El secreto de Ayrton, el campeón que llevó a Dios a la pista

El secreto de Ayrton, el campeón que llevó a Dios a la pista
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Ayrton Senna, leyenda de la Fórmula 1, falleció el 1 de mayo de 1994 tras un accidente en el circuito de Imola

«Nada podrá separarme del amor de Dios» (“Nada podrá separarme del amor de Dios”) es lo que está escrito en su lápida en el cementerio de Morumbi, en Brasil. Puede parecer una paradoja empezar desde el final, pero la frase sobre la tumba de Ayrton Senna es el mejor punto de partida para redescubrir su leyenda. El piloto sudamericano no sólo fue campeón de Fórmula 1, sino también un campeón más allá del deporte. Su trágica muerte, el 1 de mayo de 1994 en Imola, fue impactante no sólo para el pueblo brasileño sino para el mundo entero. Al fin y al cabo, si treinta años después su memoria está más viva que nunca, significa que la fascinación por un fenómeno automovilístico tan diferente al de sus colegas ha permanecido intacta. Volver sobre sus pasos es realmente sorprendente. Entre los muchos libros próximos, el de la periodista Giulia Toninelli Ayrton Senna. Ojos feroces, ojos infantiles. (Lab DFG, 192 páginas, 18 euros, prólogo del piloto Andrea Kimi Antonelli) se puede leer de una sola vez. Tan apasionante como una novela, nos remonta a los primeros pasos del pequeño Ayrton, nacido en Sao Paulo el 21 de marzo de 1960, hijo de Milton Da Silva y Neide Senna (siempre quiso conservar el apellido de su madre). Y decir que hasta los tres años preocupaba bastante a sus padres porque no crecía: un andar lento y oscilante que también le valió el sobrenombre de “Beco”. El punto de inflexión a los cuatro años, cuando ya estaba lleno de energía y puso sus manos en un volante por primera vez: un pequeño kart construido por su padre. Su epopeya comenzó entonces, el niño obsesionado por la velocidad llegó a ganar tres títulos mundiales en diez años de Fórmula 1.

Un hombre de gran carisma, pero dispuesto a reconocer sus debilidades. El amor a su familia, los amores difíciles y el cariño de su pueblo han marcado su existencia. Se sentía un privilegiado, hijo de una familia adinerada en un entorno en el que bastaba doblar la esquina para vivir la pobreza en primera persona. Por eso dio en secreto a los necesitados. Un legado recogido por el Instituto Ayrton Senna que ya ha ayudado a más de 34 millones de estudiantes. Sin embargo, si hay algo que nunca se dice lo suficiente y que sorprende a quien se propone indagar en la biografía del astro brasileño es su espiritualidad. Manish Pandey, escritor y productor del conmovedor documental de 2010 “Jábega” de Asif Kospadia: «Ayrton era un católico devoto. Con lo cual ninguno de nosotros estuvo de acuerdo, ni Asif (Muslim), ni James, el otro productor (Christian) ni yo (Hindu). Sin embargo, sentimos profundamente que la historia de Ayrton estaría incompleta sin este pilar monumental de su vida: un pilar sobre el que se apoyó y que a menudo fue malinterpretado y utilizado como garrote para derrotarlo por oponentes cínicos y la prensa… Lo que más le dolió fue más fueron las duras críticas de que porque creía en Dios de alguna manera lo hacía invulnerable o inmortal”.

Una fe que no es ostentosa pero nunca oculta, madurada en el camino: pero no en éxitos sino en fracasos. Como en Mónaco en 1988 cuando desperdició la victoria por un simple error. Precisamente en aquella ocasión se sintió conmovido desde arriba: «No fue sólo un error de conducción. El accidente fue sólo una señal de que Dios estaba allí esperando que me diera su mano.” Una Presencia que también reconoció al final de la recta de Suzuka cuando se proclamó campeón del mundo por primera vez: «Vi a Dios. El 1 de mayo de 1994, Senna ya no quería correr, la muerte de Ratzenberger el día anterior en esa misma pista lo había sacudido. Esa última mañana, sin embargo, se despertó y, abriendo al azar la Biblia como solía hacer, leyó un texto – explicó más tarde su hermana Viviane – en el que comprendía “que recibiría el regalo más grande de todos: Dios mismo”. . Por tanto, salió al encuentro del Destino con la conciencia de quien todavía se siente seguro. Después de su muerte se encontró una nota dentro del traje. Estaba escrito: “Nadie me puede quitar el amor que Dios tiene”.

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