Frank Stella, el dios del arte de los sesenta

Expuesta por primera vez en la Galería Leo Castelli de Manhattan en 1967, la serie Protactor inspirada en el transportador (más de 100 pinturas monumentales con semicírculos superpuestos de colores brillantes, cada una con el nombre de ciudades circulares visitadas en el Medio Oriente) lo convirtió en “un dios del mundo de El arte de los años sesenta: el impacto de su genio en la abstracción –escribiría más tarde Peter Schjeldahl en el New Yorker– fue comparable al de Dylan en la música y al de Warhol en más o menos todo.”

Las operaciones en la espalda, la rodilla y la cadera en los últimos años habían limitado su movilidad, pero no el espíritu veinteañero que lo llevó como octogenario a probar suerte con la creatividad imparable que llevaba dentro. Polifacético y famoso por no haber querido nunca interpretar sus obras, Frank Stella, que condujo el arte americano de la posguerra desde el expresionismo abstracto al minimalismo, murió de linfoma a la edad de 87 años en su casa de Greenwich Village, en Manhattan. Fiel a la máxima de “lo que ves es lo que ves” y a la creencia de que un cuadro es “una superficie plana con pintura, nada más”, Stella no se traicionó ni siquiera cuando el Whitney le dedicó su retrospectiva inaugural. en 2015 después de la transferencia al High Line. Había una carrera de seis décadas que contar, una vasta producción de más de 3.000 obras en constante reinvención, desde las simetrías monumentales y las Pinturas Negras de finales de los años cincuenta, hasta la participación en el pabellón americano de la Bienal de Venecia de 1965, la Sólo minimalista en una pasarela de estrellas del arte pop, desde Robert Rauschenberg hasta Jasper Johns.

En 1970, con sólo 33 años, Stella fue la artista más joven en merecer una retrospectiva en el MoMA. Las esculturas-pinturas de los años 70 y 80 -un aficionado a las carreras de coches, había pintado en 1976 un BMW que competía en Le Mans y del que nació la serie Los Circuitos de la década siguiente- habían allanado el camino a los grandes encargos. de arte público como los murales de la Gas Company Tower de Los Ángeles en 1991. En 1982, una estancia en la Academia Americana de Roma le llevó a estudiar a Caravaggio: “La pintura del siglo XX podría aprender mucho de él”, afirmó dos años después. más tarde en una conferencia en Harvard. Ese año, en Harvard, Stella había conocido a Italo Calvino: la serie Conos y pilares –Giufà y la estatua de yeso, El tonto sin miedo, Cuerpo sin alma– tomó prestados sus títulos de cuentos de hadas italianos.

Stella, una italoamericana de clase media de Massachusetts, pasa a la historia como una artista que continuamente reescribía las reglas, las que se dio a sí mismo primero, experimentando, reinventando, previendo.

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