Los datos que los investigadores utilizaron para estudiar los océanos se recopilaron de misiones como Aquarius, uno de los primeros satélites de medición de la salinidad de la superficie del mar lanzado en 2011. Utiliza instrumentos llamados radiómetros para ver cómo cambia la radiación de microondas del océano, lo que indica cambios en la salinidad.
Desde el lanzamiento de esa misión, la tecnología ha mejorado para permitir más datos de alta resolución de nuevas misiones como la misión de humedad del suelo y salinidad del océano (SMOS) de la Agencia Espacial Europea y la misión de humedad del suelo activa pasiva (SMAP) de la NASA.
En conjunto, estas tres misiones proporcionan datos sobre la salinidad de los océanos a nivel global que se remontan a una década completa. Los investigadores estaban particularmente interesados en las aguas costeras, que son las partes del océano más cercanas a la tierra. Estas no sólo son las más importantes para los humanos, dada la concentración de los asentamientos en las costas, sino que también se cree que son regiones donde los cambios en el ciclo del agua del planeta se verían más.
La investigación encontró que la salinidad del océano en estas aguas costeras alcanzó su punto máximo en marzo y cayó a su nivel más bajo en septiembre, siguiendo un patrón anual regular. Eso es diferente del resto del océano, aguas abiertas, donde alcanza su punto máximo de febrero a abril y cae de julio a octubre. Los efectos fueron mayores en las aguas costeras que en mar abierto, y las variaciones anuales de la salinidad en las costas estuvieron fuertemente correlacionadas con el sistema de El Niño.
“Dada la sensibilidad a las precipitaciones y la escorrentía, la salinidad costera podría servir como una especie de indicador, indicando otros cambios que se están desarrollando en el ciclo del agua”, dijo Fournier.
