Harto de su trabajo en un call center, Loyiso Manga se propuso convertirse en uno de los primeros productores de aceite de oliva negro de Sudáfrica.
Luchó por comprar una granja porque no podía conseguir financiación, pero finalmente encontró un socio que le suministra el aceite de oliva que mezcla con su producto estrella.
La marca Manga ha comenzado a despegar, con botellas de su aceite de oliva exhibidas en el supermercado Woolworths de Sudáfrica.
Quiere recibir más apoyo del Gobierno para poder hacer crecer su negocio y hacerlo durar generaciones.
“Hay muchos de nosotros que venimos de mi posición y queremos tener acceso a la tierra”, dijo Manga a Reuters. “No tenemos almacén ni granja, pero esto demuestra que hay mercado”.
La provincia del Cabo Occidental de Sudáfrica, con su clima mediterráneo, es ideal para el cultivo de olivos. Pero es un proceso que requiere mucho capital, ya que los agricultores tienen que esperar de cuatro a cinco años para que sus olivos produzcan el rendimiento necesario para una cosecha.
Una portavoz del Ministerio de Agricultura dijo que el Gobierno estaba asignando tierras a productores emergentes, pero no respondió a las preguntas sobre el apoyo estatal a los productores emergentes de aceite de oliva.