La muerte de Satnam Singh no es sólo una cuestión económica: así el maestro de bandas se convierte en una guerra de civilizaciones

La muerte de Satnam Singh no es sólo una cuestión económica: así el maestro de bandas se convierte en una guerra de civilizaciones
La muerte de Satnam Singh no es sólo una cuestión económica: así el maestro de bandas se convierte en una guerra de civilizaciones

Cuando los tomates pelados ya no cuesten 70 céntimos, tal vez habremos derrotado al gangmastering”. el lo dice Oscar Farinetti, emblema del Made in Italy y de una idea del mercado alimentario de renombre quizás un poco exagerada con su “Eataly”, que luego se vio obligada a cerrar sucursales estratégicas en el Sur (Bari). Pero sin aspirar al máximo, hoy bastaría con subir un poco el precio de esos tomates pelados para conciliar producción y consumo: para Farinetti un precio de 1,20 euros por un paquete de 400 gramos sería sostenible.

Porque la comida no cuesta demasiado, si la miramos desde los campos de cosecha. Pero termina costando demasiado, en términos de sacrificio corporativo y trabajo remunerado, llevarlo al comercio minorista a gran escala. La gran mentira está en la competencia loca y desleal desencadenada por las grandes plataformas que aplastan los precios en los lineales en detrimento de quienes están detrás, trabajadores y proveedores.

Este es el trasfondo del gangmastering, una plaga social duradera, tanto en la campiña pontina, donde perdió la vida el trabajador indio Satnam Singh, de 31 años, como en la provincia de Foggia, donde se encuentra quizás la concentración de esclavos más poblada de Europa. del campo.

Un grave problema cultural, el de la mafia, no es sólo una matriz económica que justifique las malas condiciones de vida y los salarios de hambre impuestos por los “patrones”. Negarle el derecho a recibir tratamiento al trabajador al que acaban de amputarle el brazo, haciéndole morir desangrado según la horrenda reconstrucción de la tragedia de Latina, es una barbaridad más allá de todos los límites. Un punto de no retorno que, si no se sanciona adecuadamente, como invoca firmemente el Presidente de la República Sergio Mattarellacorre el riesgo de hundir esa pizca de humanidad y ética de trabajo (suponiendo que todavía la haya) hacia los migrantes.

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