El estudio titulado “Productos básicos y alimentos y bebidas. La cadena agroalimentaria a prueba de tensiones en materias primas agrícolas, energía, agua” producido por Nomisma y presentado con motivo del VII Foro Agrifood Monitor muestra una dinámica profundamente cambiada en los mercados internacionales, tanto que, según la FAO, considerando las superficies en Ucrania sembradas con cereales de invierno (para la cosecha de 2023), estas son 40% inferior a la media de 2017-2021. Una reducción que involucra también al maíz, cultivo para el que se espera una producción en torno a los 21 millones de toneladas frente a las 34 del promedio 2017-2021. A esto se suma el vencimiento del acuerdo, previsto para el 18 de marzo, para el “grano del Mar Negro”firmado con Rusia, Turquía y la ONU. Argentina -que junto con Ucrania representa el 35% de las exportaciones mundiales de maíz- también espera una reducción significativa tanto en la producción como en las exportaciones para 2023 debido a la sequía.
Esta dinámica, subraya Nomisma, se ve compensada a nivel mundial por el crecimiento de Brasil, que en 2022 se convirtió en el primer exportador junto con Estados Unidos de este tipo de cereal. El autor y protagonista del salto adelante de Brasil fue precisamente el maíz (+230%), para el que Italia registró en el mismo año -gracias a la persistente sequía que afectó a las zonas más aptas para este cultivo- un 24% más que el Promedio 2017-2019, prácticamente igual a la mitad respecto al pico de 2014.
“En el panorama de los principales exportadores mundiales de productos agroalimentarios, Brasil representa el país que más ha ganado con este escenario fuertemente condicionado por las tensiones geopolíticas y las adversidades climáticas -subraya Denis Pantini, gerente de Agronegocios de Nomisma –. En el año que acaba de finalizar, Brasil ha logrado un crecimiento en valor de sus exportaciones agroalimentarias superior al 50%, superando los 126 mil millones de euros y conquistando así el segundo lugar global, después de EE.UU., en el ranking mundial. De hecho, el aumento de los precios ha favorecido a los exportadores de materias primas agrícolas, penalizando en cambio a los procesadores como Italia: basta pensar que, mientras Brasil obtuvo un superávit en la balanza comercial agroalimentaria de 113 mil millones de euros (contra 73 el año anterior), Italia de 4.000 millones de euros en 2021 ha vuelto a ser negativo, tras varios años de superávit, de 1.400 millones de euros”.
Para el‘Italia – cuando se trata de la autosuficiencia de las cadenas productivas – el tema no atañe solo al maíz, sin embargo, dado que para el trigo, la cebada, la soya, la carne y los aceites vegetales (pero también la leche, el azúcar y las nueces) las necesidades del país son superior a la producción nacional. En los últimos diez años, frente a una producción agrícola y un consumo interno estables, laexportación italiana creció en valor un 70%, ubicando a nuestro país en el séptimo lugar en el ranking de exportadores mundiales del sector de alimentos y bebidas. Ante el desfase en la disponibilidad de materias primas agrícolas, las importaciones también han crecido en paralelo y la dependencia de Italia del exterior sitúa al país en una condición de mayor precariedad y debilidad en contextos de extrema volatilidad (tanto en precios como en comercio) como el actual Aunque el 57% de nuestras importaciones agrícolas provienen de países de la Unión Europea, que representan una especie de “escudo” para proteger la seguridad alimentaria nacional, para algunos productos primarios la dependencia de áreas fuera de la UE sigue siendo alta (piense en particular en la soja, el aceite de girasol, trigo duro).
“No hay duda de que la situación geopolítica mundial actual conducirá a fortalecer los lazos y el comercio entre bloques de países amigos en los próximos años – continúa Pantini –. El objetivo, según el análisis elaborado por Nomisma, será reducir aquellos riesgos de roturas en las cadenas de suministro que desde hace dos años generan, por un lado, incrementos significativos en los costes de producción de las empresas, y por otro, brotes inflacionarios en los precios de los alimentos al consumidor que no se han visto en más de treinta años, con efectos en cascada en el carrito de compras de los italianos”.
Contextualmente, será igualmente fundamental, si no aumentar, al menos mantener los niveles actuales de producción agrícola nacional con la conciencia de que el tejido productivo agrícola italiano sigue estando demasiado fragmentado. El 40% de las explotaciones italianas tienen una superficie cultivada de menos de 2 hectáreas y el 27% de las explotaciones producen exclusivamente para consumo propio. A esto se suma el hecho de que sólo el 23% de las fincas están permanentemente incluidas en la “cadena” (el 21% ceden a entidades asociativas, el 2,5% venden a través de acuerdos a largo plazo con la industria y la distribución), es decir, “instrumentos contractuales” capaces de mitigar los riesgos de volatilidad de los precios y del mercado. Junto a esto, el 33% de la superficie agrícola italiana está sujeta a una fuerte erosión, mientras que una media de 19 hectáreas de suelo se consumen cada día y, finalmente, la zona mediterránea (y en particular las regiones del sur de Italia) representan un “punto caliente” de cambio. climático, donde se registran los mayores incrementos de las temperaturas medias anuales en los últimos sesenta años, con efectos nocivos en términos de adversidades climáticas, entre ellas la sequía.
“Crecimiento de la facturación y márgenes operativos en apuros. Esta es la instantánea de las empresas italianas, incluidas las activas en el sector alimentario”, comenta. Niccolò Zuffetti, director de Marketing de CRIBIS D&B, Grupo CRIF –. Las empresas se están centrando en la gestión de efectivo y cuentas por cobrar, así como en mejorar la gestión y la sostenibilidad de la cadena de suministro”.
(Corazón) 03-06-2023 15:16