En un mundo multipolar, el dominio del dólar no durará para siempre – Africa24.it

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En las últimas semanas se han celebrado dos grandes reuniones internacionales. La que tuvo lugar en la ciudad turística de Jackson Hole, en las Montañas Rocosas, fue una demostración del control que Estados Unidos tiene sobre la economía global. El celebrado en Johannesburgo fue una prueba del desafío que plantean a América los principales países emergentes.

Comencemos con Jackson Hole, donde Jerome Powell ocupó un lugar central. Las palabras del jefe del banco central estadounidense sobre las tasas de interés fueron claramente importantes para Estados Unidos, donde hasta ahora la economía ha salido relativamente ilesa del ajuste de políticas más severo en cuatro décadas. El mensaje fue que la batalla contra la inflación no había terminado y que eran posibles nuevos aumentos de las tasas de interés.

Pero, en virtud de la posición del dólar como principal moneda de reserva del mundo, lo que Powell y sus colegas de la Reserva Federal hagan en los próximos meses tendrá repercusiones mucho más allá de las costas estadounidenses. Las materias primas como el petróleo se cotizan en dólares. Los países que toman préstamos en dólares pueden ver sus pagos dispararse si la moneda estadounidense aumenta de valor. Los países que tienen superávits en cuenta corriente utilizan los ingresos para comprar títulos del Tesoro estadounidense, lo que permite a Estados Unidos tener enormes déficits comerciales y presupuestarios.

No hay nada nuevo en esto. Así ha funcionado el sistema financiero internacional desde la Segunda Guerra Mundial. No sorprende que Washington quiera que continúe el status quo, porque le permite financiar sus déficits gemelos sin tener que tomar las duras medidas deflacionarias que se requerirían de los países menos privilegiados.

Tampoco sorprende que la hegemonía financiera estadounidense no sea universalmente apreciada. Una motivación para la creación del euro fue que una moneda única europea sería una moneda de reserva rival del dólar. La reunión de los BRICS de la semana pasada en Johannesburgo (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) fue otro intento de desafiar el orden internacional dominado por Estados Unidos.

Las razones son múltiples. Desde la perspectiva de un país en desarrollo, la forma en que se gestiona la economía global parece una farsa. Estados Unidos y sus aliados occidentales han controlado el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial desde su fundación en 1944, hasta el punto de que cada director gerente del FMI es un europeo y cada presidente del Banco Mundial un estadounidense. En virtud de sus asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia pueden vetar cualquier iniciativa que no les guste. Entre ambos, Estados Unidos y la Unión Europea pueden impedir que los principales países en desarrollo ejerzan una influencia real en la Organización Mundial del Comercio.

Además, está claro que éste no es el mundo unipolar que las autoridades estadounidenses imaginaron después de la disolución de la Unión Soviética. China se ha convertido en un verdadero rival y está ampliando con éxito su esfera de influencia. Un ejemplo de ello es el mapa global elaborado por la consultora Capital Economics, que divide el mundo en países fuertemente alineados u orientados hacia Estados Unidos o China. Fuera de las naciones ricas y desarrolladas de América del Norte, Europa, Japón y Australasia, pocos países están fuertemente alineados con Estados Unidos, y las únicas economías emergentes importantes que se inclinan hacia Washington son India y Vietnam.

Por el contrario, se considera que la mayor parte de África está alineada o inclinada hacia China, al igual que la mayor parte de Asia y una parte importante de América del Sur.

¿Es un shock? No exactamente. Los Brics tienen su propio banco que, a diferencia de las estrictas condiciones exigidas por el FMI y el Banco Mundial, ofrece préstamos sin condiciones. El comportamiento egoísta de los países del G7 –Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Japón y Canadá– cuando acapararon vacunas durante la crisis del Covid-19 no les ayudó a ganar amigos en el mundo emergente.

El cambiante panorama geopolítico quedó demostrado por los países invitados a unirse al club Brics en la cumbre de la semana pasada: tres eran productores de petróleo (Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos), dos eran de África (Egipto y Etiopía) y uno (Argentina). de Sudamérica.

Sería imprudente darle demasiada importancia a la expansión de los Brics. Hay tensiones entre China e India y entre Arabia Saudita e Irán, mientras que Sudáfrica desea mantener buenas relaciones con Occidente. Al igual que el G7, las cumbres de los Brics son esencialmente festivales de charlas, donde se toman pocas decisiones concretas. Tener 11 miembros en lugar de cinco aumenta las posibilidades de desacuerdo. Hablar de una moneda común de los Brics es cosa de pájaros.

Además, a los BRICS les llevará años –quizás décadas– crear una infraestructura financiera similar a la que respalda al dólar. Es fundamental que los inversores estén tan dispuestos a mantener bonos denominados en una moneda distinta del dólar como a tener títulos del Tesoro estadounidense. El dominio del dólar no está bajo amenaza inmediata.

Pero no siempre fue así. La decisión de Arabia Saudita de unirse a los Brics también plantea una amenaza al dominio del dólar. El reino rico en petróleo ha sido tradicionalmente un aliado confiable de Estados Unidos en Medio Oriente, pero las relaciones entre Washington y Riad se han enfriado significativamente recientemente. Se espera que los saudíes acepten cada vez más pagos por el petróleo de otros miembros del BRICS en sus propias monedas.

La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, ha expresado su preocupación por las consecuencias a largo plazo del uso de sanciones financieras como herramienta de política exterior estadounidense, diciendo que existe el riesgo de que “con el tiempo puedan socavar la hegemonía del dólar”.

Yellen tiene razón al estar preocupada. Una moneda de reserva única y omnipotente no es compatible con un mundo multipolar. No sucederá de la noche a la mañana, pero el desafío al dólar está sobre nosotros.

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