Esta Bienal será muy popular y exitosa, pero por razones equivocadas

Esta Bienal será muy popular y exitosa, pero por razones equivocadas
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“¿Cómo llegamos a este punto?” Fue la pregunta que abrió el discurso del nuevo presidente de la Bienal de Venecia en la rueda de prensa de la sexagésima edición de la muestra de artes visuales. Una cuestión que, dada la situación actual, podría parecer catastrófica y portadora de quién sabe qué retorno al orden y, en cambio, pretende ser una ventana a un futuro de paz que sólo un lugar como la Bienal puede engañarse a sí mismo. Dicho esto, la exposición de Adriano Pedrosa, brasileño y primer latinoamericano curador de la Bienal, no es fácil de analizar sin caer en peroratas poscolonialistas, el elogio de diferentes modernismos, la barba de la corrección política y de género o, en el lado opuesto, la guetización oficial en el universo de folklore tout corte. El título – bonito sobre el papel – “Stranieri Ovunque”, tomado del colectivo italo-británico Claire Fontaine fundado en París en 2004, revela algunos problemas en la declinación práctica de la exposición, corriendo el riesgo de transformar al extranjero en una persona curiosa o un turista. La exposición se basa en la inclusión de los artistas excluidos, los sexualmente indefinidos, los indígenas, los outsiders del sistema del arte. 330 en total, 120 fallecidos. Esta forma de necrofilia que está de moda desde hace varias ediciones me lleva a otra cita del discurso de Buttafuoco. Citando el famoso cuadro de Magritte de una pipa “esto no es una pipa”, dice “esto no es una Bienal”.

“¿Cómo llegamos a este punto?” Fue la pregunta que abrió el discurso del nuevo presidente de la Bienal de Venecia en la rueda de prensa de la sexagésima edición de la muestra de artes visuales. Una cuestión que, dada la situación actual, podría parecer catastrófica y portadora de quién sabe qué retorno al orden y, en cambio, pretende ser una ventana a un futuro de paz que sólo un lugar como la Bienal puede engañarse a sí mismo. Dicho esto, la exposición de Adriano Pedrosa, brasileño y primer latinoamericano curador de la Bienal, no es fácil de analizar sin caer en peroratas poscolonialistas, el elogio de diferentes modernismos, la barba de la corrección política y de género o, en el lado opuesto, la guetización oficial en el universo de folklore tout corte. El título – bonito sobre el papel – “Stranieri Ovunque”, tomado del colectivo italo-británico Claire Fontaine fundado en París en 2004, revela algunos problemas en la declinación práctica de la exposición, corriendo el riesgo de transformar al extranjero en una persona curiosa o un turista. La exposición se basa en la inclusión de los artistas excluidos, los sexualmente indefinidos, los indígenas, los outsiders del sistema del arte. 330 en total, 120 fallecidos. Esta forma de necrofilia que está de moda desde hace varias ediciones me lleva a otra cita del discurso de Buttafuoco. Citando la famosa pintura de Magritte de una pipa “esto no es una pipa”, dice “esto no es una Bienal”.

Una afirmación que me apetece compartir aunque probablemente con diferentes motivos. Durante varias ediciones, la Bienal se ha convertido en una exposición de museo demasiado grande para caber en un museo, pero ya no es una Bienal. La Bienal fue efectivamente un caos, pero un caos donde quienes la dirigieron o curaron intentaron insertar en ella la falaz inmediatez del presente y la presunción de vislumbrar el futuro. A veces produciendo catástrofes. La Bienal nació como un error correcto y necesario y un posible desastre. En el error radica la singularidad de esta institución aún única e insuperable. Por eso la legitimación de los excluidos tiene lugar en Venecia: ni en Delhi, ni en Sydney, ni en Río, ni siquiera en Nueva York o París. Pero desde hace varias ediciones la Bienal ya no se permite errores, mira a la historia como garantía, al presente como estrategia y se olvida de aventurar profecías. Más Instagramus que Nostradamus. Pedrosa transformó el egocentrismo occidental en egomarginalismo pero al hacerlo con toda legitimidad asumió la responsabilidad de alterar la ecología de la marginalidad. Llevar a los excluidos al centro significa exponerlos a la antropofagia y al canibalismo del mundo del arte occidental que devora, digiere y defeca sin piedad, con una rapidez aterradora de uso y consumo. El centro puede ser un agujero negro.

Cuando en noviembre los excluidos, los extraños, los indígenas y los diferentes regresen a casa, a los márgenes, presentarán al curador, cazador furtivo, sociólogo, antropólogo, el relato de los efectos y daños que su visión producirá en el largo plazo. por sus equilibrios, por su ecología mental, por su identidad. ¿Significa esto que no se pueden socavar los patrones escleróticos de Occidente? Absolutamente no. Pero traer toda la periferia del mundo a Venecia en bloque no es desmantelar Occidente sino engañar a la periferia haciéndole creer que se ha convertido en Venecia. Una enorme responsabilidad. Pedrosa tendrá que dar una mala noticia a muchos de los artistas vivos expuestos cuando regresen a casa. No extranjeros en todas partes sino extranjeros para siempre. No una condena sino un destino debido a muchos factores, no todos ellos culpa de Occidente sino de la realidad de las cosas y de la calidad de la imaginación. Uno puede tocar el violonchelo solo en casa convenciéndose de que es Pablo Casals, pero si alguien lo lleva al Carnegie Hall por el simple hecho de ser inclusivo puede correr el riesgo de recibir abucheos en lugar de aplausos.. Esta Bienal será muy popular entre el público y será un éxito, pero por razones equivocadas. Será un éxito precisamente por los estereotipos folclóricos y artesanales que Pedrosa ha intentado derribar.

Sin embargo, esta Bienal puede representar una lección –buena o mala depende- para el exclusivo club del mundo del arte.. Los visitantes extraviados, en manadas, comunes y baratos, los turistas que se dan a la fuga, siempre mirados con desprecio por nosotros, los curadores ególatras, la aristocracia autorreferencial del arte, tendrán su venganza. Excluidos, independientemente de su origen, siempre incómodos, encontrarán mucho con qué saciar su legítima curiosidad y su a veces feliz ignorancia. Cuando se le preguntó cómo llegamos a este punto, Buttafuoco respondió con su sorprendente discurso. Adónde vamos a partir de este momento está por verse y es muy complicado. Muy complicado por cierto.

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