional y conectada directamente con lo que hemos visto en el pasado.

Nostalgia, apego y escritura en imágenes

Los acontecimientos narrativos de los distintos Bad Boys nos han acostumbrado a una serie de elementos recurrentes en las distintas historias y, sobre todo, a unos modelos capaces de distinguir películas de otras en la misma onda. Bad Boys: Ride or Die afortunadamente se mantuvo fiel al espíritu habitual de la serie, construyendo toda la narrativa de este nuevo capítulo entre excesos locos y una jovialidad poco común. Las diversas ideas que a lo largo del tiempo han caracterizado el camino hasta hoy regresan aquí en enésima potencia, Devolviendo momentos imborrables y poco convencionales.en el que vemos la violencia de acción más típica de la mano de una ligereza aún más amplia que en el pasado.

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Cómplice de todo esto, además de la escritura de Chicos malos: cabalgar o morir, está dirigida por Adil El Arbi y Bilall Fallah. Es imposible no notar algunas elecciones formales específicas al ver esta película. La propia cámara se transforma, especialmente en los momentos de mayor acción, y cobra vida convirtiéndose en un personaje por derecho propio.. Por lo tanto, no se trata de un simple ojo secreto sobre la vida de los personajes principales, sino de un verdadero atrezzo, un accesorio en continuo movimiento, comprometido a captar primero la esencia de los acontecimientos en primer plano (con primeros planos y detalles que impresionan). en la gran pantalla el sudor de la piel y las expresiones faciales de los protagonistas), y luego Involúcrate directamente en la acción con tomas subjetivas alucinantes. (que recuerda mucho a los videojuegos de disparos) y una transformación total en manos de los protagonistas.

La intención experimental de Chicos malos: cabalgar o morirdesde el punto de vista visual, resulta así más claro que nunca, evidente en su acercamiento al gran público del cine y en su implicación de la forma más directa posible. tratando de dinamizar una experiencia loca y en constante movimiento, especialmente en los momentos más activos, complejos y claves.. Si por un lado una dirección impredecible como ésta logra sorprender y modernizar el “clasicismo” de una acción que merece evolucionar de alguna manera, por otro en algunos momentos puede resultar desorientadora para el espectador, en un frenesí general que es fascinante y al mismo tiempo difícil de manejar a gran velocidad.

Humanidad y previsibilidad

En Chicos malos: cabalgar o morir volvemos a encontrar a los queridos Mike y Marcus. Su amistad fraternal es más fuerte que nunca, al igual que esos personajes que siempre los han distinguido y caracterizado más allá de cualquier otra cosa (La química entre Will Smith y Martin Lawrence sigue ganando). La película dirigida por Adil El Arbi y Bilall Fallah, sin embargo, intenta mezclar un poco las cartas sobre la mesa, ofreciendo por un lado una historia bastante obvia en su conjunto, compuesta de enfrentamientos con el único objetivo de demostrar una verdad en que nadie quiere creer y, por otro lado, la escritura de los protagonistas individuales es bastante interesante.

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Más allá de todos los estereotipos posibles, los nuestros siguen siendo siempre seres humanos, y en su intrínseca fragilidad Bad Boys: Ride or Die logra encontrar su camino, moviendo los hilos de una historia nada original, pero que sigue siendo atractiva gracias a los dos protagonistas. Son sus bromas, sus familias y sus caprichos los que sustentan toda la historia, brindando a los fans una historia que fascina precisamente en este sentido. Una historia que a la vez desespera, llevando una vez más al extremo una experiencia de imagen que sin embargo entretiene. La película disfruta desafiándose a sí misma y a los límites de una aventura muy ligera y muy americana. Y eso está bien.

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