La Tierra es golpeada por asteroides estadísticamente considerables cada 50 a 100 años. Por lo general, no lo notamos porque terminan impactando áreas del planeta que están escasamente pobladas por nosotros, los humanos. Sin embargo, a veces sucede que rocas espaciales del tamaño de una casa penetran en nuestra atmósfera en lugares más o menos densamente poblados, causando grandes daños en la zona en cuestión.
Tal fue el caso de Chelyabinsk el 15 de febrero de 2013, cuando un asteroide de 20 metros de diámetro impactó en la atmósfera a una velocidad de más de 18 kilómetros por segundo, hiriendo a 1.491 personas y dañando 7.200 edificios.
KEF-2013, como se denominó posteriormente al asteroide, no había sido avistado por ninguno de los numerosos observatorios dedicados a la búsqueda de los llamados Near Earth Objects (NEO), todos aquellos “objetos espaciales” que podrían representar una forma de peligro para nuestro planeta. . Pero ¿cómo era posible que nadie lo hubiera visto venir? Hay muchas razones: en primer lugar su tamaño; 20 metros cuando te caen sobre la cabeza es bastante, pero cuando se trata de ver un objeto de este tamaño desde la considerable distancia de unos pocos millones de kilómetros, la cosa se complica.
En segundo lugar, un motivo no menos importante que facilitó la emboscada espacial fue la dirección de donde procedía KEF-2013: visto desde la Tierra, su trayectoria estaba muy cerca del Sol, lo que impedía que los observadores tuvieran suficiente contraste para notarlo.
NEOMIR
NEOMIR, la misión recién anunciada de la Agencia Espacial Europea que servirá como un observatorio dedicado para detectar asteroides con propiedades similares, se ubicará en el punto de Lagrange L₁ del sistema Tierra-Sol, lo que permitirá a la nave espacial ver asteroides de tamaño similar que de lo contrario se verán desde la Tierra invisibles porque están “retroiluminados”. Esto nos permitirá tener un aviso de al menos 3 días, que sigue siendo suficiente para que las autoridades locales implementen un plan de seguridad.
Actualmente, la misión está programada para lanzarse alrededor de 2030, a bordo de un cohete Ariane 6-2. Se ha llevado a cabo un estudio de viabilidad inicial desde Facilidad de diseño concurrente de la Agencia Espacial Europea en 2021 y se centró en crear un sucesor de la misión de la NASA Topógrafo NEO, que tiene como objetivo descubrir el 9% de los NEO con un diámetro superior a 140 metros. En cambio, NEOMIR podrá detectar objetos de cualquier tamaño.
La misión se encuentra actualmente en una etapa inicial de estudio. Incluirá un telescopio de medio metro de diámetro con un gran plano focal, así como dos canales infrarrojos que cubren una longitud de onda de 5 a 10 micrómetros. Estas herramientas están actualmente en desarrollo, solo tenemos que esperar y cruzar los dedos.
Fuente: ESA