Últimamente parece que me he convertido en el biógrafo de Billy Corgan, desafortunadamente especializándome en sus obras menos notables. Después de haber escaneado su últimos veinte años carrera y haber “celebrado” veinte años de María estrella del mar de los Zwanme encuentro después de muy poco tiempo hablando del segundo acto (de tres) de la temible Cajero automáticoel último esfuerzo de Smashing Pumpkins que, recordemos para aquellos que se conectaron recién ahora, se presentó como una secuela de melon collie y de máquina (que, evidentemente, en la mente de Billy Corgan están ligados entre sí).
Escribí sobre el primer acto hace un rato al final de laartículo resumen y, aún hoy, las palabras no son suficientes para describir el basura que representa ese registro, desde todos los puntos de vista. Precisamente por eso os podéis imaginar las expectativas que tenía con este ATUM – Acto IIcon unas ganas de escucharle igual a ver el 90% de los partidos de la Juve en las dos últimas temporadas: lo haces como un acto de fe.
Y cuando las primeras notas de avalancha y vuelven esos malditos sonidos de mierda, la tentación de detener todo jurando es fuerte. Tan fuerte. Porque la locura de elegir ese tipo de sonido y producción no se explica de ninguna manera. De repente, sin embargo, la pieza comienza en medio de atronadoras maldiciones y… no apesta. Seamos claros: no es hermoso, pero tiene algunas ideas interesantes, una línea melódica, bueno, vamos, y algunos pasajes que se quedan en la cabeza. Obviamente ella es masacrada por esos malditos sonidos, pero no es terrible. Y, en su banalidad mezclada con artesanía, también la roca ruda de imperios se puede escuchar sin demasiados dramas, a pesar de los sintetizadores completamente fuera de lugar.
En este punto el disco casi parece convertirse en algo diferente, como si las dos primeras canciones sirvieran de transición a otros ambientes, y el disco encuentra su coherencia estilística, asentándose en coordenadas que van desde el synthpop hasta el wave más ligero. Lo que no significa que las cosas vayan bien. Bienpero este segundo acto surge del abismo de su antecesor, ofreciendo también un atisbo de algo bueno.
Neófitosdecir, es hasta un pedazo lindoaunque demasiado repetitivo: un buen tema pop que recuerda algunas de las -pocas- mejores cosas de extensión CY. e incluso si Musgo Me gustaría, pero no puedo, ser una especie de desperdicio de adorar en salsa de sintetizador (demmerda), al final se deja escuchar (a pesar de que MIAOMIAOMIAO en los estribillos), así como el mediocre single de Virgin Radio, engañado.
Sin embargo, los mejores resultados se registran cuando se distancian todo lo posible, a nivel compositivo, de los horrores del pasado más cercano, sin pretender mimetizar un pasado remoto que ya no existe: si no todo funciona, como demuestra el horrible Olas nocturnascuando te mueves hacia territorios alejados del rock los resultados son significativamente mejores. Era espacialdecir, es una pieza decente, y los mismos sonidos, que quedan feoal menos tienen sentido. Y del mismo modo, con su “ligereza”, también a los grises (otra pieza que recuerda extensión CY) es placentero, también gracias a una vena ottantiana que Corgan sabe utilizar muy bien cuando quiere.
Nada impactante, fíjate, no estamos hablando de un trastorno, también porque lo piensas. El sacrificio para recordarnos lo que es “el aquí y ahora” de los Smashing Pumpkins. Pero esta vez no puedo ser completamente negativo, porque el disco se cierra con un Primaveras que, a pesar de estar empañado en la primera parte por los habituales sonidos inexplicables, tiene corazón: se trata de una pieza acústica con un solo casi gilmouriano que, para bien o para mal, no deja indiferente a nadie. Pero sobre todo, uno no puede ser demasiado negativo frente a una canción como Cada mañanacasi un tributo a New Order, tanto ingenuo ser tierno, pero con momentos que terminan conmovedores.
Y es en ese punto que me parece ver algo, incluso en un contexto completamente diferente de aquel en el que amaba Smashing Pumpkins: puedes ver la capacidad de poder, aunque sea por unos momentos, hablar contigo como ellos solían.

Cuando éramos verdes
¿Sabes cuando te encuentras con un amigo o compañero de clase con el que has perdido el contacto y del que no tienes noticias? ¿Uno de esos que en su momento fueron capaces de centrar la atención en sí mismos por su brillantez y seguridad en sí mismos y que encuentras después de veinte años completamente aburrido, gris y simplemente quemado y consumido por la vida, el dolor y el tiempo? Todo el mundo conoce a una persona así y en esas ocasiones, tras un sobresalto inicial, detrás de ese velo de tristeza y melancolía, de vez en cuando, de forma casi imperceptible, se logra captar algo, reflejo de aquel brío de hace muchos años, cuando esa persona ardía de vida.
ATUM Acto II eso es todo.
No es en absoluto un “álbum bonito”, aunque es mejor que el anterior y contiene algunos temas más que decentes, pero tiene dioses momentos en el que surge algo que ya no pensaba encontrar en la música de Billy Corgan (al menos en los Smashing Pumpkins): la capacidad de comunicarte algo y tocar las cuerdas adecuadas.
No es suficiente, no podemos estar satisfechos pero, por esta vez, digamos que está bien.
Me gusta:
Me gusta Cargando…