Clonación digital: vivir después de la muerte

¿Qué es la clonación digital?

Allá clonación digital es una tecnología emergente que involucra algoritmos de aprendizaje automático a través de los cuales es posible manipular audio, fotografías y videos de una manera tan realista que resulta extremadamente difícil distinguir lo que es real de lo que no lo es.

Se trata de tecnologías disponibles para el público que pueden aportar beneficios pero que están generando bastantes preocupaciones desde el punto de vista ético y legal.

Cómo funciona la clonación digital

Para dar vida a un clon es necesario alimentar el algoritmo con numerosos vídeos y grabaciones de voz que le enseñan a crear un duplicado exacto del original. Este clon digital personalizado consiste en una replicación de todos los datos y comportamientos conocidos de una persona, capaz de replicar sus elecciones, preferencias, tendencias de comportamiento y procesos de toma de decisiones.

La última frontera de esta evolución tecnológica está girando hacia clonación digital con el objetivo de crear una inmortalidad digital que permita al fallecido seguir viviendo en el ciberespacio. Captar no sólo la presencia visual de alguien que ya no está sino también su forma de comportarse, su actitud y sus capacidades cognitivas. Se crea una copia digital de la mente de una persona., dando vida a la inmortalidad digital que te permite seguir interactuando con tus seres queridos incluso después de la muerte, superando la barrera de la muerte física.

¿Cuáles son las implicaciones de la clonación digital?

Entre las principales perplejidades y potenciales preocupaciones que traen consigo estas tecnologías encontramos la violación de los datos y la privacidad personal. Incluso suponiendo que el difunto hubiera dado su consentimiento a la creación del suyo en vida clon digitalno pudo haber podido autorizar todas las acciones futuras que podría realizar un clon digital que lo reemplace.

Por no hablar de la posible creación de profundo, es decir, manipulaciones intencionadas. Teniendo en cuenta que las aplicaciones capaces de ofrecer estos servicios están potencialmente disponibles para cualquier persona, resulta difícil defenderse de cualquier uso malicioso de las mismas. Esto no sólo invade la privacidad del individuo sino que también plantea diversas preocupaciones éticas.

¿Y qué pasa con las implicaciones psicológicas? ¿Cómo puede afectar su capacidad de llorar el continuar interactuando con sus seres queridos fallecidos? ¿Con qué consecuencias?

Preguntas que aún son difíciles de responder pero que generan ansiedad y preocupación.

¿Cómo defenderse de los deepfake?

Si en general podemos haber definido los posibles riesgos de estas tecnologías, la dificultad surge cuando intentamos dar un marco legal a estas prácticas para incluirlas en un sistema específico capaz de sancionar comportamientos incorrectos.

Desparramar profundo puede causar daños no sólo en términos económicos sino sobre todo en términos psicológicos y éticos.

Se puede pensar en la protección contra estas amenazas creando una forma de analizar o detectar la autenticidad de un vídeo, pero al mismo tiempo será fundamental intervenir con leyes específicas que regulen el uso de estas nuevas tecnologías persiguiendo cualquier abuso.

¿Estamos a favor de la clonación digital y la “resurrección virtual”?

Masaki Iwasaki, profesor de la Universidad Nacional de Seúl, realizó un interesante estudio en Estados Unidos, que posteriormente se publicó enRevista asiática de derecho y economía. Se trató de una muestra de 222 sujetos de diferentes edades, niveles educativos y niveles socioeconómicos. A los involucrados se les describió un escenario imaginario en el que se suponía que una joven había muerto en un accidente automovilístico. Familiares y amigos, devastados por esta pérdida, estaban considerando la posibilidad de utilizar inteligencia artificial para revivirla como un androide digital.

En este punto se introdujo una variante: a la mitad de los participantes se les dijo que en vida la mujer no había expresado su consentimiento a tal eventualidad, mientras que a la otra mitad se les dijo que sí lo había hecho.

El resultado fue que el 97% de los del primer grupo consideró inapropiado resucitarla digitalmente sin que ella hubiera expresado explícitamente esta intención, mientras que el 58% del segundo grupo se dijo a favor, considerando que existía el consentimiento escrito del parte interesada.

Posteriormente la investigación pasó a un nivel personal, preguntando a la muestra involucrada si en su caso habrían sido partidarios de ser virtualmente “resucitados”. El 59% dijo que estaba en contra de dar consentimiento y, quizás aún más significativo, el 40% creía que clonación digital es inaceptable en cualquier caso, explicando su postura con razones éticas, religiosas y psicológicas, y apoyando la necesidad de afrontar un correcto proceso de duelo.

PREV Es el modelo más vendido pero pagas la mitad por él.
NEXT Estudio de la UBS: La demanda impulsa los precios de la vivienda